Decisiones, decisiones

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Dentro de la cafetería había un remolino de murmullos y risas de los comensales y clientes por todo el local.

Cada uno sumergido en su mundo sin prestarle atención a la pareja acomodada en un rincón del lugar.

La mujer, de cabello corto y de color cobrizo miraba sin expresión al hombre frente a ella.

La persona que la acompañaba degustaba con paciencia su taza de café, sonriendo complacido a cada sorbo.

Realmente, Osoko no tenia antojo de nada, pero se obligó a pedir un par de tazas de café.

Aun no había empezado ni con el primer sorbo.

Se mantuvo observando a su acompañante, esas cicatrices que se escapaban discretamente por su cuello. Ahí es donde recordaba sus viejas heridas de la última vez que lo vio. No creyó que había sobrevivido hasta ese entonces.

-¿Y bien...? – Preguntó el hombre sonriendo inofensivamente despertando a la mujer de sus pensamientos. - ¿Cómo has estado durante todo este tiempo?

Se tomó unos segundos antes de contestar.

-Bien... - Palabras con cautela. - ¿Y tú? – Contestó tratando de aparentar tranquilidad, pero quizás él se había dado cuenta que en su interior estaba todo lo contrario.

-No me quejo. – Bajó por fin la taza vacía. - Estos últimos años, la vida me ha tratado muy bien.

Silencio de nuevo.

Osoko estaba experimentando por primera vez una gran contradicción en su sentido común: no quería hablar con Tougo, quería irse lo más lejos posible. Y al mismo tiempo, quería preguntarle infinidad de cosas... ¿Cómo sobrevivió? ¿Qué pasó con su viejo clan? ¿Por qué estaba aquí?

El estomago se le había tranquilizado desde que lo vio por primera vez entre la multitud, pero aun así no dejaba de sentir un raro cosquilleo.

-Te has convertido en un mujer muy bella... - Prosiguió el hombre con su semblante calmado.

-Gracias... Y tú... Aun conservas tus dientes... - Lo dijo en un tono serio, se había distraído con eso: una gran duda que siempre tuvo Osoko fue si esos dientes que poseía Tougo eran realmente naturales o él mismo se los había afilado. Cerca de parecer un insulto algo rudo, de alguna manera debió sonar como un chiste porque el hombre mayor comenzó a carcajearse.

-Había olvidado ese sentido de humor tuyo... Se podría decir que lo extrañé...

Silencio de nuevo.

La de rojo no sabía cómo seguir la conversación.

Trataba de recordar como veia a Tougo de niña: Lo odiaba y lo amaba.

Lo necesitaba lejos y al mismo tiempo cerca.

Cuando era pequeña no podía dejar de idear cómo escapar de esa prisión que llamaba hogar, pero luego se sentía sumamente culpable del simple hecho de pensarlo.

Su mente estaba confusa y retorcida en esa época. Aun lo estaba.

Por más que trataba de verle sentido, esas extrañas sensaciones volvían lentamente.

Un cumulo de sentimientos que debió de haber enterrar salían de sus tumbas como muertos vivientes.

"Siento que me estoy perdiendo". Llegó a pensar tan fuerte en su mente que todo lo demás se disipó.

-¿A qué has venido a este distrito? – Preguntó directamente, Tougo también se dio cuenta de eso.

-Trabajo... Como siempre. – Se notaba que había enderezado la voz un poco, probablemente disgustado por la pregunta.

Matsuno GhoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora