Capítulo Uno

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-Bienvenida de nuevo a casa, cielo. -Susurra papá a escasos centímetros de mi espalda, con una mano posada sobre mi hombro.

Otra vez en Portland. Yo jamás habría pensado en la palabra "bienvenida" para empezar el verano en casa, pero esa es la palabra que él ha elegido. Doy un paso hacia delante entrando por fin en casa, absorbiendo los olores que tantos recuerdos me traen a la mente. Los mismos olores que me han acompañado durante toda mi vida pero que, ahora, me resultan incómodos.

Papá se adelanta con mi maleta, pasando de largo el pequeño pasillo de la entrada hasta llegar a la escalera que lleva a mi habitación en la planta superior, justo al lado de la suya.

-¿No quieres entrar en tu habitación? -grita desde arriba.

Mi habitación, esa en la que tantas veces me he escondido de los gritos que llenaban la casa cada vez que discutían. La misma que me resguardaba de todas esas chicas que me hacían sentir inferior.

Ahora, después de nueve meses fuera de casa, me siento como una persona nueva. Sé que es así. Pero también siento que esta casa me separa de Aspen y de todo lo nuevo que he conocido.

El carraspeo de papá hace que levante la cabeza y me le encuentre al pie de la escalera, con la vista fija en mí, con una ceja levantada y sin saber qué hacer con su hija rarita.

-Sí. -Respondo por fin a la vez que camino hacia las escaleras.

Cuando termino de subir giro la cabeza involuntariamente, acostumbrada a esquivar la puerta que tantos recuerdos me trae, la puerta que abre la habitación de mis padres. Aún no sé como mamá pudo perdonarle cuando le pilló con aquella mujer en su propia cama...

Llego a mi habitación y abro la puerta. Las ventanas están abiertas, dejando entrar la luz a la habitación de color amarillo de siempre. Las paredes de siempre, las cortinas de siempre, las sábanas de siempre..., y la estantería de siempre. Eso es lo único que me hace sonreír. Llevo nueve meses sin leer ni un solo libro por placer y ya estoy deseando quedarme a solas para leer durante horas, sin pensar en nada más.

-Todo está como lo dejaste. -Dice papá desde la puerta, interrumpiendo mis pensamientos. -Bueno, la verdad es que tu madre ha limpiado todo antes de que llegases, pero por lo demás está todo igual. -Su risa ahora inunda la habitación.

-Está todo perfecto.

-Me alegro mucho de que hayas vuelto, hija. No tuve tiempo para decírtelo, pero siento mucho no haber ido en Navidad a verte. No pude.

-No pasa nada, lo entiendo.

Sé a la perfección que no fue por mi madre, porque supongo que seguirán discutiendo, pero no quiero saber más del tema. Continúo mirando los libros de la estantería, pensando que papá ya se habrá ido, hasta que la puerta de la entrada se abre y vuelve a cerrarse con un golpe seco.

-¡Warren! -grita mamá desde abajo-, ¿estás arriba?

Su alzada voz me trae malos recuerdos de sus discusiones, así que es inevitable que se me acelere el corazón por los nervios. ¿Ha vuelto a pasar algo entre ellos? ¿Acaso le ha vuelto a engañar? La mirada de papá es triste cuando me mira fijamente a los ojos, pero no entiendo bien si su gesto se debe a que le disgusta discutir delante mía o si se debe a que le han pillado de nuevo.

Mamá llega medio minuto después a mi habitación con un gesto serio en el rostro, pero en cuanto me ve le cambia la cara y se echa sobre mí, abrazándome.

-¡Cariño, estás guapísima! Pensé que llegarías más tarde. ¿Qué tal el viaje? ¿Y los señores Collins? -pregunta de carrerilla sin dejarme hablar.

Anhelo IncontrolableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora