Epílogo

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WILL

Ver a Beth parada en las escaleras mientras me observaba confusa era lo último que me esperaba cuando estaba a punto de abrir la puerta de casa. Maldita sea. Pero tampoco puedo engañarla y hacer que desconfíe de mí una vez más.

Cuando la cuento que a la que voy a ver es a mi madre su cara pasa del enfado a la palidez. Sus ojos verdes se agrandan y se le abre ligeramente la boca, consiguiendo que por un momento en lo único que pueda pensar es en perderme en sus labios.

-¿A tu madre? -pregunta con la voz entrecortada, sacándome de mis lujuriosos pensamientos.

Sacudo un poco la cabeza a la vez que paso las manos por mi pelo despeinado y cierro los ojos. ¿Cómo puedo explicarle algo que no he contado a nadie más? Esto es algo tan íntimo que ni siquiera había imaginado estar en esta situación.

Abro los ojos cuando siento sus manos en mi torso y siento como me arde la piel donde las mantiene. Bajo la mirada hasta sus ojos y veo miles de preguntas pasar por su cabeza.

-Es difícil de explicar.

-Ah... -susurra claramente dolida.

Mierda, eso no es lo que quería. La levanto la cara que había apartado avergonzada y hago que me mire de nuevo a los ojos. Esos ojos en los que podría perderme con facilidad en cualquier momento.

-¿Quieres que te lo muestre? -la pregunto con el corazón latiéndome a mil por hora. Ella no es la única que está nerviosa por esto.

En cuanto asiente con la cabeza se me escapa un suspiro por culpa de los nervios. Siento cómo pasa su pequeña mano por la mía hasta tenerme bien sujeto y me observa expectante a que dé el primer paso. Respiro hondo una vez más y salgo con ella de casa sin hacer ruido y con los nervios a flor de piel.


-¿Por qué paramos aquí? -me pregunta con una mueca en la cara que refleja incertidumbre y curiosidad. 

Apago el motor del coche que le cogí prestado a mi tío y veo cómo Beth observa el gran muro blanco que nos separa del cementerio. El corazón se me encoge como cada vez que vengo, como si fuese la primera vez, y casi tengo que obligarme a abrir la puerta y salir a la oscura noche.

Mientras Beth sale lentamente del coche aprovecho para mandar un mensaje a Vince, el guarda nocturno, y rodeo el coche hasta quedarme junto a ella.

-¿Qué es este sitio? 

-El cementerio Nacional de San Francisco -contesto sin miramientos. Ella gira rápidamente su mirada hasta la mía y puedo sentir cómo le cambia la cara de inmediato. Siente pena por mí, es una mirada que he visto durante mucho tiempo, pero en ella es diferente. -Aquí están enterrados los veteranos militares, como mi abuelo, y por ende mi madre.

Justo cuando abre la boca para decirme algo se abre la puerta verde y enorme que tenemos justo delante y nos giramos hacia ella. Vince asoma medio cuerpo para confirmar que estoy ahí y me hace una seña con la mano para que me acerque.

Sujeto la mano de Beth sin que se me escape por alto el temblor que hay entre nosotros, aunque no sabría decir si es ella la que tiembla o soy yo. Mis pies avanzan por inercia hacia la gran puerta que me separa de mi madre y puedo sentir ya el picor en los ojos.

-Has vuelto pronto, hijo -me dice cuando llego hasta él con Beth a mi derecha.

Cuando le tengo delante puedo ver que nada en él ha cambiado. Sigue teniendo el pelo corto igual de canoso y las mismas arrugas bajo sus pequeños ojos. Camina ligeramente ladeado por culpa de la espalda, algo a lo que me he acostumbrado después de dos años viniendo aquí.

Anhelo IncontrolableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora