Capítulo Treinta y Dos

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Will

-¡Corre más, joder! -le grito a Stev para que acelere más el coche.

Las amenazas de Logan no se me borran de la mente. Por mucho que quiera, sé que solamente he retrasado lo inevitable.

-Esto no está pasando... -escucho gemir a Gina en el asiento de atrás.

-Gina, mírame -la digo con voz firme cuando me giro en mi asiento para mirarla, aunque ella mantiene la cabeza entre las manos y se me hace imposible ver su cara.  -Gina...

-Esto no está pasando... -repite una vez más.

-¡Cálmate, joder! -grita Stev, perdiendo los nervios y golpeando el volante con fuerza.

-No vuelvas a gritarla así, ¿me has oído? Todo esto es demasiado para todos, pero ahora somos nosotros los que tenemos que mantenernos fríos y pensar las cosas dos veces. Logan habrá llamado a alguien para que vaya al hotel porque ahora solo quiere hacerme daño a mí. Así que pisa el acelerador y no abras más la boca.

Parece que mis palabras hacen de calmante para mi tío, porque se calla y continúa conduciendo hacia el Bellagio.

El coche ahora mismo está cargado de muchas sensaciones, pero todas malas. Gina no para de lloriquear, con razón; Stev aprieta el volante con tanta fuerza que sus nudillos han palidecido y no deja de hablar en voz baja cosas que ni entiendo ni quiero entender; y yo intento mantener la calma, aunque no sé de dónde la he sacado. Tengo sangre en las dos manos, los nudillos abiertos y sangre recorriendo mi cara por la herida que tengo en la ceja. Estoy seguro de que la tengo abierta, pero prefiero no mirarme en el espejo para comprobarlo.

Llegamos al Bellagio dos minutos después y salgo del coche casi en marcha cuando Stev lo aparca de malas maneras frente a la entrada. El aparcacoches pega un salto lejos de nosotros cuando nos ve salir corriendo y escucho el sonido de su walkie para avisar, seguramente, de que unos locos acaban de entrar a su jodido hotel.

Corro por todo el hotel sin hacer caso a la voz de mi tío y dejo atrás el ascensor para subir por las escaleras. Ahora mismo sería imposible quedarme parado esperando a que pase por todas las plantas sin poder hacer nada al respecto.

-¡Quédate ahí! -le grito a mi tío cuando escucho que me sigue escaleras arriba.

Continúo corriendo, me tropiezo, me hago más daño en la herida de la ceja, me levanto y continúo corriendo sin parar hasta la quinta planta, donde se encuentra la habitación de Scott y Beth. Corro por el pasillo hasta llegar a la habitación 508 y llamo desesperadamente a la puerta. Espero. Nada. Llamo otra vez. Tampoco hay respuesta.

-¡Joder!

Salgo corriendo de nuevo y subo hasta el séptimo piso. Cuando llego corro hacia la habitación 720, donde debería estar alguno de mis amigos, y aporreo la puerta cada vez más nervioso. Nada. Esto no puede estar pasando. Tiene que haber alguna explicación para que no haya nadie en las habitaciones. Vuelvo a correr por el pasillo con los pulmones ardiendo hasta que tropiezo con alguien que sale del ascensor.

-¿Will?

Cuando consigo visualizar a la persona que tengo frente a mí casi me da un vuelco al corazón. Es David, para mi suerte.

-¿Qué te ha pasado? Estás horrible, como si acabases de salir del ring.

-¿Dónde están los demás? -le pregunto sin conseguir mantener la calma.

-Creo que salieron a tomar algo. Tranquilízate, ¿vale? Y explícame qué está pasando.

-¿Dónde dijeron que estarían? Necesito que me lo digas ya, David.

Anhelo IncontrolableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora