El regreso a Las Vegas no puede ir peor. El ambiente dentro del coche está demasiado cargado mientras intento retener las lágrimas que se agolpan en mis ojos enrojecidos. Cualquier palabra en estos momentos podría desencadenar una discusión de la que podríamos lamentarnos más tarde, así que ninguno abre la boca hasta que estamos llegando al hotel.
El cielo, que hace un rato estaba lleno de estrellas, ahora está apagado y oscuro. Aunque hace un buen contraste con la alegría que derrocha la ciudad a estas horas, con sus luces de colores y su gente alegre.
Mi mente no para de pensar en las palabras de Will. En la carta que supuestamente debería haberme dado Charles cuando se marchó y en el dolor que intenta acabar conmigo por la puñalada que me ha dado el que creía que era mi mejor amigo. No sé qué hacer cuando le vea, no sé como actuar, pero necesito encontrarlo rápidamente y aclarar el tema. Necesito que me diga que no es verdad que me estuvo ocultando esa dichosa carta, aunque por otro lado necesito creer que Will no me abandonó así como si nada. También le doy mil vueltas a las palabras que escribió para mí antes de marcharse, en si podía haberle perdonado o me habría hecho todavía más daño.
Cuando llegamos al Bellagio, Will deja el coche frente a las puertas del hotel y salimos. Le tira las llaves al aparcacoches que nos recibe con una enorme sonrisa y sale corriendo hacia las puertas del hotel, dejándome atrás.
-¡Will, espera! -grito, corriendo para alcanzarle.
Parece que mi voz no llega hasta él, como si la estuviese ignorando o no tuviese la capacidad de oír nada en estos momentos. Dios, no quiero que vuelvan a pelearse. Me quedo plantada en el hall en medio de toda la gente que entra y sale del hotel, viendo como Will sube por las escaleras corriendo, y salgo a la zona de la piscina. No puedo pensar con claridad, necesito estar sola y tranquilizarme antes de entender lo que realmente pasó aquel maldito día.
Cuando llego al patio trasero de la piscina escucho la voz ronca tan característica de Scott. Rápidamente busco con la mirada el lugar de donde viene la voz y les encuentro a todos hablando en una zona con mini bar junto a un grupo de chicas. Charles está también entre ellos, sentado en una de las tumbonas que hay alejadas de ellos con una chica rubia a su lado. Los sentimientos me azotan de golpe y siento que me ahogo. No puedo apartar la mirada de ellos dos, pero tampoco consigo mover mis piernas en su dirección. Es como si todo mi mundo se hubiese detenido y no tuviese el control de mi propia vida.
Como si estuviésemos conectados, Charles gira la cabeza despacio hacia mí y nuestras miradas se encuentran. La suya me desgarra el corazón por la culpabilidad que derrochan sus ojos y la mía debe ser una mezcla de decepción y miedo a descubrir la verdad. Tiene un enorme moratón en la mejilla y en el ojo izquierdo, seguramente de la pelea que tuvo con Will, pero incluso así se ve tan guapo como siempre.
De pronto veo que se levanta de la tumbona, sin decir ni una palabra a la chica que tiene delante, y viene con paso rápido hacia mí. Puedo notar su nerviosismo, sentir el temor en los gestos de su cara. El mensaje que me envió esta mañana cobra sentido y hace que retroceda sin darme cuenta un paso atrás. Cuando va a llegar hasta mí veo que empieza a decir algo, pero no consigo escucharle. Mi mente me está jugando una mala pasada.
-Beth, ¿qué te ha pasad...?
Antes de que termine la frase le suelto un bofetón en la mejilla. El dolor del golpe se ve reflejado en su cara y en mi mano, que ahora me escuece como nunca.
-¿Es verdad? -susurro con una voz extremadamente ronca y a punto de romperse. -¿Will te dio una maldita carta para mí?
Su silencio es demasiado doloroso.
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Anhelo Incontrolable
Romansa.Secuela de Deseo Incontrolable. Las clases en Aspen han llegado a su fin y todos deben volver a sus antiguas vidas, de las cuales intentaron escapar en su día. Beth intentó pasar página después de lo ocurrido con Will, pero su corazón no termina de...