El club no lucía como Blaine había imaginado después de leer los elogios sobre strippers calientes y excelente ambiente, y cómo era el más elegante de los "de más fácil acceso." Por un lado, la zona parecía sombría, por decirlo suavemente; la calle era estrecha, oscura y sucia, y los edificios a ambos lados del lugar tenían una desesperada necesidad de reparación. El bar en sí, llamado Rainbow Unicorn, por sobre todas las cosas, tenía una capa reciente de pintura en el frente, pero no mejoraba mucho la primera impresión. Había música muy fuerte, saliendo a través de la puerta abierta, y un hombre con mucha carne, de mediana edad con una mirada de borracho que ni siquiera pretendía revisar a las personas que entraban estaba apoyado en la pared con una expresión de aburrimiento como si estuviera allí sólo para dejarse ver. Lo que probablemente era así.
Fue justo después de las 10:30 cuando Blaine llegó, ya que no quería hacerlo demasiado pronto. La volátil mezcla de emoción y nervios que había estado poniéndolo mareado y nervioso todo el día, se estaba convirtiendo realmente en un gran peso de ansiedad. De repente, tenía dudas -nada tan malo que lo hiciera cambiar de opinión, pero lo suficiente para exhalar con alivio cuando vio una pequeña cafetería al otro lado de la calle desde el bar. Bebería un poco de café, tal vez comería un sándwich o algo así, ya que había sido incapaz de tragar un sólo bocado de la cena de esta noche, y luego sería un hombre y entraría al Unicorn.
La viejita que trajo su latte (aunque parecía -y sabía- sospechosamente como un mal café con un montón de leche) a la mesa junto a la ventana, le preguntó en voz baja y con complicidad, — ¿También quieres condones?
— ¿Perdón? —Blaine se sintió enrojecer, la camarera podría haber sido su abuela.
— Condones. Los vendemos. Es todo un negocio ya que siempre parecen tener su máquina expendedora rota o vacía. —Ella levantó la cabeza hacia el edificio de enfrente.— Un montón de jóvenes vienen a comprarlos aquí. ¿Quieres algunos?
— Um, no, gracias. Estoy bien. —No necesitaba condones, él no iba a...
Ugh, tal vez era una mala idea.
La camarera movió tristemente la cabeza y lo dejó solo, y Blaine se conformó con ver el bar al otro lado de la calle y beber su café.
Dentro de la hora siguiente, mientras su cerebro estaba gradualmente tomando el control, había visto lo suficiente como para descartar la idea de ir en su totalidad. Había niños claramente de no más de catorce años que entraban sin que el gorila pestañeara. Había un pequeño callejón al lado del bar donde parejas medio desnudas y llenas de risitas desaparecían de vez en cuando, sólo para volver momentos después. Había por lo menos media docena de personas que pasaban por la cafetería a comprar condones, algunos de ellos claramente clientes frecuentes. Era todo el cliché posible sobre tristes bares gays de mala muerte -y la noche aún era joven; Blaine no quería ni pensar en cómo sería después.
A la medianoche, salió de la cafetería y pidió un taxi. Le debía una disculpa a alguien.
Blaine entró en el edificio de Kurt, pero una vez que llegó a la puerta del apartamento, se encontró buscando evasivas. Quería disculparse, decirle a Kurt que estaba en lo cierto, pero él siguió quedándose sin palabras -todo sonaba estúpido e insuficiente después de su rabieta del día anterior. ¿Tal vez debería ir a casa e intentarlo mañana? Ya era tarde, de todos modos, y...
Reconociendo su vacilación como lo que era, Blaine respiró hondo y simplemente llamó a la puerta. Listo o no, él no se acobardaría ni se comportaría como un niño asustado.
La puerta se abrió segundos más tarde, revelando a Kurt con mejillas rosadas, cabello desordenado, con los ojos ligeramente aturdidos y los dos botones superiores de su camisa abiertos, mostrando una extensión de piel clara. Por un breve momento lleno de terror, Blaine se preguntó si interrumpía algo; Kurt se veía tan sexy, libre y relajado de una manera en la que Blaine no estaba acostumbrado a verlo. Pero la sorpresa en el rostro de Kurt era de felicidad, al menos hasta que el miedo nublara el azul de sus iris y frunciera el ceño.
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It's Not Babysitting
FanfictionTraducción autorizada por anxioussquirrel. AU, tiempo presente. Kurt Hummel tiene 28 años y ha vivido en Nueva York por diez años. Tiene un buen trabajo, un lindo apartamento y los dos mejores amigos que cualquiera pudiera desear: Sebastian, un sarc...