Capítulo 23

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La vida era increíble.

A medida que los días pasaban, Kurt sentía el profundo y calmante significado de la felicidad asentarse sobre él. Le encantaba despertar cada día con los mensajes de texto de buenos días de Blaine, y sí, había regresado a su horario normal de día; o por lo menos a lo que era normal para él. Le encantaba que Blaine generalmente venía después de la escuela. Si Kurt estaba trabajando, sólo pasaba por el estudio con un beso rápido (y a veces con un pequeño regalo: algunas flores, una caja de fresas frescas, una taza de café), y luego se iba a practicar en el piano durante una hora o dos. Ahora que había sido aceptado en el programa de música, ya no podía permitirse holgazanear y sólo tocar de vez en cuando, así que el hecho de que habían regresado, había salvado a Cooper de uno de los mayores gastos de remodelación y de la compra de un piano.

(Una vez, Kurt bromeó con Blaine diciéndole que sólo lo quería de vuelta para poder tener acceso a su piano. Blaine hizo un puchero. Kurt borró el puchero con un besó.)

Por las noches generalmente preparaban la cena juntos, o cenaban fuera, a veces con Cooper o incluso con Sebastian, pero sobre todo a solas. Su relación era todavía demasiado fresca como para querer compartir su tiempo con cualquier otra persona, y Kurt adoraba que cada noche se sentía como una cita. Iban a ver una película, o a veces un espectáculo en Broadway; daban largos paseos por la ciudad, o se ocultaban en la azotea del edificio de Kurt para ver las estrellas -tanto como era posible con todas las luces de la ciudad- y hablaban y se besaban hasta quedar sin aliento. Algunas noches se quedaban en el interior del apartamento y sólo veían la televisión, o se acurrucaban en el sofá, ocupados siendo felices y enamorados.

En algún momento entre las diez y la media noche, Blaine siempre se iba a su casa para pasar la noche, y había besos de buenas noches adecuados y promesas de mañana, y algunas veces tímidas menciones acerca de que tal vez un día, pronto, Blaine se quedara a pasar la noche.

No era como si estuvieran negándose a sí mismos por completo, o uniéndose a un club de celibato. Simplemente se sentía bien, de alguna manera, tomarse su tiempo ahora cuando su relación del año pasado había sido tan frenética y apresurada. Se besaban y acariciaban mucho, redescubriendo la alegría de estar tan cerca de nuevo, pero el ritmo de su relación física, era más como podría haber sido en la escuela secundaria que nada que Kurt hubiera experimentado. Y puesto que nunca había tenido un novio en la secundaria, la deliciosa frustración de nunca es suficiente, la incitación y la tentación, y las restricciones de los días de escuela y el toque de queda para Blaine era nuevo y extrañamente emocionante.

Finalmente durmieron juntos -pero en serio durmieron, la noche después de la graduación de Blaine: de cucharita, con su ropa interior puesta- incluso antes de volver a tener juntos un orgasmo. No mucho antes, teniendo en cuenta que despertaron a la libertad del verano, y juntos y deseosos, pero aún así. A partir de ahí, todavía tardaron alrededor de un mes para llegar al punto en que las manos y los labios y las lenguas tuvieran pleno acceso sin restricciones. Para este punto, Blaine se quedaba en casa de Kurt casi todas las noches, ya que no había clases matutinas de las que preocuparse.

Fue una de esas noches a principios de Julio, mientras yacían en la cama enredados, no del todo dormidos, pero demasiado perezosos y relajados para moverse, cuando Blaine preguntó casualmente; la curiosidad coloreaba su voz.

— Kurt, ¿alguna vez, um... has sido pasivo?

Y Kurt sabía que era una simple solicitud de información, ya que esto era lo que hacían ahora. Hablaban, preguntaban, eran honestos y abiertos. Nunca asumían ni escondían cosas sólo porque pensaban que el otro podría desaprobar algo. Esto era parte de su promesa mutua no escrita.

It's Not BabysittingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora