Una vez que Kurt se levantó y se duchó, las horas se extendieron ante él como tierra estéril que había que cruzar antes de que pudiera ver a Blaine de nuevo.
No podía concentrarse en nada. Rompió una taza mientras hacía café, casi se cruza en el camino de una bicicleta cuando se dirigía a comprar algunas provisiones, y luego, al tratar de distraerse preparando algunas muestras para Julian, se cosió justo en la punta del dedo. ¿Quién era él? ¿Un aficionado? Finalmente, se dio por vencido y decidió ir a esperar en la casa de Cooper -bueno, en el apartamento de los hermanos Anderson. Apenas eran las tres y media cuando subió corriendo las escaleras para quemar algo de su energía nerviosa, pero llevaba su cuaderno de bocetos y su iPad. Podía esperar. Sabía que a Cooper no le importaría si entraba, y esperaba que a Blaine tampoco.
El primer sonido lo golpeó al momento de cerrar la puerta tras de sí, y Kurt se quedó helado. La voz de Blaine. Era inconfundible. El tiempo pudo haber pasado, pero los sonidos que Blaine hizo en los momentos más íntimos nunca se habían desvanecido de la memoria de Kurt.
Por alguna razón, Blaine ya estaba en casa.
El primer gemido fue seguido por otro, y luego más, en rápida sucesión, y Kurt se quedó ahí, a sabiendas de que debía abandonar el lugar lo más silenciosamente posible para otorgarle a Blaine su privacidad y nunca, pero nunca, mencionar que había estado ahí. Sin embargo, su cuerpo tenía otras ideas. Se quedó clavado en el suelo, la excitación embriagando su sangre y quemando sus mejillas -hasta que se dio cuenta de que Blaine podía estar acompañado.
En realidad, debió haber pensado en eso antes, era obvio. Blaine había estado en Nueva York desde hacía meses, era precioso y muy especial. ¿Por qué no iba a tener un novio? Y cuando él había accedido a reunirse con Kurt, ninguno de los dos dijo nada sobre su relación, pasada o futura. Por lo que intuía, Blaine pensó que eran sólo dos viejos amigos que se encontrarían para tomar un café. Y aquí estaba Kurt, en todo lo alto de sus falsas esperanzas y listo para disculparse, para explicar y confesar. Secretamente soñaba con el perdón y hasta la mínima posibilidad de arreglarlo y hacer las cosas bien de nuevo.
Dios, se daría un golpe en la frente si hubiera una manera de hacerlo sin el menor ruido. Había sido tan estúpido. Patético realmente, con la esperanza de que Blaine lo hubiera esperado todo este tiempo.
Tenía la mano en el picaporte de la puerta, en espera de otro sonido más fuerte para cubrir el chirrido de las bisagras, cuando lo oyó, sin aliento y desesperado.
— Kurt, joder, sí. Justo así. Cógeme, oh Dios, sí, sí, muy bien, Kurrrrrrt.
Ninguna de sus acciones después fueron una decisión consciente -no andar los pocos pasos hacia la habitación de Blaine, no empujar la puerta entreabierta. Pero ahí estaba, y la imagen que vio pudo haber paralizado su corazón por un momento.
Blaine estaba en cuatro patas, desnudo sobre la cama, su delicioso y redondeado culo señalando hacia la puerta. Y él se estaba cogiendo a sí mismo con un gran consolador púrpura, mucho más grande que el que Kurt le había dado. Éste era en realidad más cercano al propio tamaño de Kurt, y sin embargo, se deslizaba dentro y fuera del agujero estirado de Blaine con una facilidad que enloqueció a Kurt y que nubló su cerebro.
Oyó un gemido, y antes de que se diera cuenta que era suyo, Blaine estaba luchando por meterse bajo las sábanas, chillando "¡Cooper!" con una voz entrecortada y llena de pánico.
Fue sólo cuando estuvo cubierto hasta el cuello y con el rostro completamente rojo, que Blaine miró hacia la puerta... y se cubrió los ojos, mortificado.
— OhDiosmíoKurt.
Sin embargo Kurt todavía no había recuperado la compostura, demasiada sangre fluyendo hacia el sur al mismo tiempo, porque lo único que su boca pudo producir fue— Sí. Por favor, haré lo que quieras. Te cogeré ahora mismo si quieres, yo...
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It's Not Babysitting
FanfictionTraducción autorizada por anxioussquirrel. AU, tiempo presente. Kurt Hummel tiene 28 años y ha vivido en Nueva York por diez años. Tiene un buen trabajo, un lindo apartamento y los dos mejores amigos que cualquiera pudiera desear: Sebastian, un sarc...