Capítulo Doce

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MANGEL

—¡Enciende el puto coche!—Gritó Rubius a mi lado desesperadamente.

Rodeé las llaves torpemente del automóvil de alta gama en el que nos encontrábamos.
—¡Todavía estoy en clases de conducción!—Grité de vuelta—¡Aún no podría conducir a toda velocidad para una persecución así!

—¡Joder, tío!—Me dio un golpe en el hombro, salió del carro y entró avergonzado en el otro que se encontraba a unos metros del que nos habíamos subido primero—¡¿Por qué entonces me presumías siempre lo bien que conducías?!—Giró las llaves del otro coche y lo encendió—¡Sube rápido, gilipollas!

Obedecí ignorando sus quejas y empezó a conducir por el aparcamiento, intentando encontrar una salida. Me sostuve de las barras que surgían del techo unos centímetros sobre mi cabeza. «Yo podría conducir mejor» pensé con amargura. Rubén giraba el volante usando más el instinto que la teoría mientras yo moría del miedo. El hijoputa nos haría estrellar por ser tan frenético; típico de él. Las sirenas de la policía empezaron a sonar mientras veíamos como nuestros compañeros también intentaban escapar del lugar.

Y joder, ahora entendía el mal humor de mi compañero: entre los ocho que estábamos en aquella simulación, éramos los únicos en un puto carro de golf.

El resto de nuestro equipo salió disparado por la puerta seguido lentamente por nosotros. El rubor que cubría las mejillas de Rubius por la tensión me causaba gracia mientras imaginaba cómo nos debíamos de ver.

El viento citadino golpeó nuestro rostro. La verdad no sentía que estaba en el GTA porque no eran Los Ángeles pero estaba genial que hubiesen calles enteras solo para nosotros y el juego. El débil motor del carrito sonaba con cada pisada de Rubius en el acelerador.

—¡¿A dónde vamos?!—Exclamó mi amigo con prisa mientras veíamos como los demás se perdían entre las calles dejándonos solos.

—¡A algún callejón o alguna tienda!

Rubius giró el volante para adentrarnos en una de las calles. Una bola de pintura golpeó mi brazo. Otra más golpeó el torso de Rubius provocando un quejido de su parte. Y otro mío.

—¡Joder, que pesados!—Exclamó y frenó bruscamente tocando su pecho como si fuese una bala de verdad.

—¡¿Qué haces, gilipollas?!—Grité y me bajé del coche para refugiarme en una de las tiendas corriendo—¿Por qué coño has parado así?

—Me duele mucho, joder, tío—Murmuró entrando detrás de mí alzándose la camisa para verse. Un moretón había empezado a formarse debajo de su costilla derecha. El moretón tenía también una gotitas de sangre—¿Pero qué cojones me han hecho?—Frunció el ceño con dramatismo—¡Ay mi Mahe que me muero!

Reí dándole un vistazo a mi al rededor. Era una tienda de cómics. Las estanterías estaban llenas de libros animados, sin embargo, no había nadie tras el mostrador. Habían figuritas de series que no conocía en las repisas y habían camisas así también como accesorios.

—¿Crees que hay algo de Deadpool?—Preguntó Rubius mirando las figuras de colección.

—¿Crees que nos encontrarán?—Pregunté haciéndole caer en cuenta de que los cómics no eran lo más importante en ese momento.

—Vale, vale—Apartó la mirada de los juguetes y miró por la ventana—No veo a nadie y no se escucha nada.

—Vale, entonces salgamos y vamos a por el puto botón «Platinum» de YouTube que debemos encontrar—Dije decidido. Nos habían dicho que el que lo encontrara, ganaba y encima se lo llevaba. Era por equipos de a dos. Ese día nos había tocado a Rubius, a Alex, y a mí juntos pero él había decidido hacerse de pareja con un gamer francés.

Cámaras » [rubelangel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora