Capítulo Cuatro

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MANGEL

Había llegado el día. Tenía los tíquets en mi mano mientras me hacía paso a través de la gente del aeropuerto. Estaba nervioso. Volar sobre el océano era una idea que me animaba poco y me hacía sentirme algo mal. Caminé a la sala de espera luego de pasar por las salas de seguridad. Miré por la ventana, los aviones aterrizaban y despegaban, indiferentes a los nervios que ahora me carcomían.

—Mangel—La voz ronca de Rubén me sacó de mi anonadamiento. Estaba parado frente a mí con una sonrisa dibujada en su rostro. Esa clase de sonrisas que hacen que te preguntes por qué hay tanta tristeza en el mundo—Te he echado de menos.

Sonreí con ganas y me levanté. La diferencia de estatura se hacía notable en esta clase de situaciones. Alcé la mirada para encontrarme con los ojos del color que aún no había logrado descifrar.

—Yo también, Rubiuh—Dije mientras lo rodeaba con mis brazos. Sus brazos se cerraron en mí a modo de respuesta y nos quedamos allí por unos segundos.

—¿Estás emocionado?—Preguntó mientras nos separábamos. Me senté de nuevo en la silla, Rubius se sentó a mi lado.

—A decir verdad, estoy bastante nervioso—Solté una risa involuntariamente.

—¿Nervioso?—Me rodeó de nuevo con el brazo y me atrajo hacia él unos segundo—Usteh no debería sentirse nervioso—Dijo haciendo a Ust con la mano y agudizando la voz.

Reí mientras se hacía el gilipollas. Lo miré y el me devolvió la mirada abriendo los ojos. Sonreí y me alejé de él. Él rió.

—¿Dónde estabas cuando te llamé?—Preguntó de repente, como si se hubiese acordado de que tenía que preguntarme.

—Uh, afuera, con Bea—Me encogí de hombros, intentando no lucir culpable, aunque me sentía así.

—Ah, vale—Dijo y asintió despacio—¿Cómo va todo con ella? Es bastante... maja.

—Bastante bien, tío, gracias por preguntar—Sonreí y me estiré—Joder, que sueño tengoh.

—Yo también—Bostezó mientras sacaba su cámara y la ponía a grabar—El vuelo sale dentro de unas horas y estoy en la sala de espera con mi Mahe—Sonreí involuntariamente—Ya grabaré cuando pise la gran ciudah—La guardó de nuevo.

—Extrañaba esto—Le dije mientras bostezaba yo también—Verte grabar.

—¿Qué?—Rió y me miró—¿Por qué?

—No lo sé, tío, cuando grabas eres realmente feliz—Me encogí de hombros y le di una sonrisa.

Me miró por unos segundos y luego sonrió. Sus hoyuelos se marcaron y arrugó la nariz.

—Supongo que sí, si no me hiciera feliz, no estaría trabajando en esto—Me respondió y me acercó a él—Pero también soy feliz porque estamos juntos de nuevo.

—Tío, no nos vemos hace unas semanas—Solté, hacía todo algo muy trágico—No es para tanto.

—Para mí sí—Apoyó su frente en mi hombro y cerró los ojos—Te eché mucho de menos—Susurró.

No sabía qué hacer. No sabía si debía responderle algo parecido o si debía apartarlo. Si debía sonreírle o si debía mostrar indiferencia. Me dejé llevar por el momento.

—Yo a ti—Respondí mirándolo de reojo. Sonrió levemente y se separó de mí. Sacó su móvil y marcó a su madre.
Mientras hablaba con ella diciéndole que ya se iba, me quedé mirándole. Había una pequeña arruga entre sus cejas que se formaba cuando se concentraba, su pelo estaba desordenado bajo la gorra que llevaba, y sus ojos parecían algo cansados. Bueno, después de todo eran las cinco de la mañana. Supongo que mis ojos lucían igual detrás de mis gafas. Escuché su risa y me giré hacia él, quien tenía el teléfono en su oreja mientras arrugaba la nariz y cerraba los ojos. Joder, sí que lo había extrañado.

Cámaras » [rubelangel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora