Capítulo Catorce

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"el tiempo es engañoso porque sólo después de que todo ha cambiado silenciosamente, te recuerda que no puedes detenerlo, o devolverlo" – frase de un libro que leí hace mucho.

MANGEL

Un beso tras otro. Una emoción tras otra. Pero el sentimiento era el mismo. Sus labios suaves y delgados y su mirada llena de universos a los cuales quería pertenecer. Sus mejillas suaves y su pelo que enredaba en mis dedos.

Beatriz me llenaba. Y tenerla allí junto a mí era perfecto.

Con la tenue luz de la lampara de la habitación del hotel iluminando sus ojos me sentí afortunado de tenerla. Sus delicadas manos a los lados de mi cara trazando un delicado patrón que me adormecía. La quiero demasiado. Quizá en ese momento no asimilaba lo mucho que tenía entre mis manos. Ella sólo estaba ahí encantándome e hipnotizándome pero jamás me di cuenta de que todas aquellas palabras que me dijo eran esenciales para buscar mi lugar en este mundo.

La besé una vez más y pude sentir una sonrisa en sus labios. No podía pensar en nada más que su risa cada vez que le hacía cosquillas con mi barba con cada roce de labios. Había llegado al medio día, es decir, siete horas antes a lo que estaba pasando. La vi en la puerta sola buscando a alguien con la mirada. Corrí hasta ella y la envolví en un abrazo. Charlamos toda la tarde y luego fuimos a comer. No habíamos hecho mucho pero el hecho de tenerla junto a mí me producía felicidad. Una felicidad que te perfora los huesos, es decir, una sensación de hogar. Con ella me sentía a salvo.

Entre besos y caricias caímos dormidos. Quedaban tres días de grabación y después volveríamos a casa. Cada uno de ellos salimos con Beatriz a algún lugar para visitar; un museo, un muelle, un parque. Buscábamos siempre la forma de salir de la rutina. A Rubius no lo había visto desde aquella mañana en la que me sinceré totalmente con él al desayuno. Habiamos quedado en diferentes equipos de grabación. Y la verdad no me importaba qué podría estar haciendo, solo o con Eco.

Yo estaba con Beatriz y todo estaba de maravilla para mí. Había ordenado mis prioridades y quizá fue lo mejor que pude hacer.

U N A S E M A N A D E S P U É S

Entre las risas de mis amigos, extrañé la de Rubius. Él no se había devuelto con todos ya que había decidido quedarse otra semana más en los Estados Unidos para pasarla junto con Eco. Me alegraba bastante por él, porque finalmente se había deshecho de su miedo al amor. Además Eco era su complemento perfecto. Le había llamado el día anterior para saber cómo estaba y me había respondido risueño y con un tono de felicidad en su voz que todo andaba bien. Entonces, así estuviese un poco arrepentido por haberle destapado los ojos en Nueva York acerca de rubelangel, decidí que había sido lo mejor.

Hay veces en las que es mejor dejar ir. Y Rubén tenía que dejar ir aquel sentimiento entre nosotros para poder recibir uno nuevo e incluso mejor. Lo que había pasado a las dos de la mañana en el hotel tenía que olvidarse y la verdad es que se me hizo más fácil de lo que esperaba. Aunque no puedo negar que en ese momento había sentido más angustia que en toda mi vida y que podría recordar cada detalle si quisiese, ahora estaba tranquilo sabiendo que ambos supimos cómo manejar la situación. Teníamos que aceptar que lo nuestro sólo era una amistad como las millones más en la tierra. Nada más y nada menos. Una amistad disfrazada de almas gemelas. ¿O almas gemelas disfrazadas de amistad?

Cada uno de nosotros había retomado su vida normalmente. Cada uno subía sus vídeos y cada uno hacia lo que quería. Entonces es cuando tuve el dilema mental más jodido de mi vida. No sabía si debía cerrar el canal. No había subido nada desde la Navidad del año anterior y aunque sabía que habían personas que querían saber acerca de mí y verme de nuevo en algún nuevo juego no podía decidirme. La idea de vivir como no quería siempre me acechaba. Me era imposible entender por qué me sentía así. Y ahora que lo pienso, supongo que era el típico pensamiento de cuando estás entre la completa madurez y la juventud rebelde. Yo sólo quería ser recordado después de mi muerte.

Recordaba siempre que pensaba en ese tema las palabras de Rubén. Nada es tan terrible como el olvido de los que amas. Las repetía en mi cabeza una y otra vez como una mantra. Y aunque fueran totalmente ciertas, aún me aterraba ser olvidado con el paso de los años hasta desaparecer casi como si nunca hubiese existido. Era un puto conflicto mental que cualquiera tiene. Estaba muy agradecido con Rubén por haberme reconfortado cuando acudí a su ayuda. La verdad no había tenido ninguna pesadilla, sólo quería hablar con él.

Cada vez que pensaba en mi amigo no sabía que pensar exactamente. Jamás le había besado sin una cámara en frente en mi vida y que él lo hubiese hecho solo me confundió. Quizá me entristeció porque lo único que sentía cuando se mostraba así era incomodidad. Y verlo al borde de las lágrimas cuando se separó de mí y enfrentar la realidad de que nunca le devolvería el beso fue muy duro.

Fue tan duro que una vez cerré su puerta la primera lágrima resbaló por mi mejilla. Y corrí hasta mi habitación reprimiendo los sollozos. Lloré por unos minutos mientras me arrepentía por no poderle haber dicho claramente que lo nuestro había cambiado. Teníamos una percepción totalmente opuesta y no pude hacer nada al respecto que dejarle lastimarse besándome. Nuestros labios no estaban hechos para ser unidos. Nuestros labios solo estaban hechos para reír con el otro. Ya está. Jamás había llorado porque sabía que alguien iba a terminar descompuesto y entonces fue cuando también comprendí cuánto me importaba Rubius.

Aquel chico risueño que me había engañado por tres meses la primera vez que le conocí por internet fingiendo ser alguien más. Y haber confiado en que hablaba con alguien que admiraba fue el mejor error que pude cometer. Cuando me dijo quién era; un chico un año mayor que yo con mis mismos gustos, no sentí decepción. Siendo sincero, me alegró tener un nuevo amigo. Todos esos años comunicándonos a través de la red hicieron que Rubén me importara tanto como me importo a mi mismo.

Todas las veces que lloró en mi hombro por amor o presión social me hicieron vulnerable a su vulnerabilidad.

Pero no podía enamorarme de él. Ni él de mí porque no estamos hechos para el otro. Estoy seguro de que ninguno de los dos se enamoró nunca. Sólo era confusión. Nos conocemos tan bien que podemos reaccionar de la misma manera a algunas cosas, que podemos decir cuando el otro se siente desanimado, nos conocemos tan bien que podemos confundir el amor con el afecto.

El tiempo puede ser tu peor enemigo o tu mejor aliado. El tiempo destruye y el tiempo sana. El tiempo te abre los ojos y te deja ciego. El tiempo solo se escurre entre nuestras manos. Se escurre como miles de granos de arena que intentas detener. El tiempo y sus consecuencias son inevitables. Siempre lo serán.

El tiempo se había llevado las videollamadas que hacíamos y las había reemplazado por un apartamento juntos. El tiempo se había llevado aquel apartamento y lo había reemplazado por cada uno por su lado. Y el tiempo nos había separado hasta el punto de dejar de hablar por unas cuantas semanas y unido incontables veces hasta el punto de llamarnos todos los días.

El tiempo nos había cambiado. El tiempo no espera para que tomemos las desiciones que queremos y es entonces cuando te das cuenta que las cosas no están saliendo de acuerdo a tu plan y vas por ahí improvisando que harás a continuación. Rubén y yo improvisábamos. Hacíamos cada uno nuestro camino asegurándonos de tenernos el uno al otro.

El tiempo es magnifico porque cuando miras en retrospectiva te das cuanta de que todo ha cambiado. Ya nada es igual, y jamás me hubiese dado cuenta del cambio si las cámaras no hubiesen estado allí. Ellas eran la excusa de nuestro comportamiento, y cuando Rubén decidió besarme sin una cámara de por medio, entendí que todo era diferente.

Todas las cosas deben cambiar en algún momento y así fue como descubrimos, Rubén y yo, que si queríamos ser amigos del tiempo teníamos que aceptar los cambios. Teníamos que aceptar las curvas de la vida. Teníamos que aceptar nuestro futuro, nuestro presente y nuestro pasado y así, después de todo, seríamos felices.

Cámaras » [rubelangel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora