Capítulo Dieciocho

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MANGEL

No podía dejar de pensar cuán similar era toda la situación mientras fumaba un cigarrillo en una de las mesas más escondidas de mi café favorito... Aunque ésta vez fuese totalmente opuesta a lo que había pasado por el 2012, había una conexión que me alarmaba...

Por aquellas épocas todo había sido bastante oscuro para mí. No sólo porque estaba demasiado confundido acerca de mis gustos e identidad sino porque una ligera sensación de abandono invadía con constancia cada fibra de mi ser. Sentía que Rubius se había aprovechado de mí: yo organizaba los pagos de la casa, la limpiaba cuando no conseguíamos a alguien que ayudara, y cuidaba de Raspy la mayoría del tiempo. Para mí, él solo había decidido comprar aquel apartamento para, además de tenerme cerca, tener a alguien que mantuviese todos sus lujos mientras él solo los disfrutaba.

Pero la verdad es que no me fui a enterar de que todo iba en picada mucho después desde que había empezado a sentir aquello. En realidad, yo no me había dado cuenta de nada, porque normalmente me la pasaba jugando videojuegos en mi pequeña habitación. Abrí mis ojos por la fuerza a la realidad una tarde gélida en Madrid, llena de agua por las lluvias. Mi amigo me había dicho que se iba con su novia de ese momento por el resto del día hasta la mañana siguiente, vale, normal, pero lo que él no sabía era que yo había esperado con ansias la llegada del fin de semana para poder jugar con él hasta tarde y quizá beber un par de cervezas. La noticia me golpeó y la exasperación que había estado comprimiendo salió a flote con más fuerza que nunca.

—Mangel, me da igual si te sientes solo o lo que sea, tengo que ir con Jen—Rubius había dicho mientras se ponía aquella suave chaqueta de mezclilla que siempre solía usar en ocasiones especiales después de que yo me hubiese quejado bastante—Ya hemos hablado de esto.

—No te estoy diciendo que no vayas, tío, te digo que al menos me hubieses dicho antes para poder invitar a Alex o Cheeto—Suspiré yo irritado, y he de admitirlo, algo dolido—Tenemos el puto apartamento para estar juntos no para que solo nos veamos una o dos horas al día y para venir a dormir.

—Joder, macho, pareces una de esas novias celosas que nunca quieren separarse de uno—Rubius rodó los ojos y frunció el ceño—Mangel, lo siento, tío, pero mi novia es más importante para mí que...

Abrí los ojos estupefacto y sentí una opresión en el pecho que jamás había sentido hasta ese momento. Desvié mi mirada mientras él se daba cuenta del grave error que había cometido.

—No, Mangel... No me refiero a eso—Rubén se corrigió preocupado por lo que yo pudiese hacer—Es sólo que siento que siempre quieres estar junto a mí y necesito mi espacio.

Suspiré y asentí apenado. Pero tomé el valor suficiente y hablé:

—Lo bueno de ser tu amigo desde hace tanto tiempo es que te conozco demasiado bien—Otros suspiros se habían escapado de mi boca hasta ese punto—Y sé que entre más exaltado estés, más honesto eres.

Las mejillas de Rubén se tiñeron de unas desagradables manchas rojas que expresaban su vergüenza. Pero pronto su expresión fue reemplazada por una de irritación.

—Vale pues sí, resulta que a Jennifer la amo, y tú... Pues eres mi amigo, tío, ya está—Se puso la gorra con brusquedad y salió con decisión sin mirar atrás una sola vez.

No sabía que había cambiado dentro de mí pero estaba seguro de que sí había cambiado algo en los más profundos engranajes de mi cerebro ese día. Ahora lo sé: fue aquella comparación entre su novia y yo lo que me hizo sentir una extraña mezcla entre celos y tristeza. Pasé aquella noche solo en el lúgubre apartamento que empezaba a ser motivo de mi cansancio constante y pesadez. Todo tipo de cosas se me venían a la cabeza atormentándome mientras me revolcaba entre las sábanas y pensaba en él.

Cámaras » [rubelangel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora