Y a quien no se le ocurriría, resulta que en un tiempo mi madre subestimaba mi existencia, al parecer, hasta hoy. Eran a las 11:08 PM y yo estaba preparando algunas cosas para irme a trabajar y una libreta para anotar hechos "extraños" que Vincent me dijo que podían suceder. Pero no contaba con esto; mi madre me hace un interrogatorio, que a donde voy, por qué, que quien me dio permiso y demás preguntas que no me complace contestar, pero tengo qué, al final le digo que se me está haciendo tarde y me tengo que ir, aunque sea temprano y la pizzería esté cerca.
---Espera, hija---Me toma del brazo.---Se que han pasado cosas y... te aseguro que vamos a estar bien.
---Bien, es bueno---Me zafo de su brazo.
---Elsa yo te necesito conmigo hija, se que no he estado... pero me preocupas...
---¿Y Adrián?
---No ha venido...
---Y como no está él, ahora sí te acuerdas de tu hija ¿verdad?
---Elsa, no. Siempre me acuerdo de ti, me importas, no digas estupideces.
Me quedo callada, mirándome los pies y abro la boca para decir:
---Tengo que irme.
---Permíteme acompañarte---dice mi mamá.
---No, después regresarías sola y...
---Entonces voy por ti a las seis.
---Mamá...
---Por favor, no me siento a gusto.
Pienso "pero en todo este tiempo sí te has sentido a gusto sin mi" pero ya nada más le digo que está bien.
***
Después de subir dos cuadras, doblar a la derecha, ahí está Fazbear, la pizzería. Genial. El vigilante del turno matutino ya se fue. Ahora tengo que abrir yo, con las llaves que me dio el señor Fazbear.
Entré por la puerta frontal para dirigirme a mi oficina. Que chistoso suena "mi oficina", como si fuera alguien importante, una ejecutiva o un político y eso que nada más tengo diecisiete años. Al entrar, lo primero que noto es un olor a humedad y un tétrico silencio que aturde; no me cuesta trabajo encontrar la oficina, únicamente tengo que atravesar un largo pasillo y paso a paso dejo los cuadros blancos y negros del piso. No hay puerta. Encuentro un escritorio, una silla y un ventilador que seguro el vigilante anterior olvidó apagar. ¡Carajo! ¡Cómo me caga que dejen basura, imbécil!
La silla parece cómoda, me siento, observo los pósteres y cables en las paredes, los conductos de ventilación y un teléfono que sonó a los pocos instantes de verlo, intento contestar pero creo que es automático. Hello? Hello, hello? Lo que me faltaba, se me había olvidado que este es un puto centro de atracción americano y este cabrón me habla en inglés; vamos a ver que puedo entenderle. A ver, ajá, sí, mi nuevo camino y emocionante carrera, ajá, animatrónicos, ¿sistema sin problemas? Repite eso, ¡maldita sea, es una grabación! ¿Se mueven estas madres?
Después de escuchar al tipo del teléfono entiendo algunas instrucciones; como que tengo que ver la zona de premios o algo así, tengo que darle cuerda a una caja de música porque al parecer hay un animatrónico en su interior. Ademas tengo que ponerme una ridícula máscara de un oso que se llama igual que el jefe: Freddy Fazbear y así engañaré a estos seres. Pero también tengo una linterna, que según el sujeto de la grabación, se puede quedar sin baterías, pero que este lugar es muy seguro. Luego de oír a ese hombre, parece que han pasado dos horas, ¡Dios, como habla! Este lugar no es tan malo. Si no fuera por la mala iluminación y la humedad, este sería mi lugar favorito. Obscuro, silencioso, ideal para callar mi mente ruidosa.

ESTÁS LEYENDO
Un amor demorado
LosoweElsa tiene 17 años y en medio de su locura juvenil, se enamora de un misterio.