Epílogo

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Los alumnos los miraban con atención, podían notar a la perfección el amor que rodeaba a su profesora y aquel hombre que narraba su vida como clase especial.

Se llamaba Wonwoo y hablaba con una sonrisa en los labios que a veces se borraba por una simple mueca mientras que seguía contando la triste vida que había tenido que soportar hasta que una loca adolescente lo tomó del hombro evitando que matase a golpes al idiota de su hermanastro, el cual desapareció sin dejar rastro. Aunque claro, tuvo que cargar en su espalda con su cuerpo durante media hora ya que se había desmayado.

Todos reían con las tontas peleas de ambos, como cuando ella se coló en su coche o cuando aquellas dos chicas aparecieron en el pub y Selena se puso celosa, ninguno podía imaginar a su profesora favorita así.

― ¿Queréis hacer alguna pregunta? ―Una joven de segunda fila levantó la mano.

―Si usted estudiaba sociología, ¿cómo acabó estudiando psicología? ―Selena colocó una dulce sonrisa en sus labios recordando antiguos momentos.

―Después de ayudarlo sentía a mi corazón tan sumamente feliz... Junto a Wonwoo, mi profesor de aquella asignatura en la que tuve que trabajar con él, me convencieron que mi verdadera vocación se encontraba aquí, en la psicología. Así que, al año siguiente, cambié de carrera y creo que es lo mejor que pude hacer.

Después de algunas preguntas más, la clase dio a su fin; sin embargo, antes de que los alumnos se pusieran de pie, Wonwoo carraspeó la garganta antes de hablar.

― ¿Sabéis algo? El día que pedí perdón a Selena frente a toda su clase, no sólo la besé frente a todo el mundo. ―Todos comenzaron a corear provocando un dulce sonrojo en las mejillas de ella. ―Sino que también declaré mi amor por ella y le pedí que fuese mi novia y así fue hasta el día de hoy. ―Selena comenzó a sentir su corazón latir con fuerza cuando vio a su pareja acercarse a ella con aquella mirada traviesa que tanto pavor le daba por las consecuencias que traían. ―Así que, no quiero perder las buenas costumbres. ―Wonwoo hincó su rodilla en el suelo y, sacando un brillante anillo del bolsillo la observó a los ojos, confesando sus sinceros sentimientos con una simple mirada, provocando suspiros y tontas risas en el aula. ―Selena, ¿quieres casarte conmigo?

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