Capítulo 3

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-Mamá puedo explicarlo.

-¡¿Explicar el qué?! ¿Que te hemos dejado sola un día y ya has montado una fiesta? A ver, explícamelo.

Un nudo se formó en mi garganta. Tenía razón. ¿Cómo iba a explicarle todo esto sin que culpasen a Min Ho o a mí? Me encogí de hombros como respuesta. El rostro de mi padre estaba rojo de ira y el de mi madre no se quedaba atrás.

-Lo...-Intenté decir, pero la agitada voz de mi padre me lo impidió.

-No te atrevas a decirlo. No te atrevas a decir que lo sientes cuando has hecho esto. ¿Cómo quieres que confiemos en ti si montas una fiesta en nuestra propia casa y sin nuestro permiso? Has caído bajo Sun Hee.-Suspiró.

Alcé la mirada hasta encontrarme con la suya. La forma con la que me miraba lo decía todo, no necesitaba más palabras. Sus ojos reflejaban ira, enojo, tristeza y lo peor; decepción. Nunca me había mirado así, nunca me había mirado con el asco con el que me miraba ahora. Aparté la vista antes de que mis ojos se pusiesen vidriosos, pero no hizo efecto. Agaché la cabeza para evitar que me viesen llorar, no quería parecer más débil de lo que ya era. Me sumí en un llanto silencioso mientras mi padre subía a su habitación. Pasados unos segundos, mi madre lo imitó. Giré mi cabeza para mirarla, buscando empatía en ella. Pero solo encontré una expresión parecida a la de mi padre.

-Mamá, por favor...

-No me llames así, me avergüenza ser tu madre.

Dicho eso, subió las escaleras y se metió en su habitación. Mis piernas flaquearon, haciéndome caer al suelo, sentí un agudo dolor al notar como mi cabeza chocaba contra este, pero el dolor de la caída no era comparable con el dolor que sentía en mi corazón en ese momento. Lo que empezó siendo un llanto silencioso acabó siendo uno desgarrador. Sentía que cada una de sus palabras agujereaba mi pecho sin compasión alguna, haciéndome derramar lágrimas saladas que empapaban mi rostro. Me puse en posición fetal y entre lágrima y lágrima, quedé dormida.

Un fuerte sonido me despertó. Alcé la cabeza sobresaltada y me encontré a Hye recogiendo una sarten que supuse que se le habría caído. Posó su mirada en mi y una expresión de horror se le dibujó al ver que me había despertado.

-Oh, perdóneme señorita Park, no era mi...

-Tranquila Hye, no pasa nada. ¿Al que madruga Dios le ayuda no?-sonreí, intentando creer en mis propias palabras. Necesitaba la ayuda de cuatro dioses para arreglar mis problemas.

Me dedicó una cálida sonrisa y se puso a trabajar de nuevo. La observé mientras trabajaba, fijándome en todo lo que hacía su esbelta figura. Hye tendría unos pocos años más que yo, era alta, pálida, delgada y tenía una melena azabache larga y lisa. Probablemente era piropeada más de una vez por su belleza, y no me extrañaba. Me recordaba a una Idol, con su cuerpo perfecto y carácter digno de una Miss Universo. Subí a mi habitación en busca de mis llaves para dar una vuelta, aprobechando que mis padres se habían vuelto a ir. Me acerqué a mi mesilla y abrí el primer cajón, para mi sorpresa, no estaban ahí. Busque debajo de la cama, en la otra mesilla y en todos los sitios que se me ocurrían pero sin resultado. Al final, ya harta de buscarlas me acerqué a la cocina para preguntar a Hye.

-Hye ¿Donde están mis llaves?

Ignoró mi pregunta y siguió cocinando como si no hubiese oido nada. Odiaba repetir las cosas, más aún si sabía que las habían entendido a la primera.

-Hye.

-¡Hye!

Di un pequeño salto y se giró hacia mi. Por fin.

-¿Qué ocurre señorita Park?

Chasqueé la lengua y la mire fulminante. Odiaba que se hiciese la sueca.

AGUST D {BTS-SUGA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora