~Capítulo 1~

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La nueva casa estaba bastante bien, muy distinta a la idea que llevaba en mente. Era muy espaciosa y, sin duda, mucho más grande que la que tenía en Oregon. Los muebles era muy modernos, al igual que el piso y las decoraciones. En realidad toda la villa* estaba perfecta. Había una plaza enorme, con una fuente, un sendero para correr y hacer ejercicio y en algunos lugares de la misma había preciosos jardines.
Al subir a la planta alta, me quedé impactada con lo que vi. Las habitaciones eran mucho más grandes que las de mi antigua casa. Había cuatro dormitorios, una azotea y una estancia. Sarah, mi hermana mayor, también estaba muy emocionada. Daba saltitos como niña pequeña al entrar en la habitación que le indicaron mis padres sería la suya.
Al entrar yo en la mía divisé la hermosa vista que se podía ver a través de la ventana, se miraba directamente hacía la plaza de la villa. La luz que entraba era muy cálida y en una proporción perfecta para iluminar hasta el más pequeño rincón.
Sin pensarlo dos veces comencé a desempacar. Semanas atrás varios camiones ya había llevado muchas de nuestras pertenencias para que nuestra llegada fuera mucho más fácil, por lo que, estando ahí, no tuvimos que preocuparnos de una cama, o algo así. Metí todas mis pertenencias en su respectivo lugar. Para la tarde, mi habitación ya me era más familiar, las paredes ya vestían con bonitos pósters, los cajones ya contenían ropa, al igual que el armario. Quizá Lakewood no era tan malo como yo lo había juzgado, de antemano la casa estaba perfecta.
Al bajar a cenar, mis padres discutían. Era normal en ellos, lo hacían tan seguido que ya no me impresionaba, ni me importaba demasiado. Siempre discutían por cosas tan ridículas como si esto estaba bien, si aquello estaba en otro lugar. Era patético.
Sarah había preparado una cena espléndida, digna de una bienvenida para nosotros mismos.
-Entonces, ¿qué les pareció la casa?- preguntó papá con un tono más alegre.
-Está bastante bien. Creo que escogiste la casa perfecta-respondí comiendo un bocado.
Mi padre había hecho varios viajes a Lakewood antes de la mudanza, para asegurarse de escoger una bonita casa. Yo no quería mudarme, y me negaba a darle una oportunidad a California dejando mi ciudad natal. Pero no había otra opción, eran cuestiones de trabajo de mis padres.
-Lo que más me ha encantado es mi habitación, es muy grande y creo que tiene el espacio suficiente- comentó Sarah.
-Me alegra ver que están emocionadas, espero que estén así mañana en su nuevo instituto y universidad-
-Papá, la verdad es que no sé si ya quiero retomar los estudios tan pronto, ha sido un viaje de muchas horas y pensaba en tomarme el día de mañana para reponer fuerzas- respondí yo.
-Ni hablar, no puedes perder ni un día, hablé con el director y se mostró muy amable en darte un lugar. Debes aprovechar que cuentas con la oportunidad de que el instituto comenzó apenas hace una semana y así no se te hará tan difícil hacer nuevos amigos.
-Bueno, yo no creo que...
-Por Dios Vanessa, solo termina de cenar y mañana irás al instituto. Punto- interrumpió mi madre, qué hasta entonces había estado callada.
El silencio reinó en el comedor un largo periodo de tiempo. La verdad no quería conocer a nuevas personas. En Portland había dejado a mi mejor amiga Anelly y a mi novio, Usher. A pesar de la distancia, él prometió que lo nuestro continuaría; llevábamos un año juntos, por supuesto que no terminaría lo nuestro. Claro que mi vida en Lakewood no sería nada sin ellos, los necesitaba y mucho.
Al terminar la cena subí corriendo hasta mi habitación, tomé mi teléfono y llamé a Anelly.
-Hola, Van- saludó con el apodo que ella me había impuesto.
-Anelly, no tienes idea Lakewood es hermoso y la casa, Dios, tienes que verla; ojalá puedas venir a verme pronto.
-Claro chica, estoy impaciente por tener aprobación de mis padres por pasar unos días allá en California, no sabes la envidia que te tengo.
Solté una carcajada. Anelly siempre me hacia sentir bien, definitivamente no estaba segura de poder vivir sin ella.
-Tranquila, el instituto no será igual sin ti y sin Usher- al decir su nombre se me quebró la voz. En serio quería continuar lo mío con él, pero tenía miedo de perderle.
-Van, no te preocupes. Eres buena haciendo amigos y...
-Pero no quiero otros amigos- la interrumpí- necesito de ti y de Usher aquí.
-Será pronto- me dijo con voz triste y seria-Van, no quisiera colgar tan rápido pero tengo que irme.
-Anelly, ¿de verdad? Es que... no lo sé, me siento sola- dije en un hilo de voz, nada sería igual estaba convencida.
-Prometo que te llamaré mañana, y todos los días; no estarás sola Van-
Quería creer eso. Quería aferrarme a sus palabras como si fuera mi último mecanismo de supervivencia. Pero lo cierto es que no sabía hasta qué punto podría ser verdad. Confiaba en Anelly, nuestra amistad ya llevaba mucho tiempo y por supuesto que ni ella ni yo romperíamos ese lazo. Pero todo podía pasar, no dejaba de rondarme por la cabeza la idea de que Anelly pudiera encontrar otra mejor amiga, de que me olvidara cuando yo mas la necesitara.
-Está bien- dije por fin.
-Dulces sueños Van, y tranquila,  todo estará bien, ya lo verás.
-Eso espero- dije parpadeando para espantar las lágrimas-Te quiero.
-Yo también,Van. Hasta pronto.
Dicho eso, colgó.
Me planteé en llamar a Usher pero ya era algo tarde, quizá él ya estaría dormido. Me acomodé en mi cama, mirando hacía la ventana. No quería ir al instituto. La casa era lo único que me gustaba de mi nueva vida en Lakewood, quería a Usher, quería que me abrazara y me dijera que todo estaba bien, qué me consolara como solo él sabía hacerlo. Abrí un cajón de mi mesita de noche y saqué una caja, adentro había miles de las cartas que Usher me había dado. Leerlas me tranquilizaba muchísimo. Siempre hacía eso cuando Usher estaba ocupado y no podíamos vernos. Saqué una, que en particular me gustaba mucho. Me la había dado cuando cumplimos seis meses, y eran las palabras que necesitaba.
Vanessa:
Jamás pensé que este día llegaría. Seis meses, por Dios, ha sido muy lindo este tiempo a tu lado. Quiero agradecerte todo lo que hemos pasado juntos. La verdad es que eres la chica perfecta, y no sé si ya te lo he dicho antes, pero eres hermosa. Eres la mejor, sinceramente no podría alejarme jamás de ti. Te necesito, cada hora sin ti es como un millón de años en soledad, te necesito para ser feliz y para sobrevivir. No me extenderé mucho. Solo quiero que sepas que eres una flor preciosa, con hermosos sentimientos, y que quiero que siempre estés a mi lado.
Te quiero, Vanessa.
Usher.
Releí la carta millones de veces, necesitaba que me dijera esas palabras, pero en persona. Me preguntaba qué estaría haciendo en ese momento, si me extrañaba, si creería que nuestra relación a distancia funcionaría. Sí, claro que tenía que funcionar. Usher ya me llamaría cuando estuviera libre. No tenía que preocuparme de nada, él se encargaría de que todo saliera bien. 

La casa perdió su color. Todo era gris y negro, sombrío y frío. Una oleada de temor me recorrió la espalda. Estaba en la sala de estar de la nueva casa, pero todo era diferente. Había retratos de una mujer de cabello rizado y negro por todas partes, sustituyendo las fotos que mi familia y yo habíamos traído desde Portland. Sin previo aviso encontré a esa misma mujer en persona, rondando por la sala. La intenté seguir.
-¿Quién eres?- grité asustada.
Y así, de la nada, despareció, y con ella se fue esfumando poco a poco todo. La sala desaparecía, se carcomía en una nube blanca, demasiado iluminada. Hasta que desaparecí yo.

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*Villa: en está ocasión, se asocia villa con una colonia, barrio... una zona donde se encuentran varias viviendas, pero que es privada.

N/A: Hola, hola, espero que este primer capítulo les guste. Estoy realmente emocionada por comenzar esta historia y espero que ustedes también lo estén. Espero que sea una novela exitosa y que sea de su agrado.
Nos leemos pronto.

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