~Capítulo 2~

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Desperté horriblemente asustada. Tenía mi pijama pegada a la espalda por el sudor y mi respiración estaba completamente agitada. Había soñado con es mujer ya dos veces, y me aterraba la idea de que me era conocida pero no sabía exactamente de dónde. Mi autocontrol estaba totalmente fuera de lugar. Intenté tranquilizarme. Estaba tan metida en mis pensamientos que no había caído en la cuenta de que era mi primer día en el instituto. Giré la cabeza hacia el despertador, y me había despertado mucho antes de la hora acordada, pero aún así no tenía ninguna intención de volver a dormir. No quería soñar de nuevo con ella.
Bajé de un salto de la cama. Sarah ya estaba despierta, escuchaba la vajilla removiéndose en la planta baja. Me dirigí a la ducha y tomé un baño de agua fría, en parte para quitarme el susto y despertar completamente bien pero sobre todo porque a esas horas de la mañana, el clima ya era muy cálido. Yo no estaba acostumbrada a ese clima, en Portland siempre hacía mucho frío. Al salir me puse mi falda cuadrada y mi camisa de uniforme del nuevo instituto. Me acomodé los zapatos y comprobé que todo lo necesario estuviera en mi mochila color morado.
Me paré frente al espejo y opté por hacerme una coleta de peinado, agarré maquillaje y solo pasé un poco de polvo por mi piel.
Al bajar Sarah ya tenía un plato listo donde aguardaba un pan tostado con mermelada de fresa y un vaso de leche. Era muy poco, considerando la calidad de cocina de Sarah.
-Buenos días- dijo girándose hacia mí.
-Buenos días- respondí- Vaya desayuno.
-Lo sé, no es muy ostentoso pero es que no tuve tiempo de preparar algo mejor.
Me quedé callada. Mis padres no estaban. También comenzaban su primer día de trabajo en Lakewood y se habían marchado muy temprano, por lo que yo quedaba a cargo de Sarah. Y de repente caí en la cuenta de que no teníamos en que ir al instituto y universidad.
-Pregunta- dije dándole un mordisco a mi pan con mermelada-, ¿cómo piensas llevarme al instituto?
Sarah sonrió.
-No puedo creer que no te has dado cuenta- dijo estallando en carcajadas.
-¿Darme cuenta de qué ?
-Mi auto, el Mustang, llegó ayer a medianoche de Portland.
-¿En serio?, debes estar bromeando.
-No bromeo- dijo terminando de limpiar la mesa donde ella ya había almorzado.
-¿Medianoche? Es muy tarde- dije pasándole mi plato y mi vaso de leche lleno. No tenía nada de hambre después de ese sueño, por lo que solo le di un mordisco a mi pan.
-Así es, pero al menos ya está aquí y tenemos en que movernos- dijo guiñándome un ojo.
Ambas nos echamos a reír.
-Correcto, ve por tu mochila. Te espero afuera- dijo saliendo por la puerta principal.
Tomé mi mochila y subí al Mustang amarillo de Sarah. Al conducir miraba por la ventanilla a mi alrededor. Lakewood cada vez me gustaba más.
El instituto no quedaba muy lejos de casa, a tan solo diez minutos en auto, por lo que al cabo de un momento llegué.
-Vendré más tarde por ti- afirmó Sarah.
-¿Ah sí?, ¿te escaparás de la universidad o acaso sales más temprano que yo?- pregunté divertida.
-Lo que pase primero- Sarah rió.
Después dio marcha atrás y enfiló camino hacia la universidad.
Al girarme pude contemplar el instituto. Subí los escalones que me separaban del edificio y al llegar a la cima me quedé perpleja. El instituto era muy grande, creí qué papá exageraba cuando decía que era enorme. Antes de llegar al edificio, había jardines, mesas distribuidas por el piso. A la vuelta estaba la cafetería, según un cartel que había colgado.
Entré por la puerta principal. Los nervios me comían por dentro. Estaba muy elegante, las paredes lucían una pintura color beige, amarillo y verde. Había casilleros por todos lados y eso me emocionó muchísimo. Quizá por fin podría tener mi propio casillero. Sarah me había dicho que al llegar me dirigiera directamente a la oficina del director, pero estando allí me sentí perdida. Era demasiado grande y yo no sabía exactamente a donde dirigirme. Me puse en marcha hacia mi lado izquierdo primero, pero lo cierto es que solo veía aulas, ni una señal de la oficina del director. Me detuve en seco a preguntarle a una chica pero solo me dio la espalda y se fue. Estaba desesperada y el miedo comenzaba a crecer dentro de mí. Tenía que encontrar la oficina. En ese momento pasó una chica con el cabello color café claro atado, llevaba anteojos y parecía estar leyendo algo.
-Disculpa- dije acercándome- es que soy nueva, y no sé dónde está la oficina del director, ¿podrías indicarme dónde queda?
La chica posó su mirada en mí y me dedicó una sonrisa.
-Claro, sígueme.
La seguí y la verdad no estaba tan lejos.
-Muchas gracias...
Hice una pausa, no me había dicho su nombre, ¿qué debía decir exactamente?
-De nada, y soy Emma- dijo con tono amistoso.
-Bueno, gracias Emma. Yo soy Vanessa.
-Un gusto. Debo irme, espero verte pronto.
Dobló la esquina y desapareció al final del corredor.
Estaba frente a la puerta de la oficina, iba a tocar la puerta cuando un chico la abrió de mala gana. Al encontrarme ahí enfrente pude notar que sus ojos echaban chispas de ira. Tenía el cabello color negro, y el flequillo lo llevaba perfectamente peinado hacía arriba; sus ojos color avellana se encontraron con los míos. Pero en ese momento me empujó.
-Hazte a un lado- dijo con amargura.
Me quedé callada, ¿quién era él para tratarme así?
-¿Perdón?
-Que te quites.
-Ya escuché- dije seriamente.
-Entonces, ¿qué diablos haces ahí? Voy a pasar- me espetó.
-Ya me empujaste, ¿acaso no tienes ya espacio suficiente para pasar? Además un "por favor" no me vendría nada mal.
No me dejaría intimidar por él ni por nadie. Era nueva, pero eso no le daba derecho a tratarme así.
-Chica nueva, ¿eh?- luego se acercó más a mí- quiero que te quites de ahí, ¿entiendes?
Tragué saliva. Por más que intentará hacer de cuenta que no me importaba, me daba miedo su actitud.
-No- respondí con valor- no es así como debes tratar a las personas, y te lo repito, ya me empujaste, ya puedes pasar.
Él parecía frustrado.
-¿Cuál es tu nombre?
-Eso no te importa- le eché en cara.
Se rió burlonamente.
-Claro que no, pero mira chica estúpida, quítate de ahí, es la última vez que lo digo.
Me crucé de brazos. No iba a ceder.
Él perdía cada vez más la paciencia
-¡He dicho que te quites de ahí! Por Dios, déjame p...
-¡Alonso!- gritó un hombre detrás de él que salía de la oficina-¿qué rayos estás haciendo?
El chico, al parecer Alonso, me dirigió una mirada de rabia.
-Oh nada, yo ya me iba y me crucé con ésta.
-Ella-lo corregí.
-Como sea, es ella-dijo haciendo énfasis en la palabra "ella"-quien no me deja pasar.
El hombre que estaba detrás de él dirigió su mirada hacia mí, ¿acaso Alonso quería ponerme a prueba? Bien, era mi turno de jugar.
-Claro, de verdad lo siento. Es que no me quedé muy satisfecha con el empujón que me diste pero - dije haciéndome a un lado- puedes pasar, dejaré de lado tu horrible y maleducado comportamiento.
Le dirigí una mirada fría y llena de rabia. Él entornó los ojos y se fue.
-Lo siento- se disculpó el hombre-tenemos muchos problemas con él.
-Puedo notarlo- respondí aún con mucho enojo.
-Bueno, tú debes ser la nueva, ¿no?
-Sí, así es.
-Oh, pues yo soy el Director Woodwork.
Así que él era el director. Tenía el cabello algo canoso, aunque muy poco. La verdad aún se veía muy joven y vestía un elegante traje negro.
Ahora estaba más nerviosa que antes.
-Bueno, yo soy Vanessa Foster- dije estrechándole la mano.
-Oh pero, ¿dónde están mis modales? Por favor pasa, te diré lo que necesitas saber acerca del instituto y te daré tu programa de clases.
Entró en la oficina y yo fui tras él.
La oficina estaba muy elegante, la paredes relucían un brillante e intenso color rojo. Había dos sillones de cuero color negro enfrente del escritorio, y él tenía una silla giratoria, también negra. Tomé asiento en uno de los sillones.
-Pues bienvenida señorita Foster. -Vaya, muchas gracias- dije sonriendo.
-Bueno- dijo rebuscando en un cajón- ¿qué te parecen las instalaciones?
Dejé escapar un suspiro.
-Muy grande, sin duda.
-¿Entonces está bien?
-Sí, perfecto.
Volvió a sentarse en su silla.
-Bueno, su padre me comentó lo de la mudanza desde Portland. Es un lugar hermoso, una vez estuve allá por el trabajo.
Me quedé callada, a decir verdad no sabía qué responder.
-En fin- dijo él- espero realmente que se adapte bien al instituto.
-Gracias- respondí algo incómoda y sobre todo nerviosa.
Se paró un momento y fue hacía un gran mueble. En un cajón buscaba algo hasta que lo encontró y volvió con una caja hasta su lugar. Encima de la caja marcaba "Vanessa Foster" con color negro.
-En ésta caja está lo que necesitas. Está tu programa, pintura en aerosol y decoraciones para tu casillero...
-¿En serio?- interrumpí- Oh, perdón. Es que estoy algo emocionada.
El Director Woodwork sonrió amablemente.
-No hay problema, me gusta tu actitud. Tu padre me dijo que tus colores favoritos son el morado y el negro, ¿correcto?
-Así es- irradiaba felicidad. Siempre había querido un casillero.
-Bien, también dijo que tus figuras favoritas son los corazones así que también están estas plantillas de estampas para el decorado de tu casillero, aunque tú puedes utilizar el material que quieras.
-Muchas gracias- respondí viendo el contenido de la caja.
-Bueno, y por aquí también está anotada la combinación del casillero, y un mapa. Supuse que lo necesitarías.
En verdad había acertado, sí que necesitaría un mapa para guiarme. Al menos quizá las primeras semanas.
-Sí, de verdad lo necesitaré.
-Prefecto, entonces es todo. Lleva esta caja a tu casillero y ya cuando tengas tiempo lo decorarás, puedes guiarte con el mapa. Por ahora, en diez minutos iniciarán las clases, así que en cuando suene la campaña ve al aula correspondiente. Espero mucho de usted.-era graciosa la manera en la que unas veces me tuteaba y otras no.- Su padre me dijo que lleva muy buenas notas.
La verdad es que en Portland era una estudiante muy destacada.
-Sí.
-Bueno, solo me resta desearle mucha suerte y éxito y, nuevamente, bienvenida al instituto Softmayer.
-En verdad se lo agradezco mucho.
Me levanté del sillón y salí de la oficina.
Consulté el mapa. Y al intentar guiarme logré dar con mi casillero, el número 42.
Abrí el casillero y guardé la caja. La combinación era muy sencilla por lo que no tuve problema en aprendérmela. Al girarme para dirigirme a la primera clase, me topé con Alonso. Me tomó por un brazo impidiendo moverme.
-Hola nueva- dijo con un tono amenazador- creo que tenemos algo pendiente.
Pero yo no cedería le di una patada en la pierna y automáticamente me soltó.
-Déjame en paz, ¿quieres? No por ser la nueva seré tu juguete, así que búscate a alguien más.
Dicho eso me di media vuelta y me fui al aula de álgebra.
Estaba harta de Alonso, y apenas lo conocía.

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