~Capítulo 5~

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Me abrí paso entre la gente. Habían llegado más personas.

En ese momento alguien me tomó por el antebrazo e instintivamente me solté del agarre.

-Hey, tranquila- dijo Alonso

Para colmo tenía que ser él. Simplemente patético.

-Entonces déjame en paz, ¿quieres?- respondí de muy mala gana.

Tenía los ojos aún algo hinchados por las lágrimas y lo que menos quería era que precisamente Alonso me viera en ese estado.

-Ash. Eres muy complicada Vanessa, uno debe plantearse seriamente querer iniciar una conversación contigo.

Dicho eso se fue, lo cual yo agradecí mucho.

Me dirigí con paso firme hacia la puerta. Solo quería irme a casa, esa llamada lo había arruinado todo y yo lo único que quería era tumbarme en mi cama... y llorar. Porque en ese momento había descargado un poco de lágrimas, pero el nudo en mi garganta seguía ahí y amenazaba con desbordarse y salir.

Tomé el pórtico de la puerta cuando vi otro obstáculo que no había tenido en cuenta.

-Vanessa, ¿te vas ya?- preguntó Emma a mis espaldas.

Me giré sobre mis pies intentando poner mi mejor cara, la verdad es que tampoco le iba arruinar la noche a Emma y no quería darle explicaciones a nadie.

-Sí, la llamada era.. mi madre y dijo que volviera ya a casa- mentí.

-Pero si apenas son las nueve. Aún tenemos mucho tiempo de diversión.

-Sí, me la he pasado genial Emma, pero en serio debo volver.

De pronto, levanté mi vista hacía ella, cosa que no debí hacer pero me di cuenta muy tarde. Ella ya lo había notado.

-¿Qué pasa?, ¿estás bien? Tus ojos... pareciera que... ¿lloraste?

Ese sí que era un problema. Emma no tardaría en hacerme muchas preguntas e intentar encontrar solución si le contaba lo que sucedió. Pero actué rápido.

-¿Llorar? Claro que no, ¿de dónde sacas eso Emma?- dejé escapar una muy bien fingida sonrisa- solo estoy muy cansada, ésta semana he estado muy desvelada. Ya sabes, desde la mudanza... eh... me he dormido tarde y he tenido que despertar temprano para el instituto al día siguiente.

Emma me estudió un segundo.

-Bueno- dijo sonriendo y yo di un tremendo alarido- entonces te veré luego.

-Claro, adiós- dicho esto abrí la puerta y salí.

La noche era fresca, lo cual era extraño teniendo en cuenta el cálido clima de Lakewood.

El clima me recordaba mucho a Portland. El viento abrazaba mis mejillas y dejaba rastros color carmesí a su paso; zarandeaba mi cabello negro y hacía que se revolviera.

Comencé a caminar por la ladera. Las calles estaban oscuras pero iluminadas por las farolas públicas. Había fiestas aquí y allá y agradecía el hecho de que no estuviera tan sola.

Llegué a la villa en cuestión de minutos, pero no quería entrar a casa, ¿qué iba hacer? ¿sentarme y llorar? Desde luego que no, por más que quería no iba a derrumbarme a mí misma.

Fui a la plaza frente a mí casa. Aún había niños jugando. Yo me senté en una banca. Mi móvil sonó pero sabía que se trataba de Anelly aunque no viera la pantalla. No le contestaría, mantendría firme mi palabra de que no volvería a saber de mí.

•Una Historia Como La Nuestra• PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora