Capítulo 16.

99 6 1
                                    

Salgo en zancadas a todo dar mientras mis pies me lo permiten. Apenas y puedo sentir el aire en mis pulmones. Quizás la furia tardaría un poco esta vez, por misericordia, para hacer que mi cuerpo dejara de respirar.

Los gritos a mis espaldas de mis "mejores amigos" parecen ir picadas como abejas desenfrenadas hacia mis tímpanos. Una, dos, tres veces los oigo pronunciar mi nombre a todo dar mientras desgarran sus gargantas. Ojala así fuese, me gustaría verlos sangrar en estos momentos. Hipócritas todos.

-¡Hayley, vamos! ¡Podemos hablarlo mejor!

Exclama Taylor en súplicas agudas, pisoteando a toda marcha detrás de mi. Se que podían alcanzarme cuando ellos quisieran, sé que pudieron cogerme entre sus brazos y hacerme parar para oírles. Pero ellos también sabían que esa no era la mejor opción, a menos que quisieran verme escupirles en el rostro, y mandarlos al demonio.

-¡Hayley, por favor! ¡Necesitamos explicarte!

Y con un ruido sordo de mis talones me doy la vuelta, extrayendo de mis labios un millar de gotas de saliva llenas de asombro y desesperada rabia, girándome para ver a unos sujetos que creía conocer a la perfección, detenerse en seco, mientras sus quijadas se ven forzadas a caer hacia abajo con sorpresa y cierto alivio, al mismo tiempo que sus dedos armaban su guardia en alto, por si a mi persona parecía ocurrírsele algo mejor que correr hacia ellos, y asesinarlos. Para su fortuna, deseaba algo mucho peor.

-¿¡Explicarme qué!? -Hablo con fuerzas hacia ellos, notando mi voz salir en un gruñido ronco y áspero, al mismo tiempo que mi rostro se contrae en una mueca de ira y asco, mientras el sonar de mis nudillos se hace presente para mis orejas, cuando se contraen en unos puños de fuego invisible, e impalpable.- ¿¡Pero qué mierdas pretenden decir cuando lo entiendo todo ahora!?

Mis palabras salen desenfrenadas junto al aire que prontamente las lleva hasta aquellos dos, y las consume en sus miradas. Ellos sólo quedan en silencio, y a la par, bajan sus cabezas como rindiéndose ante sus estúpidas excusas, sabiendo que lo mejor para todos en esos momentos, era dejarme en paz. En paz para poder maldecirlos en silencio, en paz para poder alejarme y no terminar odiándolos de por vida. En paz para que yo pudiese calmarme al igual, y no terminar haciendo un escándalo en las afueras de la residencia Davis, frente a las calles de Los Ángeles.

-Esto es toda su maldita culpa, Jeremy y Taylor. -Digo un poco más bajo, pero no lo suficiente para que me dejaran de oír.- Y por su maldita culpa es que yo y el hombre al que amo estamos estancados en esta misma mierda...

-Jesús, Hayls, nosotros lo sentimos tan...

-Sólo aléjense de mí. -Le interrumpo alzando cinco de mis dedos al aire, no soportando la necesidad de vomitarles en la cara, ante las nauseas que me provocaban en esos momentos, ellos y las personas involucradas en este asunto del infierno.- Y más les vale ni si quiera dirigirme la mirada en un largo tiempo.

Y así, ni si quiera espero unos segundos por sus respuestas, no interesándome más lo que ellos tenían para decir. Ya toda la traición que pudieron hacerme cien hombres en mil años, ellos la habían cometido con menos recursos, y menos tiempo, por multitudes. Me habían dejado estupefacta, y malditamente estúpida. Habían hecho de la imagen que tenía de ellos, toda una mentira.

Ni si quiera pude verlos de reojo cuando las llantas de mi auto sacudieron en creces sus telas holgadas al pasarles a toda velocidad por un lado. No quería verlos nunca más, ni si quiera recordarles.



Si detenemos la imagen incluso podemos darnos cuenta, si somos muy observadores y colocamos toda la atención que se requiere, incluso podemos prevenir lo que pasaría luego, tal vez.

-"Fue por mera suerte que te conseguí, y claro, ayuda del destino".

Había dicho él cuando sus comisuras se habían alzado y ciertas arrugas se formaban en su frente. Nunca mostrando los dientes, nunca siendo honesto. Pero nunca nadie me escuchó... Sin embargo yo siempre los escuché a ellos. Mi estupidez puede no tener remedio, pero sí límites, y los había conseguido.

El destino para Chad Gilbert no había sido más que un maldito y frío negocio sellado con mucho papel verde y mentiras para tirar al mar, en el que iba a ahogarme. Quizás incluso ellos habían decidido tirarme a las aguas cuando hicieron eso, quiźas lo hicieron y nunca me di cuenta.
Mis propios amigos y mi mánager fueron los que me vendieron cual prostituta a la horda de maldiciones que surgirían después, todas obviamente, retornando a la mano de éste "mastodonte", como bien le dice la única persona que me ha amado realmente.

Cuando Chad apareció en mi vida, todos actuaron como si nunca le hubiesen visto, ni hablado, ni si quiera conocido o escuchado de él. Pero la verdad, era que tenían todo un plan trazado en sus mentes, pero silenciados en sus bocas.

Paramore era y es aún una banda que para ser francos, es incluso más famosa de lo que parece, y seguida, sobretodo. Todo lo que se dice, se alaba. Todo lo que se informa, se expande. Y por supuesto, todo lo que se fomenta, se absorbe cual esponja por todos, en menos de un segundo. Sobretodo, la publicidad.

Esto fue exactamente lo que New Found Glory notó en nosotros, y les agradó. Lo que fue, claro está, una señal a mi desgracia. Siendo idea del mismísimo chico de cuna de plata Gilbert, él liderando a los de su banda, se comunicó con Mark, nuestro mánager para trazarle éste trato;

Si Paramore promocionaba NFG, la fama para éste grupo iban a ir en ascenso, mientras que los bolsillos míos y de mis amigos, iban a llenarse de tanto dinero que se caerían nuestros pantalones cual cerdos, todo oro viniendo del mismo representante y gente de ésta banda a lucir, como recompensa. Ahora entiendo mucho más porqué tantos nuevos ingresos, porqué tantas ganancias extrañas.
Chad Gilbert debía llegar hasta la cantante de Paramore para convertirla en su rehén. Siendo tan manipulable, como sí, lo era hasta ahora, sería fácil someterla a una maldita prueba de consciencia y arrepentimiento que le impediría terminar con la relación entre estos dos, no permitiendo así que el contrato se acabase. Al parecer, el ser mi pareja, la pareja de la pelirroja de los chicos de Nashville, le hacía lo suficientemente importante para ser interés de los fanáticos, que acudirían a buscarlo por el internet, dando a parar así con su grupo. Y cuán endemoniada lógica tiene esto. Pero no lo que seguía en la lista.

Los integrantes de Paramore, todos excepto obviamente; Yo, sabrían de éste contrato y harían todo lo posible por persuadir a la vocalista, yo otra vez, para hacerme estar de acuerdo con ser novia de éste chico, y por supuesto; promocionar su banda como un gesto de "afecto" y "bonito trato". Persuadirme para darle una oportunidad al "pobre enamorado de Chad", para darle un chance de saciar sus sueños. Cuando en realidad, todo lo que querían era que entrase en éste estúpido negocio, al que no podría tener acceso.

Ninguno podía decirme nada, y todos debían callar cuales tumbas, o habría problemas. Si yo me enteraba, definitivamente querría acabar con todo, denunciar éste absurdo complot, y librarme de toda cadena que me ataba al chico. Eso no les convenía en absoluto.

Por ello, cerrando la boca y haciendo uso de la indiferencia, Taylor, Jeremy y los Farro lograron cumplir con éste acuerdo, dándoles a NFG lo que quería, y dejándome a mí como la más imbécil de todas.

Alejándome de quien quería, por un maldito papel que si rompía, haría que los cuellos de mis amigos sangraran todas sus posesiones y logros que han obtenido. Pues si ellos desobedecían algunas de éstas reglas; Paramore acabaría en la ruina, nuestras financias estarían vacías, y nuestra carrera sería ignorada por toda la industria. Tanto era el poder que Chad y su gente tenía, que bajo ésta amenaza nos habían sometido... Pero por supuesto, a quien más podría rehusarse, fue a la única que jamás le contaron.

Y por eso tantas endemoniadas insinuaciones para que nunca acabara con él. Si eso hacía, tendrían que decirme toda la verdad, o peor aún; amenazarme y aterrarme para no hacerlo hasta que llegase el punto en que no soportaría tanto acecho. Pero tal parece que se les salió todo por las manos y tuvieron que decirme de una u otra, desatanto quizás, la guerra que ahora se aproximaba.

Y me tenían de enemiga, no sólo a Chad. Todos contra todos, y el trono seguía sin alguien que se sentase en él, pero absolutamente cada uno de nosotros conspirando para hacerlo. Esperaba ser yo, pronto.







-Te estás atando la soga al cuello, ¿lo sabes?

Me pregunta Mike cuando consigue coger entre sus dedos la taza de café, haciendo una pequeña mueca de desagrado al llevarlo a su boca. Ruedo ligeramente mis ojos, y me dispongo a continuar amarrando los cordones de mis deportivos negros, con cierta brusquedad.

-Tal vez eso esté haciendo, mi amigo. Pero la verdad es; que me gusta cómo se siente entre mis dedos.

Un segundo de silencio.

-Sabes que eso sonó mal, ¿cierto?

-¿Sabes que esa fue justo mi intención?

Respondo girándome hacia él, mientras deslizo mis dedos levemente por los bordes de mi chaqueta de cuero negra, soltando un suave suspiro y relamiendo mis labios. Mike me estudia de pies a cabeza, con un semblante de preocupación en sus ojos. No podía ser más maternal. En él se veía asqueroso.

-Esto es una locura, Billie Joe.

-¡Locura mi mierda envuelta en orine, Mike! -Contesto finalmente harto, extendiendo uno de mis brazos al lado de mi cuerpo. Le miro, con cierto cansancio en mi vista.- ¡Te he dicho que vi algo extraño aquel día! ¡Necesito saber qué es!

-¿Y no puedes averiguarlo de otra forma? Tan sólo son suposiciones estúpidas, ¡quizás y ni son reales! ¡Y ya andas armando un plan para ir a espiarlo y creerte un tonto detective! Andas en peligro, Joe. ¡Recuerda eso!

-¿Peligro? -Cuestiono alzando una de mis cejas, tomando las llaves de mi auto entre mis dedos, y callando su resonar agudo en el agarre de mi mano, doy una zancada hacia él, frunciendo mi ceño.- ¿En qué puto peligro puedo estar ya? Que me estén amenazando no es excusa suficiente para mantenerme atado a una maldita cama mientras les doy el lujo de conseguir hundirme con mayor facilidad. No. Yo mejor me voy a buscar mis propios contraataques.

-¿Contraataques de qué, Billie? -Me dice éste, cuando paso a su lado blandiendo una espada invisible de impaciencia, buscando tomar mis lentes de sol, junto a mi gorra de baseball oscura. No llevaba una pizca de color en mi vestimenta.- Ni si quiera sabes quién demonios está planeando todo esto, y tú ya quieres hacer conclusiones y salir tras quien posiblemente no tenga nada que ver en esto. Lo estás sobrestimando, me parece.

-Y tú quizás me estás subestimando a mí. -Hablo, enfrentándolo cara a cara, dejando mi casa intacta a sus espaldas, mientras el humo de mi taza de café entre sus dedos se esparce al aire, decorando su rostro lleno de agotamiento y rendición.- Te agradezco tu preocupación, Mike. Pero si has venido aquí para convencerme de no hacer nada y esperar, es mejor entonces que vuelvas con Tré para cuidarlo y dejarme hacer lo que de todos modos haré. Ya me está pareciendo demasiado sospechosa tu desesperación por mantenerme encerrado.

Un bufido se escapa de sus labios, mientras me dirijo a la puerta, oprimiendo el botón en el control de mi vehículo que lo haría resonar un par de veces con alerta a las afueras de mi hogar.

-¿Sospecha? ¿Es que ahora también vas a desconfiar de mí, Joe?

Ruedo los ojos, envolviendo mis manos en la manija, y jalando la misma hacia mí, finalmente abro la puerta para murmurar antes de salir.

-Desconfío de todos, Mike. Pero ustedes nunca lo supieron antes. -Dejo que mi cuerpo se extraiga de la construcción, para entonces despedirme en voz alta rumbo a mi auto.- Cierra la puerta antes de irte, y manda saludos a Cool de mi parte. No me esperes, no llegaré pronto.




Entrecierro mis ojos ligeramente, mientras fijo mi vista en aquel vehículo frente a mí. Llevaba un par de minutos rodando tras él por toda la ciudad y aún no se detenía. Hasta ahora, finalmente, frente al parque de "Los tres arboles" en el lado oeste del centro de Los Ángeles. Podía decir que estaba cansado de vigilar. Vigilar un carro sin movimiento alguno, porque éste sujeto aún no salía del endemoniado automóvil. Y me estaba hartando.

Dos golpeteos en mi volante con mis dedos, y un bufido se escapa de mi boca. No podía tardar tanto sin moverse o hacer algo al menos, ¿no? Después de todo, no podía estar estacionado frente a un puto parque para niños y ancianos demasiado tiempo sin hacer nada, ¿cierto? Joder...

Un vistazo al retrovisor para asegurarme de que nadie me seguía, y nuevamente el mismo tranquilo panorama. Me alegraba en cierto sentido, pero me fastidiaba que no pudiese cambiar. No soy de estar estancado en un lugar por mucho tiempo, Menos si es por culpa de éste jodido sujeto... O por mi insistente curiosidad.

Un chasqueo a mi lengua, y alzo los ojos por milésima vez al frente, para chequear que nada había cambiado. Pero ésta vez estaba equivocado.

Fuerzo mi vista e inclino mi cuerpo hacia adelante, apretando mis dedos contra el volante. Una chica se adentra al auto de éste tipo, luciendo malditamente familiar para mi susto. ¿Era Hayley? No podía serlo... Llevaba su mismo caminar, sí. Su mismo movimiento de caderas, eso sí. Era tan fina como ella... Pero no podía ser ella. O ¿tal vez sí?. Después de todo, lo último que supe de ella es que iba a "acabar" con lo que sea que tenía con el mastodonte de Chad, y aún no había vuelto, después de tanto tiempo. Entonces, ¿qué hacía ella en éste vehículo con éste tipo si todo lo que haría era finalizar? Así no era que se terminaban las cosas, ¿no? Al menos para mí tan sólo bastaba con un firme "Hasta la vista" y un par de cachetadas o una patada en los testículos y ya era todo. Nada parecido a lo que mis ojos veían ahora. Y no me gustaba para nada.

Tenso mi mandíbula, mientras poco a poco veo aquellas siluetas dentro del automóvil juntándose demasiado. No quería pensar lo peor, pero exactamente es lo que hago y odio cada instante de esto. Era un tanto increíble viniendo de la mujer que amo. Incluso, casi imposible de confiar, pero lo estaba viendo. Estaba justo frente a mi jodida vista.

Unos segundos más, y poco a poco el auto vuelve a ponerse en marcha, desapareciendo de mi vista. Decidí así que éste estúpido juego había acabado, y que tal vez yo estaba mal y Mike tenía razón. Tal vez era momento de volver a casa y arreglar las cosas cuando Hayley volviese de su maldito tiempo con su novio. Tal vez encararla, y saber exactamente qué pasaba. Tal vez ahogarme en alcohol y un poco de la buena, si no me pillaban, hacía falta. Y mucha.

Gruño por lo bajo mientras retiro el tranca-palanca y cambio la velocidad para comenzar a andar, ya empezando a darme por vencido por completo... Cuando entonces mi teléfono comienza a vibrar, y a resonar con tantas fuerzas en notas chillonas que me alarma. Maldigo nuevamente no haber cambiado ése timbre de llamada. Maldigo aún más dejarlo en mis bolsillos tan apretados en ésa posición.

Ni si quiera miro el nombre de la persona que me buscaba, cuando contesto de inmediato.

-Billie Joe, ¿quién allá que yo aquí?

-Billie... -Pero aquella voz me saca de mis pensamientos, y pronto mis huesos se hielan al instante, confundido por aquel tono.- Necesito tu ayuda, es Hayley.

¿Hayley? Repito en mi cabeza, estando incluso más perdido que antes. Se supone que estaba bien hace unos segundos cuando iba en el carro de aquel sujeto, ¿cómo mierdas es que algo le había pasado si no estaba ahí y si... Claro, al menos que no estuviese ahí en realidad, y no fuese ella.

Pero eso sólo empeoraba las cosas, y mi preocupación ya empezaba a colar por debajo de mi piel como invierno de siete años. Significaba que algo entonces le había sucedido a mi pelirroja. Algo tan grave para que su mejor amigo me llamase de ésta manera. No me muevo de mi sitio, y sólo soy capaz de inhalar muy profundamente, oliendo la presión en el aire acondicionado.

-Habla rápido, Taylor. Dónde mierdas éstas y dime qué demonios pasa con mi chica.

Escupo las palabras de mi boca, posicionándome a la defensiva, dispuesto para arrancar en cualquier momento hacia donde me indicase. Pero un suave suspiro tembloroso se escapa de sus labios, y lo oigo murmurar algo que no entiendo exactamente.

-Taylor, maldita sea, ¿qué demonios dices?

-...Sólo ven a la calle Webster, estoy dentro de su auto junto a ella, pero ni si quiera puedo moverla del asiento del piloto. Necesito tu ayuda, Billie. Ahora.

Otro salto al vacío para mi pecho, y mis dedos se congelan cual hielos alrededor del cuero del volante, que ahora se tornaba más y más pesado. Ni si quiera me doy cuenta de cuándo comencé a andar en marcha y a tal velocidad por las carreteras de California. Sólo tengo consciencia del asfalto rozando las llantas, y de mi corazón a punto de salirse en picada de mi cuerpo.

-¿Qué demonios ha ocurrido con ella, Taylor?

Casi tengo miedo de cuestionar, no sabiendo cuánto podría ser la respuesta.

-Ven ya.






Cierro la puerta con total frenesí apenas consigo estacionarme frente al vehículo de mi pelirroja, no dudando ni un segundo en dirigirme hasta él. No habían llamado la atención de ningún turista o prensa, lo cual quiźas podía ser favorable. Pero nada ahora podía tranquilizar mi incesante preocupación, y mi angustia a tan sólo unos segundos de volverme completamente loco.

Doy unos cuántos pasos más hacia su puerta, y rápidamente enredo mis dedos en la manilla de la misma, no aguardando ni un pestañeo en jalarla hacia mi cuerpo, y finalmente verla frente a mí.

Entreabro mis labios con sorpresa, expandiendo mis ojos con temor.

-¿Qué mierdas te ha pasado, preciosa?

Murmuro en un hilo de voz, y mi cuerpo cae en rodillas hacia ella, ocultándome hacia su rostro, para tomar sus pálidas mejillas entre mis manos, encontrándome con un fantasma expuesto para mis ojos, con total temor. Su piel se sentía fría a mi tacto, sentí mis piernas temblar.

-Está un tanto ida, Billie... -Responde Taylor por ella, llevando una mano hasta su cabellera enredada.- Necesitamos llevarla a casa ahora. Ella estará bien, el efecto pasará en unos minutos pero debe descansar.

-¿Pero qué jodidos le ha pasado, Taylor? -Exclamo comenzando a alzar mi voz, tomando el rostro de mi pelirroja con angustia.- ¿Cómo demonios está así? ¿Qué mierdas la ha dejado así? ¿Qué puto efecto?

El castaño chasquea su legua inspirado por mi desesperación, y suspirando con pesadez, se remueve un tanto en su asiento para extraer algo de su bolsillo, y entonces acercarlo a mí. Parecía ser un extraño florero de raras flores moradas y azules algo destruidas. A juzgar por cómo lucían, parecía él mismo haberlas roto.

-Encontré esto entre sus dedos cuando llegué. Investigué, y parecen ser las plantas del oeste; Las lágrimas de Julieta, le llaman. Son muy poco conocidas y últimamente parecen extintas. Tienen una especie de veneno en sus pétalos que produce éste trance en el que Hayley está ahora. Fiebre peligrosamente alta, sudoración, parálisis corporal y dolor muscular, a veces un poco de pérdida de la consciencia...-Exhala, profiriendo un suave quejido.- Esto no huele bien, Billie.

Frunzo mi ceño, estudiando a la fémina frente a mí con detalle, pero total preocupación. Tenía su rostro completamente pálido incluido sus labios, y sus cabellos se pegaban a sus mejillas, completamente empapados en sudor. La escuchaba respirar, pero era muy suave y rápido. Sus pupilas miraban a la nada, y el brillo parecía desaparecerse. No entendía muy bien cómo demonios había podido quedar así, ni mucho menos qué rayos estaba haciendo para lograr esto. Ella no era suicida y mucho menos tonta, no jugando con unas malditas flores extranjeras de la nada.

Pero ése era el asunto. De pronto había recordado algo.

-A Hayley no le gustan las flores, Taylor. -Digo, y giro mi rostro para mirarle, con oscuridad.- Alguien ha querido hacerle daño a mi pelirroja. Esto es una jodida clara amenaza.

Interlude; Take Back.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora