Capítulo 3: Pesadilla

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Recuerdo muy bien ese sueño, lo tuve tantas veces en mi vida que sería imposible no hacerlo. Hoy diría que incluso pudo ser una de las tantas vidas que experimente.

Despertaba en una ciudad destruida en la que parecía que una guerra nuclear se había llevado a cabo. La mayoría de los edificios se encontraban en ruinas, por no decir que ya eran más escombros que nada. La tierra cubría la mayoría de lo poco que quedaba en pie de las edificaciones, era como si el desierto de un día para otro hubiera cubierto toda la ciudad. Las nubes, que eran una combinación de entre grises y negras, cubrían el cielo y el sol apenas podía iluminar el lugar. El aire, que era demasiado frio, recorría el lugar con una fuerza algo considerable levantando el polvo a su paso y quizá, si hubiera soplado con mayor intensidad, se llevaría los escombros y algún que otro cuerpo a su paso.

—¿Dónde estoy? —Me pregunté en voz alta.

Comencé a caminar por el lugar algo confundido, pasando entre varias calles abandonadas y destruidas en las que no parecía haber rastro de que la humanidad éxito o piso alguna vez este sitio que incluso pensé que no me encontraba en la tierra. El lugar parecía una ciudad abandonada en pleno desierto, por el estado en que todo se encontraba. De la nada, y en medio de aquella confusión, un recuerdo vago paso por mi cabeza sobre lo que posiblemente estaba ocurriendo.

—¡Estoy dormido! —exclamé—, ¿pero ¿cómo sé que lo estoy?, o acaso... ¿desperté del sueño que tuve?, ¿acaso en realidad morí?

¿Cómo saber que era verdad y que no?, todo ya era una completa locura y estar aquí solo hacía que me confundiera más. Todo era extraño y, mirar aquel lugar después de haber visitado el mundo de las almas, me hacía sentir desorientado. Seguí recorriendo el lugar, escuchando el sonido de mis pies al tocar la tierra que cubría las calles, luchando contra el aire para que este no me llevara.

En una barda que seguía en pie, pero con varias grietas en ella, vi un afiche cuyas letras ya se encontraban casi despintadas. Me detuve a verlo y pude ver que en algún momento tuvo varías imágenes en este, como aquellos anuncios que pegan en los postes para anunciar algún concierto o evento como la lucha libre.

En letras grandes como si fuera el nombre de una banda, se podía leer la palabra "NO SE DEJE ENGAÑAR". Me acerqué más a ver mejor aquel afiche y al verlo pude leerlo mejor.

NO SE DEJE ENGAÑAR

Recuerde que todos tenemos derecho a un refugio en esta guerra.

Ubique el refugio que le corresponde a usted y a su familia en la siguiente lista.

Pero no había ya ninguna lista visible, pegada en aquella pared no se encontraba nada. Lo único que aún podía verse en aquella pared sobre otros afiches pegados con la misma información, era un mensaje escrito con aerosol que igualmente se estaba despintando. Este mensaje constaba de un dibujo en el que había varias llamas emanando de un círculo en el adentro de este se formaba una cara.

Y debajo de este un mensaje de solo cuatro palabras que en ese momento me causaron confusión.

ÉL ES NUESTRA SALVACIÓN

Decidí no intentar buscar alguna explicación y seguí avanzando por aquel lugar desolado con la idea de que solamente era un sueño.

Conforme seguí avanzando, aquel dibujo que había visto en la pared volvió a aparecerse repetidas veces en diferentes, pero con diferentes colores y diferentes mensajes y a diferencia del primero, la mayoría eran de odio y de culpabilidad.

El que más me estremeció en ese momento fue en el que, al llegar a un semáforo, había tres esqueletos colgando con ropa desgastada y en un cartel habían colocado:

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