Capitulo 4: Las habilidades

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Esos últimos días en el hospital habían sido aburridos y extraños, todo era casi un poco de lo mismo diariamente. Las enfermeras que veían a tomarme signos vitales, me daban de comer y mis padres me visitaban. Me sentía peor que un preso en este lugar. Y algunas ocasiones mi cuarto se volvía a transformar en aquel sitio destruido y extraño tal y como se tornó vi la primera vez que Alexander me vino a visitar que, para este punto, ya se me había hecho algo normal apreciar el lugar así.

«Bueno, Javier, creo es hora de empezar a comprender mejor tus habilidades» dijo nuevamente esa voz en mi cabeza.

—¿Quién dijo eso? —pregunte en voz alta

«No es necesario que hables en voz alta, con que lo pienses yo lo escucharé»

«¿Eres el guardia?»

«Así es, uno de los siete que tienes. Pero yo soy con el que hablarás siempre, los otros solo aportan parte de tu verdadero poder y por el momento no son relevantes»

«Si no son relevante ¿por qué Alexander me hubiera asesinado si le hubiera dicho la verdad?»

«Es algo complejo de explicar, pero ellos temen por un mito que se ha hecho sobre ti. Sobre el Heraldo de la vida y la muerte»

«Heraldo de la vida y la muerte, creí que era un sicoroz o como lo dijo Alexander»

«Eso es una definición bastante absurda para lo que realmente eres, en cierto modo eres un retornado, pero eres especial. En ti yace el poder del heraldo de la vida y de la muerte, y a los cazadores les han hecho creer con el paso del tiempo que deben de asesinar al Heraldo apenas lo encuentren, pero nunca se le ha dejado vivir para que vean que el Heraldo no es malo y de hecho, es necesario para que el mundo pueda equilibrarse»

«Creo entender» Medite un segundo lo que iba a dialogar con aquel ser

Creía necesario decirle a Alexander la verdad y pedirle su versión de esta historia. Pero un sentimiento empezó a nacer dentro de mí, algo que sentía que había estado dentro de mí, pero nunca lo había hecho florecer para ser parte de mí. Sentía que Alexander me tenia envidia, sí, quizá era eso. Todos los cazadores quizá tenían envidia de que yo hiciera mejor su trabajo. Recordaba las palabras de Alexander, los cazadores hacen cumplir las reglas porque así era el equilibrio y si mi presencia traía equilibrio, ¿temían que por solo existir yo ellos lo dejarían de hacer?, sí, era eso. Estaban celosos del poder del Heraldo, de mí.

«Ya veo porque debo de ocultarlos, creo si será lo mejor»

«Exacto, y créeme. Tu poder va más allá de cualquier retornado, cazador o cruzado, pero tendrás que aprender a dominarlo bien»

El guardián me explico que tenia los poderes que tiene cualquier retornado, que son solo dos; la manipulación o control mental y la usurpación o posesión. La forma en que me las describió era exactamente a lo que sonaban y a como había visto en algunos comics o películas de fantasía. El control mental, la habilidad para hacer que las personas normales hicieran, pensaran o creyeran lo que yo deseara; y la posesión, la habilidad de tomar el cuerpo (con la facultad de usar nuestras habilidades en el cuerpo que se toma) o transferir una copia de mi mente a otra persona a voluntad (en donde mi mente y personalidad usurpa a la persona, dejándome adquirir información y recuerdos mientras la persona se encuentre bajo este efecto). Pero, me aclaro, esas habilidades no funcionan en otros retornados, cazadores o cruzados. Mucho menos en los ángeles que aquella vez vi.

«Además de esas dos tienes la habilidad de tu fuego que, en tu caso, no es un fuego único. Tu puedes tomar e imitar el fuego que desees y tus verdaderos fuegos especial es el fuego cambiante, un fuego de color indefinido que es capaz de resucitar a un cadáver y hacerlo su esclavo consciente»

SeacorrozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora