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Era lunes y por fin regresaba a la escuela. La verdad nunca creí que la extrañaría tanto, pero después de haber estado durante una semana en el hospital y otro fin de semana encerrado en mi cuarto sin poder hacer nada, hizo que ir a la escuela fuera lo mejor que me estaba sucediendo. Así que ese día me levanté temprano para alistarme, pues por mi condición, sabía que iba a tardar.
Durante el fin de semana me trate de adaptar a la silla de ruedas, pues la usaría por dos semanas más según el doctor. De la misma forma, practiqué el fin de semana tratando de controlar mejor mi marca, para que no sucedieran accidentes mientras estaba en la escuela. Ya había aprendido a hacer emanar mi fuego a mi voluntad, aunque era algo extraño hacer eso; ya podía dominarlo al igual que mi vista, aunque no lo podía hacer de inmediato, pero si lograba evitar entrar a ese mundo. También aprendí otra habilidad que tenía el fuego blanco, no solo era para curar a personas sino para restaurar cosas; pues mientras practicaba la emanación de mi fuego, sin querer había roto el cristal de un portarretratos, y al tocarlo con mi mano que tenía dicho fuego, el cristal se reconstruyo hasta quedar como nuevo.
Por otro lado, las habilidades que aún lograba controlar al cien eran el control mental y la posesión. Puesto que no había tenido como practicarlas durante ese fin de semana y necesitaba aprender a dominarlas bien. Y esta necesidad de poder conocer mejor las otras habilidades se intensifico la mañana del sábado cuando desperté en el cuerpo de mi vecina. Cosa que para un adolescente quizá no habría estado mal solo por el hecho de que mi vecina tenía como setenta años y aunque desperté con los mismos dolores que yo sufría no fue nada gratificante. Sobre como logré regresar a mi cuerpo fue un misterio para mí.
Pero no tuve el tiempo para poder practicarlas adecuadamente, y en cierto modo me sentía frustrado. Los únicos con los que pude haber practicado eran mis padres y en ese momento, se me hacía inmoral usarlo en ellos.
Pero esperaba que el tiempo para poder practicarlos adecuadamente se hiciera mayor, así como las personas para experimentar. Eso me remontaba a a ese lunes. Ese día desperté lo suficientemente entusiasmado que puedo imaginarme con un rostro de inquietud por salir de mi casa y llegar al colegio.
Al terminar de arreglarme, mi padre me acompaño a la escuela para ayudarme con la silla durante todo el trayecto. Al llegar a la escuela me encontré con Alan y Omar, que venían platicando y al verme, su rostro se llenó de felicidad y comenzaron a correr hacia donde me encontraba con mi padre.
—¡Javier! —gritaron mientras se acercaban con una sonrisa en su rostro—, ¿cómo estás?, ¿estás bien?
—Si estoy bien —Sonreí y de verdad, la felicidad que me dio verlos era muy genuina.
—Te dejare con tus amigos —Me dijo mi padre—. ¿Podrían ayudarlo a llegar al salón? —preguntó a mis amigos.
—Sí señor, no se preocupe. Nosotros lo llevamos —contestó Alan tomando una pose de firmes. Solo le había faltado hacer un saludo con la mano extendida sobre su frente para parecer un soldado recibiendo órdenes de su superior.
—Si sucede cualquier cosa, me llamas.
—Sí, ve con cuidado.
Mi padre se retiró, Omar tomo mi silla de ruedas y comenzó a empujarla.
—Puedo yo solo, eh.
—Tu padre nos encargó que nosotros te lleváramos, así que no te quejes —dijo Alan haciendo énfasis en "nosotros".
Me llevaron hasta el salón y les pedí que me dejaran donde siempre me sentaba. Apenas me dejaron en mi lugar, todos mis compañeros se acercaron alrededor de mí para preguntarme como estaba. «¿Cómo estás?, ¿cómo te sientes?, ¿por qué usas silla de ruedas?, ¿vas a ser invalido?», eran preguntas que escuchaba decir a mis compañeros pero que no me dejaban ni contestarlas. Solo hablaban y hablaban.
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Seacorroz
FantasyTras sufrir un accidente que lo deja al borde de la muerta, Javier descubré la existencia de seres que viven entre los humanos con habilidades sorehumanas. Volviendose uno más al volver a la vida, la vida lo guiará por un camino poco ortodoxo para g...