Emil

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03 de Julio del año 2012. Cinco años antes de la creación del primer A.D.A.N.

—Entonces... ¿No piensas decir nada al respecto?

La dama se detuvo frente al hombre que estaba sentado con la cabeza baja en el asiento de plástico. La enfermera observaba de reojo a la pareja que eran las únicas personas en la sala de espera. Desde que el hombre llegó la mujer estaba muy estresada y molesta, temía que de un momento se formara una discusión entre ellos y entonces tendría que llamar a "Seguridad" para contenerlos.

—¿Qué quieres que diga?

—¡Cualquier cosa! ¡Lo que sea! ¡Llora por lo menos! Es lo que cualquiera en tu lugar haría...

—¿Y que cambia si lloro? ¿Crees que eso serviría de algo?

—¡Sí! ¡Demostraría que al menos tienes sentimientos! ¡Qué eres humano! ¡Es tu hijo el que está en esa habitación! ¡Tu hijo, Oskar!

—¿Y crees que no lo sé? ¿Ahora resulta que por qué no armó un espectáculo como tú no me duele mi hijo? ¿Quién demonios te crees para juzgarme?

—¡Tu esposa!

El hombre hizo una mueca de fastidio. La enfermera dio la vuelta y salió del espacio de la Recepción y se acercó a la dama. De forma muy educada le pidió calmarse y que bajara la voz. Esta se limitó a asentir con la cabeza y se alejó del hombre por unos minutos.

Pero no sería por mucho tiempo que lo dejaría en paz. Lo miraba con intenso odio, sencillamente no podía soportar su actitud tan mesurada. Siempre era así, parecía que nada le afectaba. Oskar Kaufmann era un hombre sumamente ecuánime, mantenía completo control de sus emociones sin importar la situación. De esta forma le conocían y por este motivo ella le menospreciaba.

Volvió acercarse a él. Sacó un cigarrillo de su bolso y lo encendió, él la miro de reojo y sabía que estaba furiosa. También la conocía muy bien, no dudaba que un momento a otro explotaría, poco le importaba las normas del hospital y que hubiera otros pacientes delicados en ese mismo pasillo, así era Natasha Hills de Kaufmann.

—Desde hace dos años te soy infiel. ¿Recuerdas aquel hombre que nos saludó en el banquete de la compañía? Vestía un traje de gamuza, te estrechó la mano y hasta te acercó un Martini. Hablaron unos minutos y luego se retiró. Ese es mi amante. Es un vendedor de bienes y raíces exitoso, me ha dicho infinidad de veces que te abandone, sólo pienso... ¿Por qué no le he hecho caso? Además es muy bueno en la cama, me ha hecho sentir cosas que tú nunca ni te le acercarías. Pero por alguna maldita razón yo todavía continúo a tu lado, y aun ahora, me duele terriblemente que te digo estas cosas y sigues allí sentado, con esa actitud tan indiferente y sin mostrar un ápice de sentimientos. ¿Realmente eres humano, Oskar Kaufmann?

El hombre con su habitual parsimonia tomó el maletín que estaba a un lado del asiento y se levantó. Miró la hora en su reloj: Era ya pasada la medianoche. Se pasó la mano por la cara muy cansado y abrumado del día. Entonces se dirigió a la salida; pero antes se acercó a la mujer y le habló de forma muy serena pero con carácter:

—Quiero el divorcio, Natasha.

Y luego se marchó.

***

«...Son las...04:23AM del 03 de Julio del 2012. Estoy en mi laboratorio ubicado en el Centro de Investigaciones de Embriología y Genética. Tengo en mis manos algunos estudios médicos acerca de un paciente de doce años, varón, que está en etapa terminal. Su diagnóstico es Linfoma de Hodgkin en estadio IV. Ha sido resistente al tratamiento desde el primer diagnóstico, el cáncer se diseminó en los pulmones , el  hígado, la médula ósea  y el  líquido cefalorraquideo del paciente. El último tratamiento que se intentó fue el de quimioterapia de dosis altas con trasplante de células madre, el cual no surtió mayor avance en contrarrestar el avance del linfoma. El nombre del paciente es Emil Kaufmann...y es mi único hijo.

Se le realizó un estudio genético tardío donde se detectó el alto riesgo que tenía el paciente de desarrollarlo en cualquier momento de su vida. Este tipo de cáncer se describe como una enfermedad multifactorial con etiología genética, como muchas otras, que aunque son enfermedades poligénicas, aquellas que están causadas por la combinación de múltiples alelos genotípicos y de factores exógenos, mantienen un patrón fácilmente detectable vía genética. Podía preverse, pero aun así no había forma de revertirlo.

Esto es...realmente frustrante. Si al menos tuviera más tiempo...quizás...no, es totalmente factible que pueden no sólo preverse sino también tratarse las enfermedades, aun antes que estas se desarrollen...»

El Doctor Kaufmann apagó la grabadora y se dejó caer completamente agotado sobre su escritorio. Tenía mucho tiempo durmiendo apenas unas dos o tres horas al día y casi ni se alimentaba. Pasaba la mayor parte del tiempo entre su laboratorio y el hospital donde su hijo estaba recluido. Iba a su casa, se bañaba, se cambiaba y regresaba a uno de estos dos sitios. Esa era su rutina desde que diagnosticaron a Emil en etapa terminal.

La relación con su esposa era prácticamente inexistente desde antes que se agravara la condición de su hijo. Posiblemente no funcionó desde que se casaron, pero nadie podía acusarle de ser un mal padre, con todo y lo obsesivo que era con su investigación no existía otra cosa más importante en el mundo para él que su hijo Emil, pero trágicamente estaba a punto a de perderlo debido a su enfermedad. Tanto él como su esposa lo intentaron todo para procurar salvar su vida: Diferentes especialistas, tratamientos convencionales y alternativos y aun se probaron terapias experimentales...todo esto sin éxito alguno. La única esperanza que guardaba era la posibilidad de encontrar la forma de atacar la enfermedad desde su misma raíz: En el código genético. Pero los estudios en este campo estaban en etapa inicial y apenas rasgaban la cascara de un complejo sistema que debía ser descifrado antes de siquiera pensar en manipularlo. Con todo, trabajaba incansablemente en su laboratorio, encabezando a un grupo de los mejores especialistas en este tema.

Necesito "Tiempo"...si al menos pudiera contar con más tiempo para descifrar esto y para entenderlo... Si...

En ese momento sonó su teléfono. Al responder la llamada su corazón latió con fuerza, su amigo y colega el Doctor Owen Johnson, oncólogo, le avisaba que su hijo estaba en condición crítica y debía estar a su lado ya que probablemente sería la última oportunidad de verlo con vida.

***

Llegó casi con el corazón en la boca. Su esposa le miró le miró de reojo, pero no era el momento de discutir. Ella estaba sentada a un costado de la cama del niño y acariciaba su frente, Emil estaba consciente y sonrió al ver a su padre llegar. El disimuló su tristeza y preocupación y se sentó al lado de su esposa fingiendo una sonrisa.

—¿Qué tal campeón? ¿Cómo estás?

—Te ves terrible, papá... ¿No has dormido bien?

—Sí, debe ser eso, o quizás es que ya no soy tan apuesto como lo era hace algunos años.

El niño se sonrió y trató de tocar el rostro de su padre, Kaufmann entonces alcanzo su mano y la besó, estaba muy fría y casi sin fuerzas.

—Papá... ¿El cielo existe?

Oskar Kaufmann no supo que responder en ese momento. Su esposa puso su mano sobre su hombro y lo frotó, con este simple gesto le animaba a dejar a un lado su ateísmo y darle una respuesta a su hijo que le permitiera morir en paz.

—Sí, Emil, si existe. Es un lugar hermoso donde no vas a tener necesidad de recibir medicinas ni nada de estas cosas que no te gustan.

—¿Y luego nos vamos a reunir todos juntos allá, verdad?

Esa era una pregunta mucho más difícil de responder. Cuando Kaufmann abrió la boca para decirle algo, ya su hijo había fallecido. 

CONTINUARÁ...


A.D.A.NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora