El Hombre Bicentenario

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—¿Kai? ¿Qué sucedió?

Lola vio llegar a Kai furioso. Atlas venía tranquilo detrás de él, meneó la cola saludando a las chicas y fue a echarse en el rincón de la sala donde se habituó a dormir. Entretanto Kai caminaba de un lado a otro allí apenas conteniendo toda la ira que sentía.

—¡Es un imbécil! ¡Un gran idiota! ¡Está trabajando para la gente que trató de matarlo! ¡Les está entregando todo su proyecto! ¡Y se niega a escapar conmigo!

—¡Bien! Kai.... ¿Por qué mejor no te sientas un momento e intentas calmarte?

Cuando Lola trató de tocarlo, Kai le rechazó con brusquedad. En ese momento sus emociones estaban descontroladas y no razonaba con juicio claro. Hannah le hizo una seña a su amiga para que le dejará en paz, Lola le hizo caso y se apartó de él.

—Él me traicionó, me manipuló y ahora quiere echarme a un lado. ¡No quiere protegerme! ¡Sólo quiere que me aleje de él! Claro... otro como yo viene en camino, ya no me necesita...

Atlas le observaba preocupado desde su rincón. El animal comprendía toda la densa química de emociones confusas de su amo, y su instinto le decía que Kai no estaba bien. Empezó a ladrarle de forma insistente, y los ladridos de un enorme Rotweiller en un pequeño departamento eran realmente muy fuertes.

—¡Kai! ¡Kai! ¡Cállalo! ¡Todos los vecinos van a enterarse de que tenemos un perro gigantesco aquí! —Le gritó Lola desde la cocina cubriéndose los oídos.

—¡Cállate, Atlas! ¡Échate en silencio! ¡Ahora!

Kai le gritó con mucha ira al animal, pero Atlas en vez de callarse, se irguió y siguió ladrándole con mayor insistencia.

—¡Atlas! ¡Obedéceme!

Lola y Hannah no comprendían lo que estaba pasando entre Kai y su perro, pero Atlas seguía ladrándole. El joven, atormentado por los ladridos, intentó sujetar a Atlas de su correa para obligarlo a echarse; pero apenas puso su mano en su cuello, el perro le sujetó el brazo con su fuerte mandíbula. Kai gritó de dolor al sentir aquella mordida.

—¡¡¡Kai!!! ¿¿¿Estás bien???

Lola corrió hasta él. Kai se alejó del perro, que ya había dejado de ladrar, pero seguía en posición de ataque y le gruñía. El joven se sujetó el brazo en el que recibió la mordida y notó que sangraba profusamente. Le sorprendió que Atlas le hubiese lastimado, pero luego comprendió aquella reacción. El animal no quiso hacerle daño real, sólo actuó de forma instintiva atacándole, como lo haría con un animal nervioso e inestable.

—¡Estás herido! Ven, vamos a la cocina, Kai. Te limpiaré esa herida. —Lola tomó a Kai del brazo y le llevó hasta la cocina.

—¿Tú perro te mordió? ¿No y que estaba adiestrado? —Hannah se aterró al ver que Kai se sujetaba el brazo muy adolorido. —Si tú que eres su dueño te mordió, ¡a nosotras nos va a comer vivas!

—Atlas no les hará daño, no teman. Reaccionó asi por mi culpa. —comentó Kai mucho más calmado mientras Lola le limpiaba la sangre de la herida en el fregadero— Esa fue su forma de "regañarme".

—Iré por el alcohol y una venda, hay que desinfectar esa herida y cubrirla.

Pero Kai le sujetó, y Lola se extrañó de su actitud.

—No es necesario. Es una simple herida superficial ya que Atlas no quiso lastimarme realmente. Sanará antes de que regreses del baño.

—¿Qué dices? ¿Acaso no sabes cuántas bacterias hay en la boca de un perro? Desinfectaré la herida y luego iremos al hospital, necesitas aplicarte una antitetánica.

A.D.A.NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora