Parte 2: así fue como la tortura comenzó

29 2 6
                                    


El resto del día se fue muy rápido, mi problema de tiempo surgía solamente cuando me tocaba darle clase a su curso, y durante los períodos previos.

Puse todo el material de las clases en la estantería establecida para mí y me dirigí al estacionamiento.

Subí a mi auto y me dirigí a casa.

Solo necesitaba llegar al departamento y poder descansar para olvidarme de todo. No quiero volver al trabajo.

Es extraño ver hacia atrás y darme cuenta que amaba levantarme cada día para dirigirme al trabajo y que añoraba que cada día terminara pronto para que un nuevo día surgiera y poder dar clases otra vez. Las vacaciones y los fines de semana eran buenos, pero me hacía falta ver a los alumnos y poder darles clases y darles un poco de conocimiento de arte, algo sobre lo cual algunos realmente se impresionaban o entusiasmaban, otros sentía pasión real, podía verlo en sus obras y sus rostros al entrar al taller. Ahora, cada lunes, martes y viernes, era una tortura dirigirme al salón y esperar que las horas pasaran pronto para poder volver a casa.

Todo comenzó un viernes por la tarde, luego de clases. Los maestros tuvimos una reunión con el director del instituto, en la que nos informó que un estudiante había solicitado un traslado de otra ciudad. Un nuevo estudiante en el mes de abril. Al parecer, su padre tenía nuevos negocios en la ciudad que debían ser atendidos directamente y se tuvieron que mudar. Al principio todo estuvo bien. Los maestros hablamos sobre lo que haríamos para que se pusiera al día, pues habían temas que no había visto en la escuela a la que asistía. Una escuela pública muy buena, pero que a pesar de todo, no cumplía con todos los requerimientos de las materias, el chico solo necesitaba nivelación, no instrucción, así que algunos maestros solo harían exámenes, otros le darían temarios para que su examen final de semestre fuera suficiente para la nota. Yo me ofrecí a darle talleres de artes los martes y jueves por la tarde durante un mes, comenzaría durante las últimas dos semanas de mayo, cuando estuviera al día del resto de las materias, para que no fuera demasiada presión para él. Solamente se trataba de dos proyectos de arte, lo que habíamos visto en los primeros meses del semestre, pero cuando me di cuenta que no funcionaría eso debido a que un mes no sería suficiente para dos proyectos que en clases se habían hecho en cuatro meses, opté por valerle un solo proyecto, el más complicado, por las dos notas, me parecía justo por la falta de tiempo, pero nunca pensé que eso nos llevaría a lo que sucedió luego.

Cuando quedaban solo dos semanas para que finalizara el tiempo de duración del taller, un jueves, se acercó a mí y me preguntó si era posible que la siguiente clase se pospusiera hasta el siguiente viernes, por lo que su penúltima semana de taller sería de jueves a viernes, no entré en detalles del porqué, tenía el tiempo y supuse que podría hacerlo, había notado cierta lejanía por parte de él y supuse que hacerle ese favor haría que la tensión que sentía por su parte disminuyera. Nunca pensé que hacer eso haría que las cosas se complicaran.

Terminamos esa clase y el jueves de la siguiente semana sucedió normal. Yo le daba clases durante los períodos que le tocaban con su curso. Así que el chico estaba haciendo dos proyectos a la vez. Le iba muy bien en mis talleres y por lo que había escuchado de otros profesores, el chico era un completo genio.

El problema surgió ese viernes, ése en el que realmente no debí verlo por la tarde.

Finalizó el horario de clases y me quedé limpiando el salón para la clase de nivelación. Alejandro, el chico, llegaba antes de la hora establecida para la clase, pero no era raro, es muy responsable y no le gustaba llegar atrasado. Se dirigió a su caballete en el que estaba colocado el cuadro que estaba haciendo. Yo me senté en mi silla como habitualmente hacía. La primer hora fue tranquila, charlábamos un poco mientras él pintaba, yo lo que buscaba era que se sintiera cómodo, nunca pensé que pudiera malinterpretar mis intenciones.

Había notado que era guapo, pero no me sorprendía, muchos estudiantes son atractivos, pero no me llamaban la atención, ninguno de ellos, ni siquiera él.

Cuando faltaban diez minutos para que acabara la segunda hora de la clase, le dije que podía comenzar a limpiar.

Yo me limité a recoger algunos borradores que tenía esparcidos por el escritorio, pero me tropecé con la pata de la mesa y al sostenerme de ésta para evitar caerme, dejé caer los papeles, me puse a recogerlos del suelo, Alejandro me ayudó a levantar los que se habían esparcido más lejos, era muy caballeroso a pesar de la tensión que yo sentía por parte de él, lo trágico vino cuando me erguí, mi falda se rasgó justo a la altura de mi trasero, él escuchó la tela romperse y yo no sabía qué hacer, quería que saliera del salón para poder alejarme del escritorio, el cual utilizaba para intentar tapar la rasgadura.

Él me vía con una sonrisa divertida en el rostro, dejó los papeles en el escritorio y se giró hacia sus cosas, supuse que iría y como me estaba dando la espalda, aproveché para girarme y tomar el saco para cubrirme, pero el saco se atoró en la silla y cuando al fin logré sacarlo, Alejandro se acercó a mí y me susurró desde atrás.

–No creo que el saco ayude mucho. –Había dicho –. La rasgadura va desde aquí. –Tocó un punto a la mitad de mi trasero con su dedo –. Hasta aquí. – Y sentí como tocaba un punto un poco más abajo del final de mi trasero. Su mano se posaba en la curva de éste y sentía sus dedos sobre la piel desnuda de mi pierna. Todos los vellos se me erizaron en la nuca al sentir su respiración en mi cuello y lo cálido de su tacto. No podía reaccionar. Su piel era cálida y la sentía sobre la mía. Su respiración era densa y me daba de lleno en el cuello. No había dicho nada inapropiado, pero sus actos bastaban para que todo se calentara en mí.

Se alejó repentinamente y se dirigió a la puerta.

–Espero que pueda llegar a su auto sin... rasgarse nada más, señorita Blake. –Dijo burlándose y luego se alejó.

Lo vi salir del salón de artes y aun así no pude moverme por lo que me pareció una eternidad. Al fin, mi cuerpo actuaba según lo que mi cerebro le ordenaba y como pude tomé todas mis cosas, me cubrí con el saco y salí del edificio. Llegué a mi departamento y todo mi cuerpo seguía caliente. Me quité la falda y me di cuenta que Alejandro tenía razón, la rasgadura era enorme.

Intenté calmarme y calmar las sensaciones de mi cuerpo, pero no lo logré. Tomé una cucha fría y me metí a la cama.

Casi no dormí esa noche, cuando lograba dormir, la sensación de la mano de Alejandro en mi trasero me despertaba. Estaba caliente y frustrada.

Tenía seis meses desde mi última relación, la sensación de haber sido tocada luego de seis meses hacía que todo mi cuerpo se encendiera.

Así fue como toda la tortura comenzó.

Un estudiante peligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora