Un ebrio.
-Ven aquí, preciosa- dijo el bastardo con voz
ronca y un repugnante olor a alcohol encima.
Me aparté de sus gigantescas manos y lo golpeé
en la entrepierna sin dudarlo. – ¡Si serás zorra!-
gruñó cayendo al suelo, con las manos en el
punto exacto de mi golpe.
Arqueé una ceja divertida.
-Sí, igual de zorra que tu madre- le dije antes de
marcharme.
Había sido una noche larga… y quería descansar.
{Narra Harry}
Aun me sentía mal por haber pensado así de
ella. ___________ había intentado ser agradable
conmigo y yo sólo había metido la pata hasta el
fondo.
«Nunca la volverás a ver, Harry. Ya no pienses
en ello. Intenta arreglar las cosas con Becca.»
Becca. Mi futura ex esposa. ¿Cómo es que un
par de horas junto a esa preciosa pero letal
stripper me habían hecho olvidar
completamente a mi dulce Becca?
Caminé hasta mi coche con las manos en los
bolsillos y sin expresión alguna.
Una vez dentro del Audi, observé el Antro
Anacks, que desde afuera parecía increíblemente
discreto y común.
Mis amigos me habían recomendado ir allí. Los
últimos meses no habían sido demasiado alegres
para mi vida, por lo que me propusieron la idea
de ir a “despejar” mi mente.
«Vaya fiasco ha resultado ésto»
Cuando todos mis problemas parecieron haberse
confabulado para formar un tornado dentro de
mi cabeza, una duda más se hizo presente.
«¿Volveré a verte otra vez, __________?»
{Narras tú}
-¡Despierta, __________!- gritó esa maldita aguda
voz desde el marco de la puerta.
-¡Es Domingo! ¡Déjame dormir!- gruñí enterrando
mi rostro en la almohada.
-Tenemos que ir a la iglesia, ¿no piensas faltar o
sí?- cuestionó mi madre en tono amenazante.
-Ya, déjame a mí aquí, y vayan ustedes. Creo que
Dios de tantas veces que me ha visto allí, ya
recuerda mi rostro de memoria- bromeé
ácidamente.
Observé como mi madre me fulminaba con la
mirada.
-Mira que rebelde me has salido- se quejó con
las manos en la cintura y luego dijo algo entre
dientes para que yo no lo escuchara, pero lo
comprendí perfectamente.
Ella le preguntaba a Dios qué había hecho ella
para que tuviera una hija así.
Antes de que se marchara, provoqué un poco
más su cólera.
-Pues, has hecho cosas sucias con papá- reí
secamente- aunque no creo que Dios vaya a
decírtelo de ese modo. Dudo incluso que te lo
diga.
Ella me miró entre ofendida y helada. Negó
furiosamente con la cabeza, y se marchó sin
antes hacer que el sonido del portazo retumbe
en todo mi cuarto.
Bien, sorprendentemente pese a todo lo que
decía, yo era creyente.
No creía en la iglesia, pero si en Dios.
De todos modos, nada me privaría del hecho de
poder provocar a mi madre con bromas al
respecto.
Me removí en la gigantesca cama buscando la
suavidad del colchón bajo mi cuerpo.
Las imágenes de la noche anterior llegaron a mi
mente como un molesto torbellino abrumador.
Harry.
¿Por qué seguía enojada con él?