Harry entró y esperó en el auto, sin siquiera
mirarme. Me sacudí el césped del vestido y
girando el espejo retrovisor miré mi mejilla
izquierda sonrojada. Me toqué sintiendo la
hinchazón, consciente de que mañana sería algo
púrpura. Gemí. Dolía jodidamente.
Harry no me observaba y me sentí aún peor.
Esperaba su consuelo, no aquella frialdad.
No me sentía arrepentida de haberla golpeado a
Becca. Realmente se lo merecía.
Pero sabía que el bastardo de mi novio no
opinaba lo mismo.
Tomé mis tacones y me metí en el asiento de
copiloto. Él no me dirigió la palabra en todo el
transcurso y me sentí débil.
La única persona que amaba estaba a mi lado,
furioso y siendo insensiblemente frío conmigo,
cuando yo necesitaba el mayor consuelo del
mundo.
-¿No vas a hablarme?- pregunté cuando se
detuvo en un semáforo en rojo. Él me ignoró. –
Ella reveló aquello a mis padres, Harry. Incluso
ninguno de los hombres de los que estaban en la
fiesta ha dicho nada, y la muy..., y Becca fue a
meterse dónde no debía.
Él suspiró, pero su expresión no cambió nada.
-Podrías haberla matado.
«Eso hubiera sido genial» pensé pero decidí
callarme. No resultaría mejor avivar el fuego.
Harry estacionó frente a mi casa y lo observé
confundida.
-Ve y recoge tus cosas- me dijo secamente. Me
sorprendí y a él le molestó. – ¿Planeas quedarte
en algún otro lugar?- me dijo sarcástico y
enojado.
Aquello me molestó, y aún peor, me lastimó.
(…)
Luego de una breve visita a la que ahora era mi
ex casa, llegamos a la de Harry.
Él continuaba distante y enojado conmigo.
Comenzaba a arrepentirme un poco. No la
hubiera golpeado si hubiera meditado que ésta
sería su reacción.
Intenté contener la oleada de lágrimas para más
tarde. Necesitaba despejarme un poco.
Harry dejó mis maletas en el cuarto.
-¿Te molesta si voy por una ducha?- le pregunté
mirándome horrorizada al espejo. Él negó con la
cabeza.
-Haz lo que quieras, saldré un rato.
Su indiferencia me mató. Esperé a que el saliera