Roma, ¿? ¿? de 1999.
Hello!
¿Cómo estás? Me alegró escuchar tu voz: la voz de la conciencia.
¡Ay, Gracie! ¡Continuás dándome la lata con tus fórmulas infalibles! ¿No sabés que la mayor satisfacción radica en caer y volver a levantarse uno mismo por los propios medios? O en caer siempre de pie, igual que el gato.
Decís que estoy confusa y ésa es la única gran verdad. Necesito conocerme, mimarme, despejar mis incógnitas. Fijar una línea, un camino, un futuro. Ya sé que si analizo lo tengo todo o casi todo según los cánones de los demás, primita. Pero sucede que mi cerebro, a pesar de mi superficialidad, nunca deja de trabajar y de hacer preguntas. Tal vez ahí radique la razón de mi descontento. Lo único que te digo es que cuando sea vieja no voy a lamentarme diciendo:
—¡Ay, ay, ay, si hubiera...
No me lamentaré. ¿Sabés por qué? Porque todo ya lo habré hecho. Como dijo Oscar Wilde: Más vale hacer y arrepentirse que no hacer y arrepentirse. ¿O no lo dijo él? ¿Podés decir lo mismo, my friend? Meditá: ¡cuántas mujeres desearían ocupar mi lugar! No consiento que anacrónicos valores burgueses dicten mi conducta. Y tampoco consentiré que una prematura vejez me sacuda el polvo de la vida... My God! ¡Qué mal suena! ¡El polvo de la vida! Un acto fallido, quizá, por las connotaciones implícitas.
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El Camino de Santiago.
Historical FictionEl dieciséis de julio de mil novecientos treinta y seis, día en el que el cielo estalló, la gente se estremeció de pánico y la Meiga Maruxa hizo su fatal predicción, amaneció como uno más entre tantos de verano: azul nítido sin el más leve desaliño...