12- Un manto helado.

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  De otros temas y del Milagro se hablaba en todos los sitios y no sólo en Ulleiro

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  De otros temas y del Milagro se hablaba en todos los sitios y no sólo en Ulleiro. El principal café del pueblo de Chantada, el de José Antonio García, bullía de entusiasmo por los acontecimientos milagrosos y por el fin de la Guerra Civil.

—¡Ohhhhhh! —saludó José Méndez, el guardia civil, mientras entraba.

—¡Hombre! —exclamó el dueño del bar, a los gritos—. ¡Qué lejos de San Mamed lo veo este fin de semana!

—Pues sí, qué se le va a hacer —manifestó, con los hombros caídos—. No fuera a visitar a los padres. Y ellos venir, no vienen. Son más viejos que el pino de San Mamed...

—¡Pero hombre! ¡Qué se le va a hacer! Le noto morriña en la voz. Me recuerda al Jacinto, mi yerno, que tampoco afacía [*]...

—Y bueno, uno es viejo para cambiar, pero ya sabe, las oportunidades no se pueden dejar pasar —dijo el guardia civil, suspirando.

—¡¿Viejo usted?! —se extrañó el otro hombre—. ¡Que deja para mí, entonces!

—Soy viejo porque ya viera demasiado. Demasiado que hubiese preferido no ver...

—Bueno, ahora que todo se termina y las armas no son necesarias... —empezó a decir José Antonio.

—¡No, que va, hooombre! —lo interrumpió, moviendo las manos con énfasis—. Aún quedan bandoleros escondidos por los montes. Muchos de ellos y sus familiares llenan los depósitos y la provincial. Trabajo, mucho trabajo. Aunque quejarme, quejarme, no me quejo. Chantada tranquila fuera.

 Chantada tranquila fuera

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—¡Cómo extraño la radio de Madrid! Dijeran que las mujeres de la capital usaran pantalones. ¿Se imagina esos culos qué belleza? Pom, pom, pom y al rebote.


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El Camino de Santiago.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora