En algún dichoso lugar del Camino,1999.
Hi!
Ya sé, no me digás nada. No me olvidé de vos. Me volví loca, como te lo anticipé y aquí estoy. La locura me atacó de una forma muy virulenta.
¿Por dónde comenzar? ¿Por el principio? O sea, desde el punto en el que terminé mi carta anterior. Te había participado que por una milésima de segundo me había tentado la idea de acompañar al vejete en su periplo. Claro que, un par de minutos después, me abandonó completamente al visualizar la traba que supondría andar cargando a un anciano.
—≪¡Si serás tarada!≫, pensé. ≪¿Y si le da un patatús en algún recoveco alejado de la civilización? ¿Me veo yo llevándolo en brazos o arrastrándolo hasta la aldea o el pueblo más próximo?≫
Así fue cómo descarté brevemente mi absurda ocurrencia, si bien nada le comenté a Argie. Te escucho, primita, fuerte y claro:
—¿Y cómo es que te metiste en el baile si lo habías descartado?
De una manera tonta, supongo. Vos me conocés: soy espíritu de contradicción. Basta que alguien me diga que no puedo o que no se puede hacer determinada cosa, para que proceda a emprenderla rápido y sin meditar. Como me sucedió con mi trabajo en Buenos Aires.
—¿Para qué te vas a ir a perder el tiempo allí? —me preguntaban los entrometidos.
—Para trabajar en algo distinto, que me saque de la rutina —respondía, encontrándole el gusto a medida que discutía—. Y pagan genial.
—¿Trabajar en la empresa de otro en lugar de hacerlo en la de la familia? ¿No te alcanza con todos los clientes que tenemos acá? ¡Estás loca! Loca, loca, loooooocaaaaaa......
Igual que el tango. ¿O no era tango?... Pues algo similar aconteció en mi habitación de hotel con Renzo.
—¡¿Tú?! —y se empezó a matar de la risa—. ¿Camino de Santiago? ¿Dormir al aire libre o en habitaciones de mala muerte? No me lo creo, amore, ya se te pasará. A ti te gusta la comodidad. Te van los hoteles de cuatro o cinco estrellas, como éste.
ESTÁS LEYENDO
El Camino de Santiago.
Historical FictionEl dieciséis de julio de mil novecientos treinta y seis, día en el que el cielo estalló, la gente se estremeció de pánico y la Meiga Maruxa hizo su fatal predicción, amaneció como uno más entre tantos de verano: azul nítido sin el más leve desaliño...