Capítulo 1

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—¡Basta! —gritó Krista mientras reía.

—¡Tú empezaste! —se defendió su amiga.

Eran las 9:00 p.m. del viernes y hacía un rato que la guerra de almohadas había empezado.

—Bien, me rindo —alzó sus manos a modo de defensa ya que su amiga no había soltado la almohada rosada aún.

—Ahora te aguantas —se abalanzó sobre ella y estallaron en risas cuando cayeron al suelo.

Entonces el timbre sonó.

—¿Será la pizza? —se preguntó Emily en voz alta.

La castaña se encogió de hombros.

—No lo sé, espero que si porque esa película y la pelea de almohadas me dejó con hambre —respondió Krista y se levantó.

—Ve tú, yo no estoy apta para salir —la pelinegra miró su atuendo con desdén.

—Eso hago. Y yo no te mandé a ponerte esa pijama de conejitos —se burló.

—¡Oye! —se quejó—. no soy yo la que parece una prostituta con ese short y esa blusa que apenas te tapa el cuerpo.

Krista iba a contestar pero se contuvo al escuchar el timbre por segunda vez. Miró a su amiga con los ojos entrecerrados diciéndole que eso no acababa ahí. Luego bajo por las escaleras y en lo que pudo se peinó un poco la cabellera que llevaba suelta, justo debajo del busto.

Krista y Emily solían tratarse así, siempre. Esa era su manera de demostrarse su cariño por más raro que sonara. Se encontraban en su primer año en la facultad y, a pesar de tener más amigos, ellas congeniaban muy bien.

Krista tomó una palomita que se encontraba en su cabello y se la llevó a la boca antes de abrir la puerta. Entonces... Lo vió.

No pudo disimular su asombro.
El chico que se encontraba frente a ella era... muy atractivo por no decir más.

Su cabello castaño la dejó embelesada, y su sonrisa hizo que no pudiera cerrar la boca.

El chico un tanto incómodo por el pequeño trance en el que se encontraba la castaña decidió hablar.

—Buenas noches. Traje su pedido —sacó de la bolsa negra que colgaba de su hombro, las cajas de pizza y las extendió ofreciéndocelas con amabilidad.

—Oh —fue todo lo que Krista acertó a decir. Sacudió su cabeza esperando poder concentrarse.

Un escalofrío recorrió la espalda del chico al pensar que posiblemente se había equivocado de domicilio y ladeó su cabeza para ver el número nuevamente. Al ver que no era esa la situación se calmó un poco.

—¿Hay algún problema? ¿Son éstas las que pidió? —preguntó nervioso y acomodó su gorra.

—No... quiero decir, sí, éstas son las que pedí —sonrió tomándolas—. ¿cuánto es?

—Son 20 dólares —respondió amable y al bajar la mirada se topó con el escote de la linda chica. Rápidamente apartó sus ojos de allí, pero eso no evitó que sus mejillas se tiñeran de rojo delatándolo.

Sin embargo, Krista estaba tan distraída observando como lucía él con el uniforme de aquella deliciosa pizza a la que siempre solía ir, que no lo notó. Sino cuando se dio cuenta que debía pagarle asintió y fue por su cartera dejando las pizzas en la mesita que reposaba en la sala.
Su corazón palpitaba tan rápido que pensó que se le iba a salir.

El chico se dedicó a mirar el piso a la espera de su dinero. Había sido un día agotador para él, ya que era viernes y tuvo muchas entregas por hacer; pero ahora estaba feliz porque ésta era su penúltima.

Cuando ella volvió le dió lo que le correspondía por su arduo trabajo, incluyendo la propina.

—Gracias, disfrute su pizza —hizo una leve reverencia no dejando su genuina sonrisa.

Ella lo miró no deseando que él se fuera, pero eso era imposible. El tenía que continuar con su trabajo.

Cerró la puerta y rápido corrió a la ventana viendo como el chico se perdía entre la oscura calle montado en su motocicleta.

No pudo evitar sonreír. Definitivamente tenía que verlo otra vez.

El Chico De La Pizza → HoseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora