Capitulo 3

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Habían pasado dos semanas después de haberse llevado la desilusión que había sentido al abrir la puerta y no encontrar a la persona que ella quería ver del otro lado. O al chico, para ser exactos. Ella no había podido sacarlo de su cabeza, pero aún así no había vuelto a marcar aquel número por miedo a ilusionarse otra vez y no obtener lo que quería.

Se había dicho que intentaría seguir sin pensar en él. No era justo que estuviera así sólo por haber cruzado unas palabras con aquel extraño.
Sin embargo, las mariposas empezaron a crecer ese día que se había reunido con sus amigas en casa de Emily para estudiar y habían llamado servicio a domicilio por la feroz hambre que les atacaba. Aileen había hecho eso a propósito. Esperaba que el chico que le robaba el sueño a su amiga apareciera por esa puerta y le subiera los ánimos de una vez por todas.

—Iré al baño chicas —dijo Aileen dándole un discreto codazo a Emily para que ella también diera una excusa.

Había pasado una hora desde que habían pedido aquella pizza y seguro no tardaban en llegar.

—Si yo te acompaño, necesito mojarme los ojos para quitarme este sueño —dijo Emily mientras se levantaba. Aileen se llevó su mano a la frente mentalmente por la poca imaginación de su amiga, pero prefirió no reprenderla hasta estar fuera de la vista de la castaña.

Krista por su parte frunció el ceño ya que había visto a su amiga más que despierta estudiando para su examen de mañana, pero no hizo ningún comentario respecto a eso. Después de dos minutos escuchó el timbre y se levantó dejando a un lado su libro de ciencias.
Bajó las escaleras y abrió la puerta esperando el supuesto pollo que Aileen había pedido.

En vez de eso se encontró con el chico en el que tanto había estado pensando. Una sonrisa se dibujó en su rostro inconscientemente.

—Buenas noches. Traje su entrega de dos pizzas —espetó con su agradable sonrisa. El tenía su mirada en la bolsa negra mientras sacaba las pizzas y al alzarla se llevó una gran sorpresa. Era la chica del escote. Frunció el ceño al mirar la dirección, pues no era la que él recordaba.

—Oh gracias —Krista sonrió y tomó las pizzas—. ¿cuánto es?

—20 dólares —dudó antes de continuar—.  Perdona la indiscreción, ¿tú vives aquí? —preguntó sin poder evitarlo, sentía que debía salir de dudas.

Krista no se esperaba que le preguntara eso. Sorprendida, cayó en cuenta que él la había recordado. Una inmensa felicidad la llenó por unos segundos, hasta que pensó que tal vez él la recordaba por lo torpe que se había comportado esa noche.

—No, esta es la casa de una amiga —respondió amablemente pero con un deje de tristeza.

—Oh —él asintió sin saber que más decir.

—Traeré la cartera —dijo y a continuación se perdió dentro de la casa.

El recordó la primera vez que le había entregado esas pizzas y sonrió ahora que sabía que nadie lo miraba. Ella tenía su cabello despeinado y llevaba ropa un poco reveladora, sin embargo, a pesar de haber visto su escote, eso no era todo lo que recordaba de ella, sino sus ojos. No eran rasgados, por lo que se preguntó de donde venía, pues lo más probable era que debía ser extranjera.

Una chica se asomó por la puerta con una sonrisa.

—Hola —saludó y él frunció el ceño momentáneamente, sin embargo, aún así contestó con cortesía.

—Hola.

—¿Cuál es tu nombre?

—¿Disculpa? —preguntó sintiéndose un tanto incómodo por la atrevida actitud de la chica.

—Dije que, ¿cuál es...

—Te escuché, pero ¿porqué quieres saberlo?

—Una secuestradora no soy —respondió rodando los ojos—. sólo es para agradecer de tus servicios a la pizzería.

—Soy Jung Hoseok —respondió

—Bien y, ¿trabajas ahí todos los días?

Esas preguntas estaban por demás y él lo sabía. No era tonto. Pero pensó en ser cortés. No quería que se quejaran de él y terminar perdiendo el empleo, por lo que contestó todo lo que la rubia le preguntaba.

Después de hacerle ese interrogatorio que le pareció eterno, ella salió corriendo dentro de la casa dejándolo confundido.

—Perdón por tardar, no encontraba mi cartera —se disculpó la castaña al llegar.

—Descuida —le respondió con una sonrisa ladina.

Recibió su pago y se fue. Krista esperó a que él subiera a su motocicleta para cerrar la puerta y recargarse en ella con una sonrisa. Nerviosa pensó si esa sería la última vez que vería esos ojos tan lindos.

—¡Krista! —gritó emocionada Aileen mientras bajaba las escaleras corriendo—. ¡sé su nombre!

—¿Qué? —preguntó confundida—. ¿cómo?

—Eso no importa. Ahora Dime lo mucho que me amas —pestañeó divertida.

—Bien, ¡te amo!

Después de dar pequeños saltitos se puso seria y miró a su amiga con un lindo brillo en los ojos.

—Su nombre es Jung Hoseok.

El Chico De La Pizza → HoseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora