Seguían sentados a la mesa, en la misma posición que estuvieron desde el principio de la noche. Los platos de los dos todavía repletos de pasta habían sido abandonados desde que la plática de verdad había empezado. Anahí todavía lloraba en silencio. A Alfonso también se le caían lágrimas, pero no con la intensidad que lloraba Anahí.
Las lágrimas de él eran solitarias, quien las viera hasta podía pensar que eran frías o que él no sufría tanto, pero, la verdad, Alfonso era un hombre muy duro y tenía mucha dificultad en expresar lo que sentía, especialmente cuando se trataba de dolor. Pero aquellas lágrimas que le salían eran de verdad, eran de un corazón que la vida y aquel amor enorme parecían aplastar y aplastar hasta que salieran lágrimas, lágrimas de un corazón tantito seco.
Las lágrimas de ella, aunque eran silenciosas, caían como una cascada, su respiración empezaba a dificultarse con tanto que lloraba. Con sus manos y una servilleta, seguía intentando secárselas y dejar de llorar de una vez, pero no conseguía. Anahí una vez creía haberse librado de aquel dolor, más que esto, creía haberse librado de aquel amor, o a lo mejor, quiso creer que lo había hecho, pero, la verdad, no. Le seguía doliendo como al principio. Pensar en él continuaba lastimándola. Verlo se sentía como si algo la estuviera ahogando. Hablar con él se sentía como si la estuviera aplastando. Pero acordarse de todo lo que ya habían vivido, todo lo bueno y luego todo lo malo y todas las lágrimas que lloró por él, aquello la destruía. Sus sentimientos eran como una avalancha, la lastimaban, la aplastaban, la ahogaban, todo al mismo tiempo. Sentía que ya no podía soportar.
- Permiso - dijo ella en un susurro, con la voz embargada, y salió en dirección a los baños, como hizo años antes, en la última y terrible cena que tuvieron.
Anahí se levantó para irse y, al voltearse, su llanto se abrió en sollozos, liberando la tristeza que no había tenido coraje para liberar frente a Alfonso. Él se sentía el peor de los hombres. Le había hecho sufrir de esa forma a una mujer y a la mujer que más amara en toda su vida.
Sin poder contenerse, Alfonso corrió tras de ella, la tomó de la mano, volteándola y atrayéndola hacia su cuerpo y la abrazó como hace años no hacía. Anahí sollozó en su pecho, sintiéndose más confortable y a salvo como hace tanto no sentía. Quería que Alfonso no le provocara todo aquello, aquella sensación de estar en el lugar cierto, en el momento cierto, con la persona cierta. Quería odiarlo. Quería que no moviera tantas cosas dentro de ella. Pero también quería tener la chance de estar con él, quería la oportunidad de vivir lo que sentía, lo quería. ¿Qué diablos era eso? Tanta confusión, no podía pensar con claridad.
Alfonso, al tenerla entre sus brazos, la tomó del rostro, mirándola al fondo de sus ojos mojados de lágrimas y susurró algo que ella no consiguió entender. La mente de Anahí se nubló por completo al sentir como él atraía su rostro al suyo, acercando sus labios. Sus respiraciones se mezclaban y, por un segundo, el mundo entero desapareció. Anahí sintió como sus labios se tocaban despacio, casi sin moverse y pidió al cielo que el tiempo se detuviera, que pudiera dejarse llevar y sentir su boca, sentir su beso, sentir su deseo, sentir su amor.
Pero la dulzura de aquello duró apenas algunos segundo, porque su mente trató de acordarla de la realidad: su dolor, su decepción... y su matrimonio. Rompió el beso antes mismo que Alfonso pudiera sentir sus adentros y quizás empezar a hacerla rendirse al calor de aquel encuentro.
- Así no, Poncho - susurró, su llanto se había calmado un poco - un beso no puede arreglar esto.
- Yo te pedí perdón - le dijo, con lágrimas a mojarle el rostro - sé que me equivoqué, pero no fui el único, Any.
- Nunca te dije que habías sido tú. Pero tú si me culpaste de todas formas. Me lastimaste, Alfonso. De todas las maneras posibles.
- Pero, ve - intentó él - vinimos a hablar, vamos a hablar, vamos a arreglar las cosas.
- ¿tú realmente crees que es posible? Antes de la cena me decías que tú y yo ya no tenía caso, ahora me besas. Te juro que no sé qué pensar.
- Yo tampoco sé que pensar, Any, entiéndeme. Pero, ve, la vida nos ha puesto en RBD otra vez, nos ha juntado de nuevo. Tal vez dijimos sí a RBD a propósito, como una manera de vernos de nuevo, tal vez fue cosa de nuestros ángeles o de nuestro subconsciente, pero algo cambió, porque aquí estamos.
- ¿te soy sincera? - preguntó retóricamente - todavía te quiero y todavía mueves muchas cosas en mí. Pero todavía también me duele como nunca todo lo que pasó entre nosotros y creo que tardaremos mucho en hablar de todo lo que tenemos que hablar y arreglar todo lo que dejamos desarreglado entre tú y yo.
- Pero tú crees que es posible, ¿verdad?
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(A&A) | Segundo Amor ✓®
RomanceAnahí y Alfonso se hicieron los tontos por muchos años, ocultando las ganas que tenían el uno del otro y esto había sido muy difícil para ellos. Pero más difícil fue lo que vino cuando decidieron por primera vez dejarse llevar y aprovechar lo que se...