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Más de una hora más tarde, Anahí y Alfonso decidieron que era tiempo de que sus amigos volvieran a su casa, para también que pudieran estar un tiempo con ellos, en forma de agradecimiento.

- ¿se puede que nos traigan una pizza? - le pidió Anahí a Maite por teléfono. Maite se rio.

- No nos odian - Maite dijo a Christian, pegada al teléfono - pero ¿ya quieren que regresemos? Digo... podemos dormirnos en cualquier lugar, creo que me voy al departamento de Chris, no se preocupen - Anahí se rio.

- Puedes venir a tu casa, Mai - fue la voz de Alfonso que se oyó - queremos estar un rato con nuestros amigos cupidos - Maite y Christian se rieron - y también queremos pizza, por favor.

- Ahorita llegamos - oyeron la voz de Chris a hablar de lejos por el teléfono.

- Os esperamos - le dijo Anahí.

Cuando llegaron sus amigos, Anahí y Alfonso estaban sentados en el sofá, abrazados, viendo una película, pero no parecían estar poniéndole atención a lo que pasaba. La verdad, parecían mucho más concentrados en el abrazo que compartían, en el calor de sus cuerpos juntos y en lo mucho que extrañaban estar así.

- Ay, mi pareja - dijo Maite, ilusionada al verlos juntos y los abrazó a los dos.

Maite le tomó las manos a Anahí y las besó con cariño.

- Perdón por la manera que hicimos las cosas - les dijo a Anahí y Alfonso - es que ya no sabíamos cómo ayudarlos y nos mataba ver como estaban...

- No te preocupes - le dijo Anahí, sonriendo.

- Te quiero, enana, tú lo sabes - Maite contestó - de verdad, quiero verte feliz.

Las chavas se abrazaron y Alfonso y Christian sonrieron, antes de murmullar algo de que empezarían a comerse la pizza y no dejarían nada para ellas. Las niñas prontamente se alejaron porque ni modo que aquellos dos se acabaran la pizza solos. Ellas se morían de hambre.

- ¿Qué hicieron los dos mientras nos dejaron acá solos? - preguntó Poncho con la boca llena de comida.

- Pues, nos fuimos a tomar algo, como pretendíamos - explicó Chris.

- Ya habían planeado todo, que horror - se rio Any.

Cuando acabaron de comer, Any y Poncho se miraron, cómplices. Querían estar solos. Querían hacer el amor otra vez. O tal vez solamente platicar, mirarse, abrazarse. Apenas querían aprovechar la compañía el uno del otro.

- Nos vamos, ¿sí? - le preguntó Alfonso.

- Sí - le contestó ella, casi en un susurro - pero ¿a dónde?

- ¿quieres ir a una terraza?

- ¿ves la hora que es? Puede ser peligroso - ya era casi las once de la noche.

- ¡Vamos a la condesa! O a El Lago. Ándale. Mañana tengo que irme a Estados Unidos y solo regreso el lunes por la tarde... quiero estar contigo.

- ¿para qué te vas? Quédate - le pidió ella.

- Es por Sense 8, tengo que tomarme unas fotos, mi amor - Anahí sonrió al oírle llamarle de aquella forma tan dulce.

- Que nos vayamos a una terraza, entonces - contestó ella - pero El Lago tiene muchísimo movimiento, hay muchos famosos... La condesa está precioso, pero cierra a las una, ¿no?

- ¿Así que quieres estar conmigo para más allá de las una?

- Por toda la noche - sonrió ella - no sé si me acuerdo bien, pero tu departamento de cuando estábamos juntos tenía una enorme terraza, ¿te cambiaste de departamento?

- No, no. Es que te quería llevar a algún lado a pasear. Pero en mi depa está bien. Es más privado y la terraza está perfecta.

- Nos vamos - le dijo Anahí a sus amigos - les dejamos besos - dijo, abrazándolos - muchas gracias y bye - se rio.

Maite y Christian se rieron de la prisa de Anahí en irse, pero no les molestó que se fueran, apenas querían que los dos estuvieran bien.

Alfonso prendió el aire acondicionado en su cuarto cuando llegaron a su departamento, pues si decidieran ir al cuarto, que estuvieran lo más confortables posibles. Anahí se dirigió a la barra de la cocina y agarró una botella de vino. Era la misma que tomaron en su primera noche de amor. Su vino favorito. Tomó dos vasos y los llevó a la terraza.

Alfonso encendió una parte de las luces de la terraza, apenas para que se iluminara un poco más porque apenas la luz de la luna ya era casi suficiente y, la verdad, dejaba todo el espacio muy bonito, y no solamente el espacio, sino también Anahí. Bajo la luz de la luna, con su piel bronceada, su sonrisa abierta, sus ojos tan brillantes, aquella mujer simplemente le encantaba, como nadie nunca lo había encantado.

- Ya has traído el vino - le comentó.

- Sí - sonrió ella - sigues tomando el mismo vino, el mismo que tomo yo.

- Aparte de que me acuerda a ti, está precioso, tienes muy buen gusto para vinos, desde siempre.

- ¿Te acuerdas cuando te traje aquel vino de Chile? Cuando vine de la primera parte de mi gira.

- Claro, como no... tenía un sabor tan exquisito... a ver si un día regresas allá y me traes otro... o nos vamos allá juntos, ¿qué te parece?

- Me parece lindo.

Se sentaron en un sofá gigante y circular donde había muchas almohadas. Se tomaron un poco de vino de los vasos que Anahí ya había servido y luego los dejaron en el suelo a un lado del sofá. Alfonso le acarició las manos a Anahí y ella rozó sus labios a los de él.

- Deberías de escaparte conmigo - le dijo Alfonso.

Anahí se estremeció por un segundo. Primero por la simple idea de irse con él y de nunca más tener que dejarlo, sonaba como un sueño hecho realidad. Segundo porque sabía que no podía hacerlo, pero tampoco quería lastimarlo, lo que no quería aquella noche era hablarle de la vida real, quería apenas su mundito de cuentos al lado de su príncipe.

- Y tú - susurró ella - deberías de hacerme el amor.

Alfonso sonrió encantado con la forma tan dulce y al mismo tiempo tan sexy que era tan particular de Anahí, ninguna mujer hablaba así como ella, ni se portaba como ella, ni sonreía como ella. Era en verdad única.

La acostó a las almohadas sobre el sofá y la besó como la primera vez, sintiendo despacio cada pedazo de ella, sintiendo como su cuerpo respondía al beso, como tremía, como suspiraba, como se movía de forma a pegarse más a él.

Anahí se sentía en las nubes, en nada pensaba, apenas sentía sus besos, el cuerpo de Alfonso sobre el suyo, la presión y el calor que establecía entre ellos. Tenía tantas ganas de él. Con su ayuda le quitó la blusa de botones que llevaba puesta y él le quitó la blusita negra que ella llevaba puesta.

Anahí le aruñó la espalda a Alfonso mientras él le desabrochaba el sostén, liberando sus senos. La miró por un rato, seguía hermosa como siempre. Luego le besó el cuello y el hombro izquierdo, mientras sus manos con suavidad le tocaban los senos. Anahí gimió bajito, sintiéndolo tocar sus pezones y tomó su rostro para besarlo una vez más.

Con los movimientos naturales de sus cuerpos, luego muchas almohadas estaban en el suelo. Alfonso le desabrochó la falda a Anahí y ella se la quitó con la ayuda de él. Se sentó sobre el cuerpo de Alfonso en seguida, moviéndose sensualmente, refregándose en él y sintiendo como su cuerpo y su miembro le correspondía. Dios... cuantas ganas tenía de él, cuanto lo extrañaba...

(A&A) | Segundo Amor ✓®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora