La noche fue la más larga del mundo para Anahí y Alfonso porque los dos la pasaron en claro.
Alfonso no podía dejar de pensar en Anahí, en todo el dolor que le había causado y que se había causado. No podía haber sido tan terco, orgulloso e inflexible todo este tiempo. ¿Dónde tenía la cabeza? ¿Dónde que no se dio cuenta que nunca podría huir de sus sentimientos por Anahí?
Por sus propios actos la estaba perdiendo, la venía perdiendo desde hace años. Algo todavía quedaba dentro de ella, él lo podía ver en sus adentros, al mirar al fondo de sus ojos, pero sentía como si ella se hubiera dado cuenta que no valía la pena, porque probablemente no valía.
La había hecho sufrir como nadie. Siempre había buscado estar bien y sano con él mismo y nunca se había puesto a pensar en qué sentía ella. Tampoco se había puesto a pensar en qué sentía él mismo, porque no necesitaba hacerlo. Al principio no se dio cuenta, pero en poco tiempo estaba seguro de aquel amor enorme, tan grande que le daba terror entregarse. Tenía miedo a perderse dentro de aquel cariño, de aquel deseo, de volverse dependiente de ella, de su ternura, de su olor, de su sonrisa. Pero para nada sirvieron sus esfuerzos.
Esta noche, al recordar cada uno de sus encuentros y de sus desencuentros, Alfonso se dio cuenta de lo estúpido que había sido. No había podido frenar al sentimiento que crecía en su pecho, lo más alejado que se sentía de ella, más fuerte también se sentía el amor que crecía en su corazón. Era un amor tan diferente a todo lo que ya había sentido, un amor que no necesitaba presencia para crecer día a día. Y Alfonso fue necio lo suficiente para no darse cuenta de que a Anahí le pasaba lo mismo, que el juego entre amigos se había vuelto verdad desde aquella noche donde se dejaron llevar por primera vez, porque, la verdad, el alcohol los ayudó a entregarse, pero solamente porque sobrios no tenían el valor de confesarse las ganas que se tenían. El alcohol no había sido el motivo de su primera vez juntos, las ganas de estar juntos fueron el motivo por el que se encontraron aquella noche, tomaron todo lo que podían, bailaron juntos y, finalmente, se entregaron a lo que siempre habían querido: el uno al otro.
Nunca Alfonso se había sentido más feliz que en aquella primera noche, y nunca se había sentido peor que en esta noche. La había tenido una, dos, diez, mil veces, por casi un año estuvo a su lado, viéndola siempre que podían, amándola, respetándola, viendo su sonrisa, sintiendo sus besos, oyendo su voz. Y lo había tirado todo a la basura porque era un cobarde. Se había alejado de ella, la había alejado de él, y como si no fuera suficiente, dio por destrozarla poco a poco, con su ausencia y todavía más con su presencia, porque solo volvió a lastimarla. Aquello le dolía como nada. Y hoy, haberse ofrecido a llevarla a su casa y luego haberla invitado a cenar, apenas le parecía como si fuera uno más de sus regresos para lastimarla. Y lo que más le dolía era sentir que Anahí también lo sentía así, lo sentía como el más grande motivo de sus dolores y él lo era, por eso todo este tiempo había estado tratando de buscar culpas para echarlas a ella, porque nunca fue el más capaz de enfrentarse con las consecuencias de sus propios actos. No se sentía un hombre, se sentía un niño, un niño inconsecuente y cobarde.
Anahí también se sentía niña, inexperimentada, como si apenas se hubiera desilusionado de su primer amor. Lo más raro era que, aunque haberlo perdido cuando se alejaron por primera vez fue difícil, haberlo vuelto a encontrar y que las cosas terminaran con ella sola y desnuda en un baño de un restaurante, había sido todavía más difícil, pero más difícil que esas dos cosas era convencerse de que ya no tiene caso, de que ya no vale la pena y de que ya el amor por él estaba desvanecido y dormido en su pecho, porque sabía que nada de esto era verdad. Haberse alejado de su beso esta noche había sido lo más difícil que había hecho en su vida, pero así había sido mejor, necesitaba estar tranquila y pensar las cosas bien y apenas verlo ya la confundía, ¿imagínense si volviera a besarlo? No podía.
Se daba vueltas y vueltas en la cama, sin poder dejar de pensar en él y en todo que le acordaba a él. Miraba la luna por la ventana de su cuarto en la casa de su madre, ya había prendido el aire acondicionado porque hacía un poco de calor, o tal vez no era calor, si no el hecho de que no podía calmarse y relajarse. Lo que más quería era dormir un poco, olvidarse de él un poco, quizás olvidarlo de una vez. Era difícil admitir que aunque aquel sentimiento la había hecho sufrir muchas veces, también le daba fuerzas e inspiración para seguir todos los días, para componer, para cantar. Era desesperadora la indecisión de, al mismo tiempo, quererlo a su lado, entre sus brazos y quererlo a millones de quilómetros de distancia, donde ya no le causara dolor.
El problema era que aunque se habían lastimado mucho los dos, sus sonrisas todavía se abrían de forma distinta cuando estaban juntos, todavía se veían más verdaderamente felices cuando estaban juntos, mismo que fuera apenas por un segundo, para estar en silencio, o para platicar sobre cualquier cosa tonta, o simplemente por lo de RBD que ahora había regresado. Anahí y Alfonso tal vez no se habían dado cuenta, o tal vez apenas estaban haciéndose los tontos, pero, la verdad, una buena parte de su sí a RBD tenía mucho que ver con lo que sentían el uno por el otro, porque en medio al dolor y a muchas lágrimas y a tanta desesperanza, se seguían escogiendo el uno al otro, porque cuando el corazón de uno elige a otro, no hay quien pueda contraponerse. Vas y vienes, te frenas y le frenas, buscas otras cosas, intentas huir, pero esta conexión nadie la puede romper.
Fue esta conexión que mantuvo los ojos de Anahí y Alfonso abiertos hasta las tres de la madrugada, cuando finalmente se rindieron al cansancio y la confusión en sus cabezas se silenció por unas horas para permitirles descansar un poco hasta el nacer del sol, porque tempranito deberían de estar un día más en el ensayo de RBD.
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(A&A) | Segundo Amor ✓®
RomanceAnahí y Alfonso se hicieron los tontos por muchos años, ocultando las ganas que tenían el uno del otro y esto había sido muy difícil para ellos. Pero más difícil fue lo que vino cuando decidieron por primera vez dejarse llevar y aprovechar lo que se...