Capitulo 26

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Anahí

En mi cabeza, nada es claro cuando estoy cerca de él, muchas veces me hace sentir tan confundida, pero, al mismo tiempo, me transmite tanta paz sentirlo cerca, sentir su piel, su olor, sus caricias, la manera como me ama de una forma que nadie nunca me amó, de una forma tan a flor de piel, sin límites... cuando estamos juntos, todo lo demás se esfuma, solo puedo sentir este amor y esta pasión.

Por mucho tiempo, desde que nos alejamos, siempre traté de acordarme de lo mucho que me hizo daño, creo que era una forma de justificar la sucesión de malas decisiones que he tomado en estos últimos años. La verdad es que yo también hice mal, hice daño a mí misma, a él, a mis fans y me metí a una persona más en esto, a Manuel.

Tengo miedo. Miedo a que ya nunca pueda salir de esta locura en la que me metí, miedo de nunca poder vivir lo que siento por Alfonso... nunca pensé que sería tan difícil amarle a alguien y hacer de cuenta que no lo amo, o no poder gritarlo a todo el mundo lo que siento. Pero este amor es tan fuerte, tan fuerte, no lo puedo explicar, no hay palabras, no hay canciones, nada que pueda expresarlo con fidelidad.

Es tan fuerte que, aunque quisiera yo pararme aquí, porque soy consciente de que no sé cómo salirme de mi actual vida, no puedo pararme, no puedo dejar de suspirar sintiendo como me besa los labios y el cuello, como me acaricia el pelo y me abraza como si nunca más me fuera a soltar, como si fuéramos uno solo en dos cuerpos.

Hoy, apenas quiero besarlo. Ya tantas veces nos lastimamos, con palabras, con acciones, o con la falta de palabras y acciones. Pero aquí estamos hoy. Dios... Perdóname talvez por inconsecuente, perdóname por tomar tantos riesgos, por en este momento simplemente elegir no pensar. Solo quiero besarlo.

Alfonso

Mi línea frontera entre cielo e infierno. Anahí lo sigue siendo como si ningún tiempo hubiera pasado desde la última vez que la besé y la hice mía. Pensando en la última vez que hicimos el amor, quisiera yo que las cosas hubieran sido diferentes, quisiera que no hubiera sido yo aquel completo bastardo cobarde. Quisiera haber tenido de la fuerza de entregarme a ella desde el primer momento, de cuerpo y alma. Quisiera haber tenido la fuerza de luchar por ella cuando vi que la estaba perdiendo y por mis propios errores. Quisiera haber podido comprenderla cuando me necesitó, podría yo haber sido lo que le cambiara la vida, pero no.

Me mata saber lo mucho que le hice daño, me mata atreverme a acercarme a ella de nuevo, mismo con todo lo que ya le hice. Pero hoy me muero en paz. Cuando me besa de la forma como me está besando ahora, como si el mundo no importara, siento que realmente nada importa, ni el pasado, ni el futuro, apenas el presente y nosotros dos, aquí, juntos.

Ya nada pesa cuando la siento abrazarme de esta forma, entregándose a mí con tanta verdad, dándome otra oportunidad para de esta vez, sí, entregar todo de mí a ella, entregarme a este sentimiento que nos llena a los dos y que nunca cambió. No sé qué pasará mañana, talvez todo pueda cambiar, talvez la robe para mí y la lleve lejos, talvez ella decida llevarme lejos, ni que sea por una noche, una hora, un segundo...

Solo quiero besarla. Cuando la siento así, completamente mía, siento que me elije, no porque lo merezca yo, pero porque me ama. Siento que talvez lo podamos cambiar todo, podamos empezar desde cero. O quizás no y todo esto sea un sueño, pero no importa. Ya nada importa porque hoy yo solo quiero besarla.

Mientras sus labios se tocaban con suavidad, con nostalgia, con entrega, con amor, sus cuerpos se tocaban ardiendo en llamas, apretándose y acariciándose de una forma tan fuerte, pero, de esta vez, no era desesperada. No era desesperada porque no pensaban en nada, talvez ni siquiera esperaban nada de aquello, no para el día de mañana, porque podía ser apenas un sueño, apenas querían el hoy. Algo dentro de ellos les decía que hoy querían el hoy, que mañana querrían el mañana y que de ahí en adelante ya nunca iban a poder dejar de querer estar juntos, porque, la verdad, nunca habían dejado de querer estar así.

De afuera del departamento, Maite y Christian se preocupaban por tanto silencio. Antes apenas podían escuchar el ruido de la plática de ellos, nada que pudiera decirles de que estaban hablando. Pero ahora, ya no había ningún ruido.

- Se mataron, Chris, te lo estoy diciendo - dijo ella, comiéndose las uñas.

- Estás loca, claro que no se mataron. A lo mejor, están besándose - sonrío pícaramente.

- Pero ¿y si no? ¿Y si se mataron?

- Ok. Abre la puerta, pero que lo hagas con cuidado, para que ni siquiera nos noten.

Maite abrió la puerta casi sin hacer ningún ruido, pero, la verdad, ni que hubiera llegado con una trituradora de piedra les hubiera sacado a aquellos dos de lo que estaban viviendo. Los amigos los miraron, sonriendo, por unos segunditos apenas, antes de volver a cerrar la puerta.

Era la más bonita escena que jamás habían visto.

Alfonso se había sentado en el sofá y Anahí, sentada sobre las piernas de él como una dulce niña, le hechizaba como una sensual mujer. El beso no parecía tener fin, la verdad, no querían que el fin llegara, por ellos que durara toda la noche, toda la vida, que el tiempo ya se parara de una vez por todas y los mantuviera ahí juntos por toda la eternidad.

Se movían sensualmente, buscando el encuentro de sus intimidades, tenían tanto calor que sus cuerpos sudorosos exhalaban sus perfumes mezclándolos de una forma tan caliente. No querían despegarse. Alfonso le besaba el cuello a Anahí, sintiendo el olor de su pelo, acariciándole la nuca, sintiendo como el cuerpo de ella se relajaba completamente para él, enteramente suya. Sentía cada línea de su cuerpo, cada curva, reconociéndola, como si nunca hubiera dejado de sentirla ni por un segundo, como si conociera cada espacio de ella y, sí, la conocía.

Anahí se sentía en la máxima gloria, poder ser de él y entregarse como siempre quiso, sin pensar en nada, apenas en sentirlo y ¡cómo lo sentía! Lo sentía entero. Su olor, su toque, la vibración de su cuerpo por la excitación. En su abrazo se sentía tan segura, tan amada, feliz, de verdad, a pesar de todo lo que ya había pasado entre ellos, cuando lo tenía, ya nada de malo importaba, solo podía sonreír mientras lo besaba y lo abrazaba y susurraba su nombre.

- Qué feliz es tenerte así conmigo - le dijo Alfonso a Anahí al oído - es lo mejor que podría yo querer.

- No sé qué pasará mañana, pero esta noche es nuestra y quiero ser tuya...

- Y yo quiero hacerte mía.

- Te amo, Poncho - le dijo ella, honestamente - pase lo que pase, te amé antes y te sigo amando hoy.

(A&A) | Segundo Amor ✓®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora