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Ahora mi vida se trata sólo de correr, correr, y seguir corriendo. Necesito comida y agua ya, no aguantaré mucho. Estoy cansada de beber agua de lluvia, de comer las pocas bayas que encuentro por el bosque. Antes cazaba algún que otro conejo, pero hace tiempo que no veo ninguno. Y las pocas ciudades que he podido visitar ya estaban totalmente saqueadas. Y aunque no es buena idea recorrer ciudades sola, debo hacerlo, debo buscar provisiones. 

Primero debo salir de este bosque, seguiré hacia la derecha, si tengo suerte encontraré una carretera la cual me conducirá hacia alguna ciudad.

Mi estómago crujía de hambre, cada vez me costaba más caminar. No sé cuánto he recorrido del bosque, pero parece que éste no tiene fin.

Me apoyé contra un árbol, ya no tenía fuerzas, en cualquier momento podría desmayarme si me seguía esforzando.

-Vaya, vaya... Mira lo que tenemos aquí- esa voz, maldición. Me di la vuelta rápidamente, y allí estaba él, el tipo manco, con una pistola en su mano, en su única mano mejor dicho -¿Recuerdas que te dije que pagarías por haberme encerrado? Bueno... es hora de pagar- sonrió de manera maliciosa.

-Muérdeme- nadie lograría intimidarme.

-Tal vez lo haga corazón- se acerco a mí. Yo seguía apoyada contra el árbol, pero aún con mis pocas fuerzas no dejaría que me tocara ni un pelo.

-Merle déjala- un hombre apareció detrás de él. Alto, llevaba una camisa sin mangas y una mochila, además de una ballesta. Es el mismo del grupo que me crucé la otra vez, sí, el mismo.

-Oh vamos, ésta perra intentó matarme.

-Y lo haría de nuevo- él me miro directo a los ojos con enfado, quería reír, pero me contuve. 

El hombre de la ballesta desvió su mirada de nosotros y continúo caminando, ignorándonos.

-¡Hermano!- le gritó Merle, pero él solo caminaba. Pude notar que en su mochila llevaba algunas flechas, y mirando con cuidado me di cuenta de que algunas eran mías.

-¡Hey!- le grité, él se dio vuelta- ¿Dónde conseguiste esas flechas?- me acerqué amenazante, eran mías y debía recuperarlas.

Me miró fijamente, estuvo a punto de contestarme cuando muchos disparos comenzaron a escucharse. Los tres miramos en dirección de donde provenían. Él comenzó a correr, Merle, al parecer su hermano, lo siguió.

No sé por qué pero comencé a seguirlos también, quizás quería descubrir quiénes efectuaban los disparos, aunque pronto cesaron. Llegué a ver a través de los árboles una especie de prisión, y algunos autos yéndose de ahí. Me detuve unos segundos y vi como Merle y su hermano defendían de los infectados a un hombre, que se me hacía conocido también.

Yo seguía allí, detrás de los árboles, mirando la escena, sin percatarme del peligro que podía correr.

De repente el hombre a quien defendían me miró, dijo unas palabras y luego los tres me miraron, supe que esa era el momento de correr.


The Next World |Daryl Dixon|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora