Capitulo 10

42 4 0
                                    

En la mañana, Luciano me llevó hasta un prado alejado, al este de la ciudad. Un lugar tranquilo y acogedor, donde el único ruido que se escuchaba era el cantar de las aves, y el viento entre las hojas de los árboles.

―¿Qué hacemos aquí? ―pregunté.

―Es tiempo que aprendas a controlar y canalizar la energía que hay dentro de ti. Un maestro de luz percibe y manipula la energía que nos une y nos compone. Todos somos parte de todo, siendo así interdependientes de todo. Ahora cierra tus ojos y vacía tu mente. Deja que tu ser navegue en el silencio y perciba todo lo que le rodea. Siente como el viento acaricia tu rostro y cómo se desplaza entre la vegetación, como si fueran uno. Sé el viento y viaja sin ataduras haciéndote parte de todo lo que tocas ―decía Luciano, guiándome en un viaje que liberaba mi alma y mis pensamientos.

Sentía que era uno con el viento, y podía ver cada planta, cada roca y cada insecto que tocaba. El aroma del campo viajaba a mí alrededor, al desplazarme por el valle, podía ver la ciudad y percibir el aroma de las frutas en el mercado, mientras viajaba con el viento por las calles de Agvar. Un aroma familiar desvió mi atención de la ciudad llevándome a un salón amplio adornado con armaduras y armas. Allí podía ver a Kala entrenando con un muñeco de madera. Intenté acercarme, pero una sombra me cubrió y un terror se apoderó de mi ser llevándome hasta un valle lleno de flores. Ya había estado en ese lugar antes. En la distancia, una silueta se acercaba, y no fue hasta que estuvo frente a mí que pude ver el rostro de Ágata.

―Corre ―ordenó alejándose de prisa hacia la casa.

Sólo se había alejado unos pasos cuando una silueta de humo negro salió de entre las plantas arrojándose sobre ella y al verme huyó. El viento sopló nuevamente haciéndome regresar a mi cuerpo alterado y desorientado.

―¿Qué sucede? ―preguntó Luciano preocupado al ver mi desesperación.

―Ágata, vamos necesita nuestra ayuda, la bestia ―dije angustiado, corriendo hacia el caballo.

Luciano me siguió a toda prisa si hacer preguntas hasta la casa de Ágata. Tocamos a la puerta, pero nadie respondía.

―La bestia estaba atacando a Ágata ―dije caminando de lado a lado―. No era aquí, estábamos entre las flores.

Comencé a correr hasta detenerme frente al cuerpo ensangrentado.

―Aún está viva, ayúdame a llevarla adentro ―mencionó Luciano al examinarla.

La llevamos hasta la casa, donde limpiamos la herida en su cuello. Había perdido mucha sangre, pero por suerte la mordida no había penetrado tanto.

―¿Puedes sanarla verdad? ―pregunté.

―Sí, pero voy a necesitar tu ayuda. Son demasiados rasguños profundos en su cuerpo y van a requerir mucha energía ―explicó Luciano colocando mis manos sobre Ágata sin tocarla.

―Despeja tu mente, visualiza las heridas en su cuerpo y permite que la energía fluya hacia su cuerpo. Ahora visualiza la energía como algo tangible como una parte de ti que puedes controlar como una parte más de tu cuerpo. Una luz blanca comenzaba a brillar bajo mis manos y las de Luciano y podía ver cómo comenzaba a viajar a través del cuerpo de Ágata reparando el tejido que había sido lacerado por las garras de la bestia. A la vez que las heridas cerraban mis fuerzas comenzaban a menguar y mi cuerpo comenzaba a fatigarse, mi visión se volvía borrosa. Luciano sacó mis manos del cuerpo de Ágata, justo en el momento que sentía que me iba a desmayar.

―¿Qué me sucedió? ―pregunté confuso.

―Debes aprender a reconocer tus límites. De lo contrario puedes terminar con tu vida. Recuerda que la energía fluye de ti, y si no es lo suficientemente fuerte cualquier habilidad puede costarte la vida. Aprende a interpretar las señales de tu cuerpo―explicó Luciano.

Agvar :La orden de los guardianes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora