Capitulo 21

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Kala estaba sentada en la entrada cuando llegué. Al verme me lanzó una mirada y sacudió su cabeza hacia los lados. Ya la reunión había comenzado Y Baruc le había pedido que me esperara mientras él intentaba excusar mi tardanza.

―¿Qué estabas haciendo? ―preguntó molesta.

Resumí lo que había sucedido con los padres de Alus y mi sospecha sobre sus habilidades. Ella comprendió mis razones para retrasarme, aunque no me evitó un regaño de su parte.

―El consejo no es exactamente un grupo paciente. Y están acostumbrados a la formalidad de los protocolos. Espero que mi padre haya logrado convencerlos de esperar―explicó.

Miré a Kala levantando una de mis cejas y torciendo los labios.

―Se van a tener que acostumbrar a mí. Después de todo me necesitan ―dije sonriendo.

Kala me respondió con un gesto de aprobación sonrojándose cuando le entregué la flor. Agradeció con un beso y continuamos hasta el salón donde ella y su padre entrenaban. En el fondo había una puerta que llevaba a una cámara con una enorme mesa redonda en el centro. Las largas ventanas estaban cubiertas por largas cortinas rojas que bloqueaban la luz del sol. En las paredes había candelabros adornados con lanzas y espadas. La mesa era muy impresionante, parecía haber sido tallada en una sola pieza. Pasé mis manos sobre la superficie de la mesa atraído por una energía familiar y agradable. En el centro estaba tallado el símbolo de la orden con una extraña roca negra pulida en forma piramidal. Solamente había dos asientos en la mesa que también parecía haber sido parte de la misma  roca con la que se talló la mesa.

―¿Dónde están todos? ―pregunté pensando que ya se habían marchado.

Kala me explicó que estaban reunidos. Las dos sillas vacías eran las nuestras. La roca en el centro de la mesa transportaba a los que se sentaban a un plano seguro donde podían hablar libremente sin importar la distancia. Había cuatro piedras más que le permitían al consejo reunirse sin comprometer su ubicación. Tomamos asiento y con un leve resplandor de la piedra estábamos sentados en la mesa con el consejo. Todos quedaron en silencio al mismo tiempo posando sus miradas sobre mí. No parecían muy alegres y sus ojos parecían reclamarme por hacerlos esperar.

―Al parecer tienes muy buenos intercesores a tu lado. Pero nos gustaría escuchar de tus labios el motivo de tu tardanza. Y tú falta de respeto ―dijo un hombre alto, calvo con unos ojos rojos y piel cobriza como si trabajara al sol.

Suspiré hondo para aplacar mis nervios y poder responder. Podía sentir el sudor bajar por mi rostro y mis manos frías como las de un muerto. Me puse de pie y luego de aclarar mi garganta expliqué mi encuentro con Alus y cómo le ayudé con sus padres. Intenté abundar en la importancia de servir y dar a otros, pero fui interrumpido por el mismo hombre.

―Es un gesto noble el que hiciste, pero no es una excusa válida. Eres joven y apasionado, pero tienes que aprender a organizar tus prioridades y a reconocer que no puedes salvar a todo el mundo―dijo con una mirada arrogante.

Los demás miembros del consejo se miraron varias veces como si pudiesen comunicarse entre ellos sin tener que hablar y asentían aprobando lo que su compañero decía. El temor que sentía desapareció instantáneamente sustituido por una rabia que se encendía dentro de mí como una llama.

―Estoy consciente que no es posible salvar a todos y que todavía me falta mucho por aprender. Pero si con establecer prioridades quieren decir que debo poner sus caprichos por encima la vida y la salud de un pobre campesino. Creo que deberán aprender a esperar por mí en nuestras futuras reuniones―dije sentándome con los brazos cruzados.

Agvar :La orden de los guardianes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora