Capitulo 18

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Como de costumbre, luego del incendio, Kala y yo trabajamos con Andre y John en las reservas de alimentos y los refugios para los trabajadores que habían perdido sus hogares. Kala había demostrado una habilidad y una pasión para ayudar y dar esperanza a los más necesitados. Asombrosa. No dejaba de impresionarme. Todos eran muy amables y logramos hacer muchos amigos en aquel lugar. Un día, Lucas, un niño de catorce años, no vino a la puerta a recibirnos cómo lo hacía todas las mañanas. Su padre se encontraba muy lastimado y Kala y yo nos habíamos dado a la tarea de ayudarlo a distraerse. Se había convertido en nuestro pequeño ayudante. Algo debía andar mal con su padre así que corrimos hacia la camilla donde se encontraba. Lucas estaba sentado en el suelo llorando con la cabeza en sus rodillas.

—Lucas ―dije llamando su atención.

Nos miró y corrió hasta mí abrazándome con toda la fuerza que tenía.

―Lo lamento, es mi culpa ―repetía entre lágrimas.

―Tranquilo, vamos a revisar a tu padre ―dije, pero no se despegó de mí.

Podía sentir sus lágrimas recorrer la tela de mi camisa. Kala lo separó de mí y lo abrazó. Inmediatamente examiné a su padre que se encontraba inconsciente en la cama. Su pulso estaba normal y no mostraba ninguna infección en sus heridas. Su cuerpo presentaba huellas de una energía muy parecida a la de un maestro de luz.

―¿Qué sucedió? ―pregunté.

Ya más calmado continuaba disculpándose y repitiendo que no quería lastimar a su padre.

―Dime qué fue lo que sucedió ―insistí calmado.

―Se quejaba de mucho dolor y yo no sabía qué hacer y lo abracé. Había mucha sangre y la luz comenzó a brillar, pero desperté en el suelo y mi papá no respondía. No quería hacerle daño―respondió tirándose de rodillas al lado de su padre, disculpándose mientras lo abrazaba.

Kala me lanzó una mirada preguntándome qué sucedía. Me apresuré a examinar nuevamente a Félix. La energía comenzó a fluir hacia su cuerpo. Los golpes que había recibido al derrumbarse el edificio habían causado daños internos en su cuerpo que de algún modo habían sido reparados. Lancé una mirada a Kala con una sonrisa de alivio.

―Todo está bien Lucas. Tu padre sólo está descansando―expliqué abrazándolo.

Lleno de lágrimas se dejó caer en mis brazos aliviado. Kala calló a mi lado de un salto al ver a Lucas desplomarse.

―Es un niño muy fuerte―comentó Kala mientras colocamos a Lucas en su cama―. ¿Qué fue lo que sucedió?

―Lucas salvó la vida de su padre.

―¿A qué te refieres? ―preguntó Kala tratando de entender.

―Lucas es un maestro de luz ―dije en voz baja. Kala abrió los ojos y miró a todos lados.

―¿Estás seguro?

Respondí con mi cabeza asegurándome que nadie escuchara. Sabíamos que no era seguro hablar sobre eso, así que continuamos con nuestras tareas en el refugio. La mayoría de las personas pasaban el día reconstruyendo las casas que se habían quemado, mientras que los enfermos, ancianos, niños y madres con infantes permanecían en el refugio. Parte de nuestras tareas era repartir los alimentos y atender a los enfermos. Pero la mayoría del tiempo simplemente le servíamos de compañía y apoyo. A la hora del almuerzo Fedro y yo junto a varios voluntarios más llevábamos alimento a los trabajadores y los ayudábamos por un rato antes de regresar al refugio. Una tarde Lucas estaba en la entrada del refugio esperando que llegara y al verme corrió hacia mí, dándome la noticia de que su padre se había levantado y ya se encontraba mejor. Compartiendo la emoción del niño corrí hacia la cama de Félix para ver que tan bien se encontraba. Sabía que Lucas inconscientemente había sanado a su padre por lo que no me sorprendió la noticia. Félix se encontraba sentado en la cama hablando con Kala cuando llegué.

Agvar :La orden de los guardianes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora