Capítulo 2

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Flashback: la noche anterior...

—¡Ay, por favor! Estamos hablando de inseminación artificial —dijo Talía parpadeando con incredulidad—. Eso hace que se pierda toda la diversión.

Mariana Espósito se terminó su martini y se recostó en el mullido sillón de cuero del casino. Mientras consideraba tomarse otra copa ignoró como pudo la discusión de las otras dos damas de honor.

Parecía que les era indiferente que fuera de ella de quien estaban hablando, y de que ya hubiese tomado una decisión.

—La diversión viene nueve meses después —respondió Jimena—: una personita con su pijamita, su gorrito de lana y su chupón. Y sin ninguno de los «efectos secundarios» indeseados que tendría tu plan.

El «plan» de Talía, si Lali no lo había entendido mal, giraba alrededor del polo que había doblado sobre la mesita entre ellas. Un polo fucsia que tenía escrito: HAZME UN HIJO.

—Porque, hablando en serio —continuó Jimena—: imaginemos que Lali se la pone. ¿Quién te dice que el primer tipo con el que se cruza, atraído por ese polo, no tiene alguna enfermedad o algo? Es una locura tener sexo con un desconocido y sin preservativo y estás intentando convencer a Lali de que lo haga.

Lali levantó de nuevo su copa, la puso boca abajo, y observó cómo se deslizaba hasta el borde la última gota de martini. La atrapó con la lengua y rogó por que la mesera lo interpretara como un ruego desesperado de que necesitaba otra más. Y pronto.

—Eres una santurrona; es patético —le contestó Talía.

—Lo que soy es una señorita y por eso no voy a decir lo que eres tú —le reprochó Jimena.

—Chicas, por favor —intervino Lali antes de que corriera sangre—. Agradezco que se preocupen por mí, pero no quiero que discutan.

No era verdad que lo agradeciera. Habría preferido parecerles tan aburrida que no hubiesen sido capaces de recordar su nombre en todo el fin de semana y que la hubieran ignorado durante toda la cena. Pero como su madre era incapaz de guardar un secreto, toda la familia se había enterado de que iba a someterse a una inseminación artificial dentro de dos meses, y, al llegar a Las Vegas para la boda de su prima Macarena, se había encontrado con un millón de opiniones con respecto a su decisión.

—Talía, me encanta, de verdad que me encanta este polo, pero donde va a ir es a mi caja de los recuerdos. Y Jimena, agradezco tu apoyo, pero...

Jimena levantó una mano para interrumpirla.

—En realidad no es que apoye tu decisión; pienso que deberías esperar a encontrar un marido, como el resto de las mujeres.

Los recuerdos de los dos años que había estado saliendo con Benjamín asaltaron a Lali, y sintió que el remolino de emociones deshechas, vergüenza, ira, frustración, impotencia, amenazaba con absorberla. No podía dejar que eso sucediera.

Las palabras de Benjamín galoparon en su mente: «Lali, te juro que yo mismo no podía imaginar que esto fuera a pasar. De repente me di cuenta de que seguía enamorado de ella».

No iba a volver a darle vueltas a ese tema, no iba a perder ni un segundo más de su vida desperdiciando un solo pensamiento en el hombre que se había ido a una conferencia hablando de formar una familia con ella y había regresado casado con otra.

Se enderezó y tomó las riendas de sus pensamientos. No necesitaba a Benjamín. No necesitaba a ningún hombre para tener el hijo que siempre había deseado. Bueno, solo necesitaba a uno que hubiese pasado cinco minutos a solas con un vaso de plástico en un banco de semen.

novela laliter casado al amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora