Flashback: Nueve horas atrás...
—Creo que tu subconsciente está intentando decirte algo.
Lali sonrió e intentó no reírse mientras tomaba otro sorbo de su martini.
—¿Qué?
—Este viaje a Las Vegas —respondió Peter—. Tu subconsciente te está gritando porque hay una necesidad reprimida en tu interior, está diciéndote que hagas una locura.
Lali enarcó una ceja y sonrió divertida.
—Mmm... tal vez. O puede que simplemente haya venido a la boda de mi prima.
—¡Ah, el poder de la autonegación...!
—Olvídalo. Ya te lo dije, no voy a casarme contigo, ni vamos a fugarnos, así que deja de suplicar.
Peter se rio. Los dos sabían que lo que tenía en mente era algo muy distinto; igual que los dos sabían que no hablaba en serio.
Además, ahora ya sabía cuáles eran sus planes. Se había mostrado muy interesado cuando se los había expuesto, explicándole por qué había optado por la inseminación artificial con el semen de un donante. Pero, en vez de poner tierra de por medio, había decidido que lo que necesitaban los dos era un poco de diversión. Diversión de la sana, de la que no arrastraba consecuencias indeseadas. La clase de diversión que implicaba conversar, coquetear, y tomar más de lo que la prudencia aconsejaba.
Lali se había dejado llevar, y desde ese momento casi no había podido dejar de reír, mientras exploraban el casino y se divertían. Peter le puso la palma de la mano en el hueco de la espalda y la llevó a las máquinas tragamonedas.
—No sé, Lali, me parece que tratándose de una decisión tan importante deberías considerar todas las opciones antes de descartarlas.
—Puede que tengas razón —Lali señaló con un gesto a su alrededor, y añadió con una sonrisa traviesa—: Hay muchos hombres para tener en cuenta.
Peter sacudió la cabeza.
—No creo que encuentres al hombre adecuado aquí, entre estas máquinas —le dijo—. Un tipo que está ahí dale y dale a una palanca de treinta centímetros apunta a que lo hace para compensar su falta de equipo.
Lali contuvo la risa con dificultad y frunció el ceño, fingiendo estar indignada.
—Apenas nos conocemos... ¿y crees que iría en busca de un tipo que se juega el dinero en una de estas máquinas?
Peter sonrió.
—Es verdad, debería tener más fe en ti.
Ella asintió y paseó la mirada por el casino.
—Las mesas de la ruleta es donde se concentran los que no son aficionados, ¿no te parece? —dijo señalando en esa dirección.
—Me veo obligado a discrepar. Cualquier tipo que se gaste los miles en un juego que se basa solo en la suerte se engaña a sí mismo. Probablemente cree en Papá Noel y el ratón Pérez. No me parece buena opción en lo que se refiere a su estabilidad mental. No querrás que haya un alto riesgo de probabilidad de psicosis en los genes de tu bebé, ¿no?
Lali soltó una risita ahogada.
—No, por supuesto que no. ¿Cómo puedo haber estado a punto de cometer un error así?
—A veces me preocupas —bromeó él.
Lali no recordaba cuándo había sido la última vez que se había divertido tanto, ni a otro hombre con el que se hubiera sentido así de cómoda con apenas conocerlo.