Capítulo 20

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Lali entró a la sala con paso torpe y aturdido. Su mente era un torbellino de pensamientos fragmentados y confusos.

Oyó a Peter cerrar la puerta y soltar las llaves en la mesita de la entrada. Lali dejó su chal sobre el respaldo del sofá y se quedó mirando las mamparas de vidrio a través de las cuales podía admirar jardín bien cuidado que tenían, con el cielo estrellado, y deseó poder estar en cualquier otro lugar en ese momento. En el reflejo de las puertas vio a Peter acercarse y quedarse a un par de pasos detrás de ella.

—Ya sé... —comenzó a decir. Se frotó la cara con una mano—. Ya sé que no estabas... preparada para eso.

Lali sacudió la cabeza. No, en lo más mínimo.

—Me siento como una idiota —admitió, pensando que al menos uno de ellos debería ser sincero.

Peter acortó la distancia entre ellos y la rodeó con los brazos desde atrás, pegándola contra su cuerpo.

—Pero no tienes por qué. Todavía no puedo creer que Belén... Dios, Lali, tienes que entenderme: jamás esperé que pudiera hacer algo así. Si lo hubiera imaginado siquiera...

—¿Qué? —le reprochó ella, apartándose de él para voltearse y mirarlo a la cara—. ¿Te habrías molestado en decirme la verdad, en contarme los detalles que habías omitido para que al menos estuviera preparada?

Las facciones de Peter se endurecieron.

—No te mentí.

—¡Por favor! ¿Trece días? ¿Y qué hay de aquello que me dijiste de que querían cosas distintas, de que se dieron cuenta de que no estaban hechos el uno para el otro? Hiciste que pareciera que ella perdió el interés en ti cuando es un hecho que fue todo lo contrario: ¡se había enamorado de ti!

—Yo no lo sabía. Ella me dijo que...

—¡Olvídate lo que te dijo, Peter! Con solo mirarla cualquiera podía ver lo que sentía. Igual que, según parece, ocurre conmigo. Ella desde luego lo supo con solo mirarme.

Peter sacudió la cabeza lentamente.

—Lali, no...

—Tranquilízate, Peter. Me doy cuenta cuando he cometido un error.

—Lali...

Peter se pasó una mano por el pelo, lleno de frustración. ¿Qué podía decir? De repente recordó la expresión de Lali esa noche en el vehículo, cuando había dicho iba a tener una reunión de trabajo. Había sonreído, como tratando de mantener la compostura, de parecer calmada, pero había visto el dolor en sus ojos.

No era difícil enlazarlo con sus ojos llorosos la noche en que se había ofrecido a él, diciéndole que ya no necesitaba más tiempo. Se había enamorado de él. Eso precisamente era lo que había pretendido evitar, esos sentimentalismos que no hacían más que complicar las cosas.

—Lo mío con Belén había terminado antes incluso de que tú y yo nos conociéramos.

—Sí, trece días antes.

—¿Y qué más habría dado si hubieran sido trece horas? —respondió él—. Nuestro matrimonio fue un acuerdo entre dos personas que buscaban lo mismo, no hablamos de amor. En ningún momento te he mentido ni te he ocultado nada que fuera importante.

—No, es verdad, fui yo la que no fui sincera.

—¿De qué estás hablando? —la presionó él irritado.

—No te preocupes, Peter, la única persona a la que engañé fue a mí misma.

Debería haberla dejado ir, pero cuando se dio la vuelta para salir de la sala no pudo contenerse y la retuvo, sujetándola del brazo.

novela laliter casado al amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora