Capítulo 14

343 14 2
                                    


De acuerdo, sí, estaba buscando pelea, admitió Peter para el mismo. Al entrar a la casa con el auto sintió la misma tensión en la espalda y el cuello que cuando iba a comenzar una dura negociación en su trabajo. Se moría de ganas de ver a su esposa y de que algo sucediera, lo que fuera.

No había vuelto a someterlo a más «pruebas», pero se había incrementado el distanciamiento emocional, las miradas de recelo y especulativas cuando pensaba que no la estaba mirando... y a veces hasta cuando sabía que la estaba mirando. Aquello iba a estallar de un momento a otro.

Lo que no esperaba encontrarse, al cruzar la puerta, era el auto de Lali estacionado ahí con ella sentada dentro. Asustado, paró el auto, se bajó, y caminó hacia allí. Algo no iba bien.

Cuando entró al garaje rodeó el auto para ir junto a su ventana, y se paró en seco al ver su expresión desolada y sus mejillas manchadas por las lágrimas. Por primera vez desde el día en que se habían conocido, vio en Lali algo distinto: bajo su aparente fortaleza había fragilidad, algo que sin duda no dejaba al descubierto con frecuencia, pero que en ese momento no podía ocultar.

¿Era culpa suya que estuviera así?, se preguntó preocupado. ¿La habría presionado demasiado?, ¿le habría pedido demasiado? Con el corazón latiéndole a mil, tocó la ventana en vez de arrancar la puerta para averiguar qué había pasado y si era culpa de él, para asegurarse de que Lali estaba bien.

Lali dio un respingo cuando él abrió la puerta, y se apresuró en secarse las mejillas con el dorso de la mano y susurrar una disculpa ininteligible.

Peter le puso una mano en el hombro para calmarla y se acuclilló a su lado, observando su rostro en silencio antes de que ella pudiera ocultar sus sentimientos tras una máscara. Sin embargo, por más que Lali se enjugaba las mejillas, nuevas lágrimas volvían a rodar por ellas.

—Lali, chiquita, ¿qué pasa?

Ella inspiró temblorosa por la boca, tragó saliva y agachó la cabeza.

—Es una estupidez. Perdóname, no debería estar así. Es que... he visto a alguien a quien conocía en el supermercado.

Peter sintió un inmenso alivio al saber que no era él quien la había hecho llorar, pero no fue nada comparado con la ira que lo invadió de pensar que alguien le había hecho daño a su esposa.

Alguien a quien conocía...

—¿Benjamín? —le preguntó.

¿El idiota que se había casado con otra estando prometido con ella? Peter creía que Lali lo había olvidado, que había pasado página. ¿Podría ser que estuviera equivocado y aún sintiera algo por él?

Lali negó con la cabeza e hizo un esfuerzo por sonreír a pesar de que le temblaban los labios.

—No. Se llama Eduardo, y durante un año, hace mucho tiempo, fue mi padrastro.

¿Su padrastro? Peter no entendía nada. Lali le había dicho que su madre se había casado varias veces y que ninguno de sus maridos le había durado mucho, por lo que había tenido la impresión de que no habían sido importantes en su vida. Quizás había sido solo una impresión errónea.

—¿Qué pasó?

—No se acordaba de mí —Lali contrajo el rostro y cerró los ojos.

Cuando volvió a abrirlos, parpadeó para intentar contener las lágrimas y apretó la mandíbula, como si quisiera mostrarse fuerte a toda costa, dominar sus emociones. Peter la admiraba por ello, pero las lágrimas volvieron a caer por sus mejillas, y el dolor en sus ojos era inconfundible. Él conocía muy bien ese dolor, la clase de dolor que emanaba de una herida en lo más hondo del alma. Lo conocía y le temía.

novela laliter casado al amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora