"Papiroflexia"
Camino hasta donde él y a medida que me acerco puedo notar que ha estado parado aquí por horas por cómo están sus pómulos y labios de rosas por el frío. Me paro justo en frente, mirándolo fijamente y él simplemente baja su cabeza. Su cuerpo está temblando.
—¿Cuánto tienes de estar acá?—le pregunto.
—Desde hace unos minutos.
—No mientas—reclamo—. ¿Cuánto tiempo tienes de estar acá?
Cori hace una pausa un poco larga hasta que finalmente habla.
—Desde las cinco y treinta.
Este chico... debería golpearlo.
—¿¡Es que acaso quieres morirte!?—espeto furioso—. ¡Maldición, Cori! ¡Ya has enfermado por haber aguantado frío! ¿¡Por qué demonios no entraste a la casa!? ¡Podrías morir de pulmonía!
—Lo siento.
—¿¡Lo sientes!? ¿¡Dices que lo sientes!?—le grito un poco molesto—. ¡Eres como un niño, por el amor de Dios! ¡Mírate! ¡Estás todo empapado!
Una brisa helada sopla, provocándome escalofríos que estoy seguro que son más de enfado por lo que Cori hace que por el frío en sí.
Cori calla y esta vez no me responde. Su cuerpo sigue temblando sin detenerse y sus manos colgadas a sus costados yacen apuñadas. Es mejor entrar a la casa de una buena vez antes de que ambos muramos de hipotermia. Saco la llave de mi bolsillo y abro la puerta, el calor de la calefacción se siente al instante y logra apuñalar al frio del exterior. Entro a la casa y me apresuro a dejar al canario envuelto en unas mantas en la cocina, cerca de la calefacción, pero no tanto pues puede sofocarse. Una vez comprobado que la pequeña criatura está a salvo, regreso nuevamente. Cori sigue parado ahí afuera.
—Entra—le digo haciendo un gesto con la mano. Cori sigue sin mirarme y en silencio—. Bien, si tú no entras, te meteré yo—espeto halándolo del cuello de su suéter y metiéndolo a la fuerza. Él no se resiste y en un par de segundos estamos dentro.
Cierro la puerta tras de mí sin decir ni una sola palabra. Cori está ahí simplemente, parado y temblando de frío. Sus pómulos siguen rosados al igual que su nariz y sus labios.
—Solo mírate—le digo mientras saco una manta del armario a un costado de la entrada—. ¿Acaso no es importante para ti tu propia vida?—musito regañándolo mientras le coloco la manta alrededor de él.
Busco otro suéter en el armario pero inútilmente no lo encuentro así que opto por sacar una camiseta de algodón nueva y un pants que encuentro entre tanta ropa. Se la doy y él se cambia lentamente, sin muchos ánimos. Llevo su ropa a la lavadora y la dejo lavando. Una vez lista la meto a la secadora y la dejo en automático para que cuando esté seca se apague sola así que regreso nuevamente donde él.
Trato de buscar su mirada pero el simplemente me la niega. Quiero verle a los ojos, ahora que creo tener el valor suficiente para hacerlo y establecer de una buena vez que todo sigue igual, no pienso cambiar mi conducta ante él ni el cómo lo trato por aquello que ha sucedido.
—Tú eres más importante para mí, Sasha—musita levantando su rostro y mirándome fijamente. Sus palabras provocan que mi rostro se caliente y me sonroje momentáneamente.
¿Qué debería de decir?
No sé qué hacer realmente en estos momentos tan... incomodos. No me dicen esto muy a menudo. Vamos, Sasha, piensa en algo rápido. ¡Morirme! No, eso sería estúpido.
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Sasha: Diario de un chico adolescente. (Vol. I)
Teen FictionSasha es un chico de 17 años con una vida adolescente bastante normal, pero la adolescencia no es una etapa común y corriente; está llena de muchas emociones y vivencias que presionan su vida. Las experiencias vividas y las sensaciones a flor de pie...