Capítulo 11.

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"Terceros"

Luego de llevar las cajas al salón de clases las chicas se dispusieron a colocar las últimas cosas en su lugar. Para sorpresa de Khana y mía lo que contenían las cajas eran pequeñas bolsas transparentes de regalo, con adornos y listones que en su interior llevaban chocolates. Karla seguramente se pasó toda la noche haciéndolas.

Si tan solo me lo hubiera dicho yo le hubiese ayudado... aunque con el problema de Cori seguramente le hubiese causado más atrasos. Pero pensándolo bien, me pregunto cómo hubiesen sido las cosas si todo el asunto de Cori y yo lo hubiésemos discutido en la casa de Karla. Seguramente las cosas habrían sido distintas, posiblemente nada de esto hubiese sucedido, posiblemente... jamás me hubiese dado cuenta que amaba a Cori.

—¿Por qué no me dijeron que harían esto?—inquiere Khana—. De seguro les llevó mucho trabajo.

—¡Bah! No te preocupes—dice Karla sacando las bolsas con chocolate de una en una—. Además, Cori ya me había ayudado desde antes con esto.

—¿Ah, sí?—pregunto un poco curioso—. ¿Desde cuándo?

—Desde el día en el que jugamos a la botella. Cori llegó a mi casa a traer unas cosas así que aprovechando que se la pasa holgazaneando le dije que me ayudara.

—Sí, claro, ayuda—refunfuña Cori con ironía—. Eres una esclavista.

—Lo sé, corazón, lo sé.

Logran sacarnos unas carcajadas a todos con sus peleas tan graciosas que me hacen pensar seriamente sobre si ellos pasaron peleando mientras hacían estas curiosas bolsitas con chocolates o si se la pasaron contando chistes y comiendo los chocolates. Aunque viniendo de ellos, el que se peleen es prácticamente imposible. Son Cori y Karla de quienes estoy hablando, amigos inseparables, un mundo conectado con otro... mi mundo conectado con el de ellos.

—Bien, ahora, ¿podrían explicarme que se supone que haremos con estos chocolates?—pregunto, hurgando en la caja en busca de más bolsitas.

—¡Ah, sí! Pues mira, se me ocurrió que podíamos regalarle una a cada persona que participara en el juego—explica Karla tomando un chocolate de una bolsita que Cori de glotón ha abierto para comérselos. Nos da un chocolate a Khana y a mí—. Así al menos si se llevan la desagradable sorpresa de un rechazo tendrán chocolates con qué endrogarse.

—¡Eres perversamente inteligente!—exclama Khana—. ¡Me encanta la idea! Pero espera, ¿serán suficientes bolsitas?

—Créeme—comenta Cori—, preparé tantas de ellas que aún sobrarán para el día de San Valentín.

—¿Cómo hicieron para comprar tantos chocolates?—pregunto tomando otro chocolate de las manos de Cori.

—Presupuesto escolar para esta actividad, Sasha querido—interviene Karla—. Para arreglar este lugar lo único que compramos fue el papel, lo demás nos lo prestaron en la sala de utilería. Teníamos suficiente dinero aún como para comprarnos un camión de fresas con crema batida y nos sobraría cambio para ir por chocolates.

—¡Demonios! ¿Qué tanto dinero pidieron para esto?—inquiere Cori sorprendido.

—Si el director es tu vecino y está engañando a su esposa, el chantaje puede lograr bastante—dice Khana con bastante serenidad—. Además, esta actividad está unida también al club de literatura y ¡sorpresa! Solo somos nosotros cuatro, así que si unes el presupuesto asignado al salón con el asignado al del club de literatura... ¡Bualah!

Creo que olvidé mencionarlo pero Karla, Cori, Khana y yo somos los miembros del club de literatura de la escuela. Somos los únicos seguramente en todo el instituto que tocan los libros para entretenerse, y créanlo o no, es Cori quien más los devora como si de comida se tratasen. Es increíble como esa parte de él pocos la conocen. Si entrasen a su habitación seguramente se quedarían con la boca abierta al ver tal cantidad de libros en cada centímetro del piso, pared y armario.

Sasha: Diario de un chico adolescente. (Vol. I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora