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Yoojung

─¡Sanha!, ¡Sanha espera!─Grité con un poco de cansancio mientras corría. Ese chico en verdad vivía robándome mis cosas.

Y para empeorar todo, él corría demasiado rápido, y lo digo en serio.

Corrió por todo el gimnasio con aquella caja de leche que me tomaba por las mañanas riendo como un loco; no sé que le encontraba de especial a esa leche que siempre quería bebérsela toda.

Corrí detrás y en un impulso apuré el paso tomándolo por la mochila, jalándolo hacia atrás haciendo que él chocase conmigo y dado a que soy debilucha ambos caímos al suelo después del tirón que le hice a su mochila, nos quejamos de dolor pero por suerte nuestras mochilas evitaron que tuvieramos un futuro dolor de espalda.

─¿¡Por qué siempre te quieres beber mis cosas?!, trae tu propia comida, tonto.─Le dije mientras trataba de ponerme de pie cogiendo la caja de leche que me pertenecía.

Él fue más ágil y ya se había levantado del suelo tendiendo su mano hacia mi, mostrándome una sonrisa. Yo miré hacia otro lado queriendo parecer enojada, sólo lo estaba un poco, más bien estaba cansada de correr.

Ni me percaté cuando ya me había tomado por la muñeca en un agarre que no me hizo ningún daño, levantándome, y a la vez envolviéndome en sus brazos.

─Eres un idiota. Me haces correr con el frío que hace. Agarraré un resfriado.

─Tienes que ser más astuta. Es la quinta vez que te robo la caja de leche.─Se largó a reír separándose de mí para tomar mis frías manos en las suyas, acercando su boca a estas para que tomaran temperatura con el vapor que salía de esta misma. Sonreí por el gesto.

Podía ser muy estúpido, pero siempre tenía bonitos gestos conmigo. Lo quería demasiado, desde el día que llegó a mi vida. Tonto y juguetón Sanha.

─¿Crees que dándole calor a mis manos te lo dejaré pasar?, no.─Hice una mueca y el negó con una sonrisa acercándose más a mí, yo me quedé quieta.

No me gustaba que tuvieramos tanta cercanía, y sonará estúpido; pero temía que me besara, y yo no estaba preparada para eso aún.

Conocí a Sanha cuando tenía 12 años. Y habíamos llevado una hermosa amistad, la mejor de todas. Me ha cuidado desde el primer segundo que posó su mirada en mi, y yo también a él; por primera vez pude saber qué se sentía cuidar de alguien, que dos personas se cuidaran mutuamente, él me lo había enseñado. Aún recordaba cuando botó mi sándwich al suelo sin intenciones de hacerlo e insistió en comprarme uno nuevo, juntó dinero todo el día en la escuela pidiéndole a sus compañeros y me entregó un sándwich además de un jugo, según él para compensar todo y se sentía tan culpable que estuvo todo el día a mi lado. También los siguientes y hasta ahora; sólo que ya estamos más grandes, ambos tenemos 16 y una semana tratando de que resulte un intento de noviazgo porque a decir verdad somos muy torpes e inexpertos en esto.

─Conmigo no puedes enojarte, y lo sabes.─Depositó un beso en la punta de mi fría nariz, luego apegó su frente con la mía.

Suspiré y sonreí. No había día en que Sanha dejase de ser el chico más dulce de la tierra.

─Si te acercas mucho me asustaré.─Confesé, sintiendo que aflorecían mis nervios por su causa.

─Tranquila, no te besaré por mucho que quiera hacerlo, porque me muero lentamente cada vez que te tengo así de cerca.─Movió sus labios hasta mi frente y dejó otro pequeño beso ahí.

Sus palabras me hacían revolotear el corazón.

─No digas eso, o te golpearé por tu intento de asesinato a mi sistema nervioso.─Golpée su hombro con suavidad y besé su mejilla. Me sonrojé al instante que lo hice y salí corriendo.

Sanha se quedó perplejo y sabía que venía corriendo detrás de mi a toda velocidad, no podría arrancar por mucho tiempo.

Llegué a los casilleros con la respiración agitada, saqué el material para la siguiente clase y seguir corriendo de Sanha. Cuando me di vuelta él estaba ahí apoyando una mano en el casillero, me dio el susto de mi vida.

─¡Estúpido, mi corazón, idiota!─Le dije con una mano en el pecho riendo por lo que yo misma había dicho; él también lo hacía.

─No vuelvas a huir. Sabes que tengo medallas escolares por correr así.─Me dio un pequeño golpe con su dedo en la frente.─ Vamos a clases, pequeña corredora.

Tomó mi mano y los dos caminamos por el pasillo rumbo al salón.

Él era demasiado acogedor, me sentía segura cada vez que nos tomábamos de las manos y sabía que él jamás rompería nuestro lazo.

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