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─¡Bin-ah!, ¡Bin-ah!

Yoojung gritó desde lo alto de su alcoba hacia la ventana de la casa del frente. Alguien asomó su pequeña cabeza.

─¡No grites!, ¡Voy para allá!

El pequeño bajó de su habitación y salió sigilosamente por la puerta de la cocina que daba justamente al patio, y al de su vecina también. Saltó la cerca que era bastante baja como para que él pudiera pasar, entonces teniéndose del otro lado trepó por el árbol que daba a la alcoba de la asustada niña. El clima estaba frío y el viento azotaba puertas y ventanas. Sabía muy bien la razón de que ella le gritara tan desesperada.

─Shh, ya no grites, tranquila.─El pequeño Bin ya dentro de la habitación de su amiga y vecina, le hizo una seña con el dedo para que guardara silencio.

Si no le hacía caso, seguramente vendría la gorda de la niñera que cuidaba por casi el día entero a Yoojung. Realmente era de temer esa mujer, para ellos siendo pequeños, era el mismísimo demonio en vida hecho niñera.

─Bin, tengo miedo.

Las lágrimas de Yoojung asomaban por el borde de sus ojos. Dejó caer una por su mejilla derecha, pero el pulgar de Bin impidió que esta siguiera su recorrido.

─¿Sabes que por cada lágrima me lastimas?, No llores más entonces.

Ella se asustó por eso, por lo que se calmó y evitó llorar sólo por él.

Moon Bin la tomó en sus brazos como pudo, y la recostó en la cama con cobertores color rosa, se metió cuidadosamente dentro de esta y los cubrió de inmediato.

─¿Por qué me miras así?, ¿Sabes que te cantaré verdad?

Bin le sonrió. Por cada susto que pasaba Yoojung sabía que a ella le hacía sentir en paz una canción, claro, si él era quien se la cantaba, a pesar de ser un niño y no un cantante profesional como los de tv, la voz del pequeño Bin era preciosa para los oídos de la temerosa niña que ya hacía recostada a su lado sonriéndole con más calma.

Haneure bitnadeon byeori, jeo meolli bitnadeon byeori, nae mame naeryeowannabwa, gaseume saegyeojin byeori, gaseume bitnadeon byeori ama neoingeot gata. Teollineun soriga deullini, oh star. . . (Aquella estrella que brilla en el cielo, aquella estrella que brilla muy lejos de mí, debe haber llegado a mi corazón, aquella estrella grabada en mi corazón, aquella estrella que brilla en mi corazón, pienso que podrías ser tú. ¿Puedes escucharme temblar?, oh estrella. . .)

Yoojung caía en los brazos de Morfeo a causa de la voz de Bin. ¿Cómo es que podía ella dormirse con una sonrisa?, Moon Bin antes de dormirse junto a ella la observaba atentamente y se hacía esa pregunta, a pesar de tener dos años más que ella, para él era mucho más hermosa que las chicas que veía cada día en la escuela; se dormía contemplando su rostro para jamás olvidarlo, no era un adolescente, pero le revoloteaba el corazón con tal sólo tenerla cerca y no comprendía esa sensación, tampoco trató de averiguar que era, como todo niño no se preocupaba del porqué de las cosas.

La mayoría de las noches las pasaban ambos en ese cuarto, jugando y contándose historias, cantando.

Era normal que un poco de viento asustara a Yoojung, Bin lo sabía perfectamente cada vez que caía el invierno, pero con un abrazo y una canción ella volvía a recobrar la calma. Eran felices a su manera, teniéndose a uno con el otro era suficiente.

Pero como siempre, Bin debía volver a su casa antes de que el sol golpeara la ventana de la pequeña, podía entrar la gorda señora que la cuidaba y no iba a ser bueno llevarse un reto por ella; no es que en la casa de Yoojung no lo quisieran, al contrario, todos le tenía estimación y lo dejaban entrar cuantas veces quisiera, pero nadie sabía de sus pasadas nocturnas a la habitación de su amiga, por eso dormía a medias, luego con cuidado se levantaba, se acercaba al delicado rostro de aquella niña miedosa y besaba su frente antes de marcharse.

(...)

─¿Vendrán mamá y papá?─Preguntó la niña de tan sólo cinco años entrando a la cocina, pero que esa mañana había cumplido seis.

─No lo sé. Yo creo que hasta cuando llegues a casarte ellos no estarán allí, sabes que nunca están.

Esa mujer tendía a decir las cosas tan directamente, y se atrevía a hacerlo con ella. No era la manera de decir las cosas, no le dio ni la más mínima esperanza de que sus padres llegasen temprano para felicitarla por su cumpleaños.

Por eso mismo, esperó en la gran sala del primer piso luego de merendar. Observó por la ventana por más de dos horas, luego decidió ir al jardín sentándose en el césped.

Por más que miraba hacia la calle, estas seguían desiertas. Colocó una mano en su pecho, oprimía este con algo de fuerza y pareciera que aguantaba la respiración.

Pero lo que se veía venir sucedió. Las lágrimas corrían fugazmente por toda su cara y sus mejillas se tornaban cada vez más rojas. Su vista estaba completamente fija en el césped.

Un oso de peluche apareció frente a sus ojos, era de un color blanco y traía un suéter de color café claro. Con lentitud su cabeza tomó la compostura correcta y vio a la persona indicada para subirle los ánimos.

─Traje a señor Binnie para que celebremos.

Moon Bin estaba ahí, frente a ella, sonriéndole para ocultar la preocupación que sentía al verla llorar, pero sabía que las sonrisas podían parar el mundo de Yoojung, ella las amaba, por eso, al ver la sonrisa de Bin ella detuvo su llanto.

─Se llama. . . ¿Binnie?, así te llamas tú.─Comentó la pequeña niña acariciando la cabeza de aquel enorme peluche.

─Mh, sí. Se parece a mi nombre, es que somos hermanos él y yo.

─¿Eres hermano de un oso de peluche?, No me lo habías presentado antes.

Ambos rieron por eso.

─Sí, lo soy. Pero señor Binnie se quedará contigo desde hoy.

─¿Se quedará conmigo así como tú?

─Claro. Te hará compañía así como yo.

Yoojung tomó a Bin de la muñeca y con su otra mano al oso que había estado en el césped. Era un agarre suave y sin fuerza, puesto que sus manos eran frágiles.

Ambos subieron a la habitación de ella; y la dueña del cuarto cerró la puerta tras ellos.

─Lo siento Bin, sólo puedo traerte aquí. No tengo pastel para darte, pues no me hicieron pastel hoy.

Ella amenazaba con llorar otra vez. Yoojung tenía ese problema de ser sensible hasta el punto de sentir que se lo oprimía el pecho de dolor, odiaba tener que sentir esas sensaciones en los momentos que sólo era ella, la niñera y la ausencia de sus padres, detestaba no poder vivir pegada a Moon Bin, a veces quería tenerlo eternamente a su lado y es que siendo tan pequeña, a lo único que se aferraba era a él, a nadie más.

─Eres mucho mejor que un pastel Yoojungie. No necesitamos un pastel para divertirnos.

─Hoy quería pedir un deseo. . . Cómo se supone que lo haré sin un pastel.─Bajó la mirada. Ya no podía estar más apenada aquel día.

Bin la miró pensativo, en realidad no sabía que decir ni que hacer, pero por impulso tomó las pequeñas manos de ella lo que hizo que levantara la mirada hacia él.

─Sólo cierra los ojos y pide uno. Estoy seguro que siendo tu cumpleaños, no es necesario soplar unas velas para que se cumpla tu deseo.

Ella inocentemente creyó, y sintió una emoción recorrerle el pecho, además esa sensación de cosquilleo primeriza por tener sus manos entre las de su amigo. Lo miró unos segundos y cerró los ojos como éste le había dicho.

«Que Moon Bin permanezca con Yoojung hasta el último día de sus vidas»

Ella no lo pensó, ni una, ni dos veces. Eso era lo único que quería; no pedía más juguetes ni más lujos, su codicia sólo era Moon Bin y lo único que deseaba en su vida. 

─Feliz cumpleaños Yoojung.─Susurró Bin en su oído. Ella abrió sus ojos y sonrió. 

return;  »moonbinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora