La imagen que proyectaba el espejo no era en nada parecida a lo que Candy Jensen le gustaba; y Michael sabía perfectamente lo que a ella le gustaba: deportistas, modelos, jóvenes de brazos músculosos, cabellera perfectamente peinada, al mejor estilo del agente 007, con autos, mucho dinero, mayores de edad para que pudieran llevarla a discotecas y por ende que dominaran a la perfección el arte del baile. En resumidas cuentas, todo lo que él no era.
Él no era más que lo que su espejo cruelmente le mostraba: un cuerpo delgado, cabello castaño desparramado por su frente, una vista de mierda por la cual llevaba aquellos anteojos que tanto odiaba, un poco desgarbado y una terrible sonrisa; razón por la cual solo sonreía en escasos momentos, odiaba su sonrisa, casi tanto como el hecho de ser absolutamente patético en deportes y amar la lectura.
Largó un suspiro mientras se cerraba la cremallera de su sudadera azul marino, que patético se sentía, odiándose a sí mismo por no agradarle a una quinceañera caprichosa. Si alguno de sus amigos supiera lo que pensaba seguro le patearían el trasero por idiota, y lo peor era que él no los culparía. Tomó la mochila que descansaba en su cama, se la guindó al hombro, se lanzó una última mirada en el espejo y se fue.
Heladería en el centro comercial White Place.
Los risos de Richard se escondían en un gorro en el que se podía leer: Helados Yellow, llevaba una franela en cuya parte trasera podía leerse la misma inscripción, sus manos estaban ocultas dentro de unos guantes de látex y con aburrimiento tomaba el pedido de una clienta. Dos helados de fresa y uno de vainilla con chocolate. Se dirigió a la máquina, preparó el pedido, se lo entregó a la señora que previamente había ya cancelado su compra y luego se apoyó en el mostrador.
La heladería Yellow no era en realidad muy concurrida, por alguna razón las personas preferían ir por pizza o hamburguesas, y en cuanto al postre, compraban siempre cualquier otra cosa que no fuera helados Yellow. Para el dueño era un misterio sin resolver, pero para sus únicos dos empleados: Richard y Cintia, la razón era muy lógica: los helados tenían un sabor terrible, parecían leche congelada con un triste sirope de sabor.
Cintia estaba en la parte trasera, limpiando al parecer, Richard se había quedado al frente, atendiendo a solo seis clientes en las cuatro horas de trabajo que ya llevaba. Largó un bostezo, se refregó los ojos y cuando los volvió a abrir captó una mirada a lo lejos: Althea, lo veía desde la tienda de discos, que quedaba a solo seis metros. Por la posición de su cuerpo podría decirse que estaba a punto de entrar, pero en vez de eso Althea se giró y se encaminó hacia la Heladería Yellow.
Para cuando estaba a tan solo tres pasos de distancia, Richard ya se había despabilado por completo. Estaba erguido y con una amplia sonrisa.
—Richard, hola. —La voz de Althea llegó a sus oídos como de costumbre: débil, insegura, pero eso sí, muy hermosa. Richard deseaba con todo su corazón que aquella joven no se mostrara tan penosa.
—Bien, trabajando.
—No sabía que tenías trabajo. —Richard ladeó una sonrisa.
—No muchos lo saben, pero trabajo aquí desde hace cuatro meses.
—Uh, ¿reúnes para algo?
—La universidad.
—Oh, muy sabio. —Un pequeño silencio les envolvió, pero Richard no deseaba terminar aquel encuentro fortuito, por lo cual preguntó.
—Y dime, ¿en qué andas? —Althea levantó la mirada, que hacía un par de segundos atrás tenía clavada en el mostrador. Señaló hacia la tienda de discos y contestó.
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[[PAUSADA]] Ugly [El monstruo del instituto Rivers]
Mystery / ThrillerEl instituto Rivers es un lugar común y corriente hasta que una de sus estudiantes de último año es asesinada. Pero no es sino hasta que aparece una segunda víctima, que el temor empieza a imperar en el alumnado, profesorado y padres de familia. Los...