Capítulo 04

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Michael se hallaba parado en medio de un gran recibidor. Cerámica color blanco cubría el piso, las paredes pintadas con color marfil y las lámparas del techo le daban mucha luminosidad al lugar.

Lo habían hecho pasar y esperar mientras le avisaban a la joven Candy de su llegada, cosa que no tardó demasiado. Luego de cinco minutos de espera, Candy bajó las escaleras. Llevaba unos pantaloncitos cortos de mezclilla, una sudadera gris, la rubia cabellera recogida en un moño alto, zapatos deportivos y lo que más le llamó la atención a Michael: llevaba gafas, no gafas de sol, eran gafas como las de él.

Candy caminó hasta él con las manos dentro de los bolsillos de su sudadera, se detuvo y con el ceño fruncido exclamó.

—Atrévete a decirle a alguien que uso anteojos y me encargaré que te arrepientas de eso. Sígueme.

Sin darle tiempo a Michael a responder, se giró sobre sus talones y comenzó a ascender la escalera. La siguió con precaución, guardando un poco de distancia. Al llegar al piso superior, ella observó hacia atrás, verificando que el joven la siguiera, cosa que con deleite comprobó así era. Al girar el rostro de nuevo sonrió. Se detuvo frente a la segunda habitación, abrió la puerta y entró, Michael hizo lo propio.

—Este es el estudio de mi papá. Casi nunca lo usa, así que no nos molestaran mientras hacemos el trabajo, ni él ni mamá están. Siéntate donde quieras.

Michael tomó asiento en el amplio escritorio de madera de caoba, se sacó la mochila y la apoyó sobre la superficie brillante del escritorio. Candy había caminado hasta el equipo de sonido, lo encendió y resonó Come on Eileen por la habitación. Se alejó del equipo y caminó hasta el escritorio. Se sentó frente a Michael en la gran silla de cuero y apoyó los pies sobre el escritorio, muy cerca de la mochila de Michael.

Michael había sacado su libro de historia, papel y lápiz. Candy sin embargo no parecía dispuesta a hacer nada, las manos habían vuelto a descansar dentro de los bolsillos de su sudadera, miraba hacia el techo y tarareaba quedamente la canción de Dexys Midnight Runners. Michael la observó y notó algo extraño. Esa no parecía la Candy del instituto, vestida de una manera sencilla, tarareando una vieja canción de rock, con anteojos y sin haber pronunciado un solo insulto desde que él llegó.

—¿Qué serias capaz de hacer por alguien a quien amas? —Candy seguía observando el techo, había dejado de tararear Come on Eileen y su voz sonaba distante. Michael estaba desconcertado, no hallaba que decir. ¿Por qué Candy le preguntaba eso a él? Fue tanto su silencio que Candy bajó la mirada y lo estudió, Mikey no notó eso, él veía su libreta mientras pensaba en qué decir—. ¿Qué pasó, Donovan? ¿Te has quedado mudo? —El aludido alzó la mirada, la joven rubia le veía sonriendo, pero no era la sonrisa de superioridad y desprecio que acostumbraba a usar en el instituto, era una sonrisa: amigable.

—¿Por qué me preguntas eso? —fue lo único que logró articular y de inmediato se arrepintió. ¿Por qué no dijo algo más inteligente e intenso? ¿Por qué no soltó una frase al mejor estilo de Romeo? Candy se hundió en la silla de cuero, clavó la vista en la superficie caoba del escritorio, luego de meditarlo un rato, dijo.

—Eres la única persona a la que puedo preguntárselo.

—Sé que me consideras un idiota, pero en realidad no lo soy, si no te importa me gustaría empezar a trabajar. —Michael tomó su libro de historia y lo abrió, sorprendido internamente de haber hablado de aquella forma. Candy también estaba sorprendida, sorprendida, no enojada.

—Yo no te considero un idiota. —Michael alzó la vista incrédulo, Candy por el contrario la bajó—. Te considero un perdedor que es diferente.

[[PAUSADA]] Ugly [El monstruo del instituto Rivers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora